Soy el individuo que deja atrás el cadáver de la ley del padre y a su madre, la naturaleza violada.
Tras de mi siglos de batallas de ideas feroces, vociferantes proclamas de salvadores postizos; llantos, sangre, sudor y lágrimas. Me presento al futuro desnudo, tal cual soy, sin ley natural, cargo a rastras el cadáver del padre. Yo maté a dios, lo busqué tras la última seguridad firme y lo cacé con cebicia, me lo comí y después lo cagué, porque pude.
Maté a dios, el mundo se quedó sin tener de dónde colgar y yo lo usé de collar.
Soy el individuo, ando vestido de dios y mil voluntades me sostienen. Trás de mi una historia de condicionamientos, entiendo que soy como soy como consecuencia de luchas pasadas. Soy el reducto de lo prohibido, soy lo que queda de la transgresión de la última ley. En mi la perversión vive su último día y se retuerce en agonía.
Soy todo lo que dios prohibió ser, soy todo lo que la naturaleza negó la posibilidad de ser. Cargo en mi el cadáver de mi padre y de mi madre, y entiendo que nunca fueron tal cosa, porque ley, naturaleza y vida fueron después de esto que soy.
No hay ley que romper, no hay padre a quién culpar o madre ante quién quejarse. Hay un desastre en la habitación producto del primer juego que quise jugar.
El juego ya no es divertido, luchar contra lo prohibido me dejó al descubierto, reconozco las fuerzas de la historia, entreveo los hilos del futuro, soy el individuo que se sabe condicionado por una historia anterior a su existencia y empoderado en el presente por este conocimiento.
Soy el individuo ante su historia, poniendo la cara y aceptando la responsabilidad, dispuesto a cumplir la pena por haber matado. Mis manos manchadas de sangre se plantan frente al abismo y las convierto en plumas.
Ante mi un mundo de posibilidades ajenas y extrañas a la razón, último desecho conservado de la ley.
El juego ha sido mío, condicionado por mi historia, ahora aburrido, con ganas de mirar a otra parte me voy a otras historias. Encuentro en todas partes lo mismo, todo era yo, padre y madre eran yo, ley y naturaleza eran yo y estaba jugando hace tanto tiempo que había olvidado que todo no era más que un juego.
Mi trabajo ahora es limpiar el desorden.
El gran hombre pasó y dejó tras de si un desastre infernal, mi trabajo es recoger la basura, reciclarla para darle la forma que me convenga.
Ante mi dioses e ideologías, movimientos, manifiestos, todos ellos muertos, obsoletos, insostenibles, caducos que dejaron un mundo asqueroso, putrefacto, en avanzado estado de descomposición, al borde de la muerte.
Soy el que se yergue sobre las montañas de basura dispuesto a limpiar el desastre, a recibir la vieja información y actualizarla a una versión más limpia.
Vengo por un mundo limpio, soy el hombre limpio, en mi resbalan vicios y virtudes, en mi mano el hacer y en mi mente el decir unidos bajo el imperio de mi reverendísima voluntad de mi.
La historia me dejó sucio y vengo dispuesto a limpiarme, rehuyo a la crítica y al halago, mi espíritu es orgánico y ajustado a lo que funciona con limpieza.
Vine a limpiar el desastre del último juego de la ley del padre, ya no juego más en el tablero de la razón, mi presencia está en las calles y no se puede explicar.
Mi movimiento es profundo y no obedece a interés alguno, no obedece a ninguna voluntad, solo a la mía.
No puede ser tomado por idea, dios o cultura alguna, pues supera con creces cualquier lenguaje.
El juego nuevo es en un tablero completamente distinto de la razón y el lenguaje; del último no quedan sino vidrios rotos, el falo que sostenía el mundo yace flácido.
El nuevo juego no existe y ya lo estoy jugando y voy ganando-perdiendo a partes iguales.
Hay algo que se asoma en el abismo cuando lo juego y no soy yo.
Soy el primer hombre adulto.
Soy responsable de dolores y alegrías y cumplo servicio comunitario, remuevo de las calles la basura de las ideas; cruces, estrellas y lunas son basura que reciclo y uso de adorno, estoy limpiando.
En mi quedan obligaciones pendientes del último juego y las estoy cumpliendo, pero ya no hay dios ni ley natural.
Mi misión es purificar el mundo, librarlo de vicios y virtudes, actúo en el presente ajeno a cualquier futuro.
No quepo en las enciclopedias, mi iluminación no está más en las letras.
Mi preocupación última es limpiar y desinfectar.
Soy el sanador y vengo herido de historia, dispuesto a recoger mi propio des-orden.
Quiero dejar el mundo limpio.
Estoy destapando cañerías, quitando moho de ideas, mi detergente es la evidencia.
Mi actualidad no es vanguardia, no porto ningún estandarte, no hay en mi ninguna distinción, vine a salvar al mundo de las consecuencias de mi historia, soy simple y limpio, fugaz, irrastreable, inodoro, incípido, imperceptible, inenarrable. (Guiño, guiño)
En mi no hay conflicto, soy caótico y caota.
lunes, 9 de diciembre de 2013
sábado, 23 de noviembre de 2013
Trampa.
Es absolutamente innecesario describirme.
Decir donde estoy y mostrar mis motivaciones coarta totalmente la libertad mía de mi, yo personaje y punto. No importa si soy bonito, feo, inteligente, sabio, bruto, acaparador, silencioso, inodoro, salado, amistoso, solo basta al lector saber que soy humano, y como humano soy todo lo que un humano pueda ser como mejor se le antoje. Lo único que importa es mi historia total y sincera, descarnada, en esencia, sin adornos, e importa porque yo quiero que importe, porque soy yo personaje quien imprime voluntad triunfante a yo trama. Y yo todo no hace parte sino de la enredada madeja de trivialidades inservibles con las que me visto porque me da la gana.
Así, porque si, porque no existe y es imposible encontrar tras el velo de lo real cualquier brillo que delate el oro del deseo puro. La motivación perfecta y esencial en su estado natural no es sino la mezcla de voluntades que se entretejen para formar castillos en el aire, castillos que son también aire.
Es mediocridad rampante, ausencia de posibilidad de descripción, alejamiento de los sentidos, disolución de testigo que sepa hablar, es ganas de no hacer lo mismo, de no seguir regla ni técnica para crear mi historia, ganas de contar un cuento que no se cuente, de escribir algo que no se entienda sino al sesgo. Enredar en la confesión del yo escritor la posibilidad de existencia real del pensamiento puro, desarraigado y etéreo, vaporoso, sin rumbo, inasible, intangible. Crear un hechizo, una sucesión de palabras altisonantes para internarse como leproso en tierra de leprosos, sin esfuerzo, rasgada la piel por el viento, arrastradas las heridas en una sopa de intermitencias aupadas en la consciencia del caos.
Sencillez, paso lento, seguro, fluido, corte mortal suave, imposible de sentir, total mimetismo con lo que se cree esperar, con lo que se quiere querer.
Decir donde estoy y mostrar mis motivaciones coarta totalmente la libertad mía de mi, yo personaje y punto. No importa si soy bonito, feo, inteligente, sabio, bruto, acaparador, silencioso, inodoro, salado, amistoso, solo basta al lector saber que soy humano, y como humano soy todo lo que un humano pueda ser como mejor se le antoje. Lo único que importa es mi historia total y sincera, descarnada, en esencia, sin adornos, e importa porque yo quiero que importe, porque soy yo personaje quien imprime voluntad triunfante a yo trama. Y yo todo no hace parte sino de la enredada madeja de trivialidades inservibles con las que me visto porque me da la gana.
Así, porque si, porque no existe y es imposible encontrar tras el velo de lo real cualquier brillo que delate el oro del deseo puro. La motivación perfecta y esencial en su estado natural no es sino la mezcla de voluntades que se entretejen para formar castillos en el aire, castillos que son también aire.
Es mediocridad rampante, ausencia de posibilidad de descripción, alejamiento de los sentidos, disolución de testigo que sepa hablar, es ganas de no hacer lo mismo, de no seguir regla ni técnica para crear mi historia, ganas de contar un cuento que no se cuente, de escribir algo que no se entienda sino al sesgo. Enredar en la confesión del yo escritor la posibilidad de existencia real del pensamiento puro, desarraigado y etéreo, vaporoso, sin rumbo, inasible, intangible. Crear un hechizo, una sucesión de palabras altisonantes para internarse como leproso en tierra de leprosos, sin esfuerzo, rasgada la piel por el viento, arrastradas las heridas en una sopa de intermitencias aupadas en la consciencia del caos.
Sencillez, paso lento, seguro, fluido, corte mortal suave, imposible de sentir, total mimetismo con lo que se cree esperar, con lo que se quiere querer.
sábado, 31 de agosto de 2013
El sueño reparador del conde.
Después de una noche terrible, como todas las noches de esa última semana de invierno, el conde de nada, de nobleza inexistente se levantó dispuesto a morir, no quería seguir viviendo si no podía conciliar el sueño; el mundo se le hacía un pedazo de mierda maloliente que le atravesaba la garganta con cada fluctuación de la realidad que en esa eterna vigilia le hacía sospechar que todo no era más que una pesadilla, muy mal ambientada por un mal escritor inconsciente.
Aquejado por los más diversos dolores, desfasado, ajeno al tiempo, incómodo en el cuerpo mismo que se le hacía de otro, se sentó a mirar el amanecer por la ventana del castillo que de castillo no tenía nada, ni muros, ni puertas ni ventanas, excepto un techo exquisitamente decorado con los colores más ácidos que a un pintor drogado se le puedan ocurrir. El sol tardó más de dos días en salir, aunque no se notó porque los gallos no cantaron y cuando por fin lo hizo, su luz era tan pálida que apenas se atrevía la vista a mirarlo con pena; el conde entonces estiró sus patas y pegó un salto fuera del castillo hasta los muros exteriores de la ciudad, y luego saltó a los confines de la ciudad vecina, buscando algún interruptor que permitiera aumentar el brillo o el color del día, cuando lo encontró le tocó volver a cablear todo porque ni para arriba, ni para abajo, ni para la derecha ni para la izquierda parecía acomodarse bien a la vista la luminaria central del sistema soñar. Con su lengua bífida se acicaló el pelaje mientras con gran dolor desenrrollaba sus laminosas y transparentes alas para hacerse el desayuno, sin penas ni glorias, después de haber comido sus ganas de volar le dio por cantar una nana para ver si así, de día se atrevía por fin a conciliar el sueño. La nana resultó ser una canción de batalla que animó a los ciudadanos que lo escucharon a alzarse en armas contra el déspota tirano que los gobernaba, y tras dos siglos de cantarla, se encontró el conde petrificado en una estatua, rodeado de flores y honores de un pueblo agradecido. Sacudiéndose el polvo y todavía sin poder dormir, el hambriento conde vistió de harapos su glorioso cuerpo deshecho y sin gloria, y se marchó al desierto, allí en ese reseco laberinto de muros abiertos se construyó un iglu de arena con un hueco en el techo desde donde quiso cartografiar las nubes del cielo para ayudar a los sedientos caminantes a encontrar la ruta a los verdes pastos de alguna granja lechera, sin éxito, pues resultó que las nubes no eran lo suficientemente estables para aguardar la pluma del científico conde que nunca pisó una academia ni leyó un libro. Al llegar la hora del almuerzo derritió la arena y se preparó un helado aprovechando que nadie estaba a su alrededor para decirle que eso era absurdamente imposible. El sabor era un poco violento, como a sangre fría con azúcar y limón, aún así lo deglutió sin aspavientos y apenas dejó que le tocara la lengua, acaso para salvar las papilas gustativas de un suicidio en masa. Desesperado y desorientado invocó a un genio para que le diera una respuesta a su padecimiento, con tan mala suerte que el genio no tenía muy buen humor y le recetó acetaminofén.
Con sus fuertes manos se arrancó la cabeza y la aventó fuerte hacia las colinas donde le habían dicho se encontraba el oráculo de algún lado, y una vez allí, en 1/5 de su cuerpo original se embriagó son los inciensos del adivino mientras este le contaba que su insomnio se debía a que alguien estaba soñando con él. Advertido por las evidencias, sin cuerpo para transportarse, traspasó su conciencia al viento, y se fue volando a averiguar que imbécil en coma lo había estado soñando por tanto tiempo, barrió hospitales y centros de rehabilitación con tornados y desapareció a todo aquél que encontró durmiendo, destruyó cada organismo con capacidad de soñar hasta que toda la existencia se resumió en la suya.
Al final era él todo lo que había y todo lo que había era él, era él el culpable de soñar su insomnio, y en el descubrimiento de esta última verdad, fue incapaz de despertarse a si mismo.
Aquejado por los más diversos dolores, desfasado, ajeno al tiempo, incómodo en el cuerpo mismo que se le hacía de otro, se sentó a mirar el amanecer por la ventana del castillo que de castillo no tenía nada, ni muros, ni puertas ni ventanas, excepto un techo exquisitamente decorado con los colores más ácidos que a un pintor drogado se le puedan ocurrir. El sol tardó más de dos días en salir, aunque no se notó porque los gallos no cantaron y cuando por fin lo hizo, su luz era tan pálida que apenas se atrevía la vista a mirarlo con pena; el conde entonces estiró sus patas y pegó un salto fuera del castillo hasta los muros exteriores de la ciudad, y luego saltó a los confines de la ciudad vecina, buscando algún interruptor que permitiera aumentar el brillo o el color del día, cuando lo encontró le tocó volver a cablear todo porque ni para arriba, ni para abajo, ni para la derecha ni para la izquierda parecía acomodarse bien a la vista la luminaria central del sistema soñar. Con su lengua bífida se acicaló el pelaje mientras con gran dolor desenrrollaba sus laminosas y transparentes alas para hacerse el desayuno, sin penas ni glorias, después de haber comido sus ganas de volar le dio por cantar una nana para ver si así, de día se atrevía por fin a conciliar el sueño. La nana resultó ser una canción de batalla que animó a los ciudadanos que lo escucharon a alzarse en armas contra el déspota tirano que los gobernaba, y tras dos siglos de cantarla, se encontró el conde petrificado en una estatua, rodeado de flores y honores de un pueblo agradecido. Sacudiéndose el polvo y todavía sin poder dormir, el hambriento conde vistió de harapos su glorioso cuerpo deshecho y sin gloria, y se marchó al desierto, allí en ese reseco laberinto de muros abiertos se construyó un iglu de arena con un hueco en el techo desde donde quiso cartografiar las nubes del cielo para ayudar a los sedientos caminantes a encontrar la ruta a los verdes pastos de alguna granja lechera, sin éxito, pues resultó que las nubes no eran lo suficientemente estables para aguardar la pluma del científico conde que nunca pisó una academia ni leyó un libro. Al llegar la hora del almuerzo derritió la arena y se preparó un helado aprovechando que nadie estaba a su alrededor para decirle que eso era absurdamente imposible. El sabor era un poco violento, como a sangre fría con azúcar y limón, aún así lo deglutió sin aspavientos y apenas dejó que le tocara la lengua, acaso para salvar las papilas gustativas de un suicidio en masa. Desesperado y desorientado invocó a un genio para que le diera una respuesta a su padecimiento, con tan mala suerte que el genio no tenía muy buen humor y le recetó acetaminofén.
Con sus fuertes manos se arrancó la cabeza y la aventó fuerte hacia las colinas donde le habían dicho se encontraba el oráculo de algún lado, y una vez allí, en 1/5 de su cuerpo original se embriagó son los inciensos del adivino mientras este le contaba que su insomnio se debía a que alguien estaba soñando con él. Advertido por las evidencias, sin cuerpo para transportarse, traspasó su conciencia al viento, y se fue volando a averiguar que imbécil en coma lo había estado soñando por tanto tiempo, barrió hospitales y centros de rehabilitación con tornados y desapareció a todo aquél que encontró durmiendo, destruyó cada organismo con capacidad de soñar hasta que toda la existencia se resumió en la suya.
Al final era él todo lo que había y todo lo que había era él, era él el culpable de soñar su insomnio, y en el descubrimiento de esta última verdad, fue incapaz de despertarse a si mismo.
martes, 20 de agosto de 2013
La pasión según G.H. (Clarice Lispector)
Esta es una de las mejores novelas (no se si llamarla así) que he leído en toda mi vida, sino la mejor.
Aunque la historia es simple y se podría resumir en dos líneas, el fondo, el monólogo interior que atraviesa la trama es de las cosas más sinceras, descarnadas, reales que he leído.
Un discurso místico, como todo aquello que resulta de querer decir la verdad mediante la palabra, una herramienta creada para engañar.
Algunas citas del libro:
- Durante las horas de perdición tuve el coraje de no componer ni organizar. Y sobre todo el de no prever... Mis previsiones me cerraban el mundo.
- Ahora sabré reconocer en el rostro común de algunas personas - que ellas olvidaron. Y no saben ya que olvidaron lo que olvidaron.
- Por ahora estoy inventando tu presencia, como un día también no sabré arriesgarme a morir sola, morir es el riesgo mayor, no sabré pasar a la muerte y poner el primer pie en la primera ausencia de mi, también en esa hora última y tan primera inventaré tu presencia desconocida y contigo comenzaré a morir hasta poder aprender sola a no existir, y entonces te liberaré.
- Voy a crear lo que me sucedió. Sólo porque vivir no es narrable. Vivir no es vivible. Tendré que crear sobre la vida. Y sin mentir. Crear sí, mentir no. Crear no es imaginación, es correr el gran riesgo de tener la realidad.
- Vi, si, Vi, y me asusté con la cruda verdad de un mundo cuyo mayor horror es que él está tan vivo que, para admitir que estoy tan viva como él - y mi peor descubrimiento es que estoy tan viva como él, tendré que levantar mi conciencia de vida exterior hasta un punto de crimen contra mi vida personal.
- La gloria dura de estar viva es el horror.
- Desde ya calculo que lo más duro que deberá enfrentar mi vanidad será el juicio de mí misma: tendré toda la apariencia de quien falló, y sólo yo sabré si la falla fue necesaria.
- Cumplí temprano los deberes de mis sentidos, tuve temprano y rápidamente dolores y alegrías - ¿para quedar bien pronto libre de mi pequeño destino humano? y quedar libre para buscar mi tragedia.
- Vi desde que nací y no sabía.
- Sólo la realidad es delicada, mi irrealidad y mi imaginación son más pesadas.
- Pues lo que yo veía con una incomodidad tan penosa y tan espantada y tan inocente, lo que veía era la vida mirándome.
- y sentía con susto y asco que "yo ser" venía de una fuente muy anterior a la humana y, con horror, mucho mayor que la humana.
- Si yo gritase desencadenaría la existencia ¿La existencia de qué? la existencia del mundo. Con reverencia, temía la existencia del mundo para mí.
- De nacer hasta morir es por lo que yo me llamo humana y nunca propiamente moriré.
- Todo mira para todo, todo vive el otro; en este desierto las cosas saben las cosas. Las cosas saben tanto las cosas que a esto... a esto lo llamaré perdón , si quiero salvarme en el plano humano. Es el perdón en sí. Perdón es un atributo de la materia viva.
- qué abismo entre la palabra amor y el amor que no tiene siquiera sentido humano - porque- porque amor es la materia viva. ¿Amor es la materia viva?
- Escucha, delante de la cucaracha viva, el peor descubrimiento fue el de que el mundo no es humano, y de que no somos humanos.
- Lo inhumano es lo mejor de nosotros.
- Todo caso de locura es que alguna cosa ha vuelto. Los posesos no son poseídos por lo que viene, sino por lo que vuelve.
- Para construir un alma posible - un alma cuya cabeza no devore la propia cola -, la ley manda que sólo se quede con lo que es disfrazadamente vivo.
- Pero si sus ojos no me veían, la existencia de ella me existía.
- La hora de vivir es tan infernalmente inexpresiva que es la nada. Aquello que yo llamaba <> estaba entretanto tan adherido a mí que era... ¿yo? y por lo tanto se hacía invisible como yo me era invisible, y se hacía la nada.
- Trascender es una transgresión. ¡Pero permanecer dentro de lo que es, eso exige que no tenga miedo!
- Sentada, subsistiendo, sabía que si las cosas no las llamase saladas o dulces, tristes o alegres o dolorosas o aun con entretonos de mayor sutileza, que solo entonces no trascendería más y permanecería en la propia cosa.
- Me estaba liberando de mi moralidad, y eso era una catástrofe sin fragor y sin tragedia.
-¿Soy moral en la medida en que hago lo que debo, y siento como debería?
- "El escándalo aún es necesario, mas ay de aquél por quien viene el escándalo".
- La ética de la moral es mantenerla en secreto. La libertad es un secreto.
- ¿Amor es cuando no se da nombre a la identidad de las cosas?
- Tenía que existir una bondad tan otra que no se parecería a bondad.
- El pecado renovadamente original es éste: tengo que cumplir mi ley que ignoro, y si no cumplo mi ignorancia, estaré pecando originalmente contra la vida.
- La respiración continua del mundo es aquello que oímos y llamamos silencio.
- Vi, con la falta de compromiso de quién no va a contar ni a sí mismo. Veía, como quien jamás precisará entender lo que vio.
- Ah, ¿Será que originariamente no éramos humanos? ¿y que por necesidad práctica nos hicimos humanos?
- Veía que el infierno era eso: la aceptación cruel del dolor, la solemne falta de piedad por el propio destino, amar más el ritual de vida que a sí mismo - ese era el infierno, donde quien comía la cara viva del otro se revolcaba en la alegría del dolor.
- ¡Y no hay castigo! He ahí el infierno: no hay castigo. Pues en el infierno hacemos el regocijo supremo de lo que sería el castigo, del castigo hacemos en este desierto un éxtasis más de risas con lágrimas, del castigo hacemos en el infierno una esperanza de gozo.
- Me contorsiono para lograr alcanzar el tiempo actual que me rodea, pero sigo remota en relación a este mismo instante. El futuro, ay de mí, es más próximo que el instante ya.
- Soy más aquello que en mí no es.
- El misterio del destino humano es que somos fatales, pero tenemos la libertad de cumplir o no nuestra fatalidad: de nosotros depende realizar nuestro destino fatal.
- Pero de mi depende venir a ser libremente lo que fatalmente soy. Soy dueña de mi fatalidad y, si decido no cumplirla, quedaré fuera de mi naturaleza específicamente viva. Pero si cumplo mi núcleo neutro y vivo, entonces, dentro de mi especie, seré específicamente humana.
- Y no necesito cuidar siquiera de mi alma, ella cuidará fatalmente de mí, y no tengo que hacer para mí misma un alma: tengo tan sólo que elegir vivir. Somos libres, y éste es el infierno.
- Y yo había dado el primer paso: pues por lo menos sabía que un ser humano es una sensibilización, un orgasmo de la naturaleza. Y que sólo por una anomalía de la naturaleza, es que, en vez de ser el dios, así como los otros seres lo son, en vez de serlo, nosotros queríamos verlo.
- La tentación del placer. La tentación es comer directamente en la fuente. La tentación es comer directamente en la ley.
- ¡Yo era ahora peor que yo misma!
- Escucha, existe una cosas que se llama santidad humana, y que no es la de los santos. Tengo miedo de que ni el Dios comprenda que la santidad humana es más peligrosa que la santidad divina, que la santidad de los laicos es más dolorosa. Aunque el propio Cristo haya sabido que si con él había hecho lo que hicieron, son nosotros haría mucho más, pues él había dicho: "Si hicieron esto con el ramo verde, ¿Qué harán con los secos?"
- Tú, tu fulgor del silencio. Yo no soy Tú, pero mi eres Tú. Sólo por eso jamás podré sentirme directamente porque eres mi.
- ¿Había pedido la cosa más peligrosa y prohibida? arriesgando mi alma, ¿habría osadamente elegido ver Dios?
- A mí, como a todo el mundo me fuera dado todo, pero yo había querido más: había querido saber de ese todo. Y había vendido mi alma para saber. Pero ahora entendía que no la había vendido al demonio, sino mucho más peligrosamente a Dios.
- Yo tenía la capacidad de la pregunta, pero no la de oír la respuesta.
- ¿Para mí la cosas tendrá que reducirse a ser apenas aquello que rodea lo intocable de la cosa?
- Y quiero más que la envoltura que también amo. Quiero lo que Te amo.
- Lo que existe golpea con fuertes olas contra el grano inquebrantable que soy.
- El nombre es un acrecentamiento e impide el contacto con la cosa. El nombre de la cosa es un intervalo para la cosa. La voluntad de acrecentamiento es grande - porque la cosa desnuda es tan tediosa.
- La naturaleza es lo atonal exasperado, fue así que los mundos se formaron: lo atonal se exasperó.
- Y la leche materna, que es humana, la leche materna está muco antes de lo humano, y no tiene gusto, no es nada, ya la probé.
- Es precisamente con los ojos que vemos a Dios. Y si postergo la cara de la realidad para después de mi muerte - es por astucia, porque prefiero estar muerta en la hora de Verlo y así pienso que no lo veré realmente, así como sólo tengo coraje de soñar verdaderamente cuando estoy durmiendo.
- Prescindir de la esperanza significa que tengo que comenzar a vivir, y no tan sólo a prometerme la vida.
- No tenía coraje de dejar de ser una promesa y me prometía, así como un adulto que no tiene coraje de ver que ya es adulto y continúa prometiéndose la madurez.
- Aquello que haga del pedido y de la carencia- ésta será la vida que habré hecho de mi vida.
- No es para nosotros que brota la leche de la vaca pero nosotros la bebemos. La flor no fue hecha para ser mirada por nosotros, ni para que sintamos su olor, y la miramos y la olemos. La vía láctea no existe para que sepamos de su existencia, pero sabemos. Y sabemos Dios. Y lo que de él precisamos lo extraemos. (No sé a qué llamo Dios, pero así puede llamárselo). Si sólo sabemos muy poco de Dios, es porque precisamos poco: sólo tenemos de Él lo que fatalmente nos basta, sólo tenemos de Dios lo que cabe en nosotros. (La nostalgia no es del Dios que nos falta, es la nostalgia de nosotros mismos que no somos bastante; sentimos falta de nuestra grandeza imposible - mi actualidad inalcanzable es mi paraíso perdido).
- Él no nació para nosotros, ni nosotros para Él, nosotros y Él somos al mismo tiempo.
- Pues ser real es asumir la propia promesa: asumir la propia inocencia y retomar el gusto del cual nunca se tuvo conciencia: el gusto de lo vivo.
- La gradual desmitificación de sí mismo es el verdadero trabajo que se hace bajo el trabajo, aparente, la vida es una misión secreta.
- Hasta que al fin me sea revelado que la vida en mi no tiene mi nombre.
- Sólo puedo alcanzar la despersonalización de la mudez si antes he construido una voz.
- ... donde el dolor no es ninguna cosa que nos sucede, sino lo que somos... La condición humana es la pasión de Cristo.
- La realidad antes de mi lenguaje existe como un pensamiento que no se piensa, pero por fatalidad fui y soy llevada a precisar saber lo que el pensamiento piensa.
- Seremos inhumanos - como la más alta conquista del hombre.
- Sólo puedo imaginarme pensando y sintiendo, dos atributos de serse, y no consigo imaginarme siendo apenas, y prescindiendo del resto. Ser apenas - eso me daría una enorme falta de qué hacer.
- Lo indecible solo me podrá ser dado a través del fracaso de mi lenguaje.
- En materia de vivir nunca se puede llegar antes.
- No alcanzaría jamás mi raíz, pero mi raíz existía.
- El mundo no dependía de mi - ésta era la confianza a la que había llegado: el mundo no dependía de mí, y no entiendo lo que estoy diciendo, ¡nunca! nunca más comprenderé lo que diga. Pues ¿Cómo podría decir sin que la palabra mintiese por mi? cómo podré decir sino tímidamente así: la vida se me es. La vida se me es y no entiendo lo que dijo. Y entonces adoro...
Aunque la historia es simple y se podría resumir en dos líneas, el fondo, el monólogo interior que atraviesa la trama es de las cosas más sinceras, descarnadas, reales que he leído.
Un discurso místico, como todo aquello que resulta de querer decir la verdad mediante la palabra, una herramienta creada para engañar.
Algunas citas del libro:
- Durante las horas de perdición tuve el coraje de no componer ni organizar. Y sobre todo el de no prever... Mis previsiones me cerraban el mundo.
- Ahora sabré reconocer en el rostro común de algunas personas - que ellas olvidaron. Y no saben ya que olvidaron lo que olvidaron.
- Por ahora estoy inventando tu presencia, como un día también no sabré arriesgarme a morir sola, morir es el riesgo mayor, no sabré pasar a la muerte y poner el primer pie en la primera ausencia de mi, también en esa hora última y tan primera inventaré tu presencia desconocida y contigo comenzaré a morir hasta poder aprender sola a no existir, y entonces te liberaré.
- Voy a crear lo que me sucedió. Sólo porque vivir no es narrable. Vivir no es vivible. Tendré que crear sobre la vida. Y sin mentir. Crear sí, mentir no. Crear no es imaginación, es correr el gran riesgo de tener la realidad.
- Vi, si, Vi, y me asusté con la cruda verdad de un mundo cuyo mayor horror es que él está tan vivo que, para admitir que estoy tan viva como él - y mi peor descubrimiento es que estoy tan viva como él, tendré que levantar mi conciencia de vida exterior hasta un punto de crimen contra mi vida personal.
- La gloria dura de estar viva es el horror.
- Desde ya calculo que lo más duro que deberá enfrentar mi vanidad será el juicio de mí misma: tendré toda la apariencia de quien falló, y sólo yo sabré si la falla fue necesaria.
- Cumplí temprano los deberes de mis sentidos, tuve temprano y rápidamente dolores y alegrías - ¿para quedar bien pronto libre de mi pequeño destino humano? y quedar libre para buscar mi tragedia.
- Vi desde que nací y no sabía.
- Sólo la realidad es delicada, mi irrealidad y mi imaginación son más pesadas.
- Pues lo que yo veía con una incomodidad tan penosa y tan espantada y tan inocente, lo que veía era la vida mirándome.
- y sentía con susto y asco que "yo ser" venía de una fuente muy anterior a la humana y, con horror, mucho mayor que la humana.
- Si yo gritase desencadenaría la existencia ¿La existencia de qué? la existencia del mundo. Con reverencia, temía la existencia del mundo para mí.
- De nacer hasta morir es por lo que yo me llamo humana y nunca propiamente moriré.
- Todo mira para todo, todo vive el otro; en este desierto las cosas saben las cosas. Las cosas saben tanto las cosas que a esto... a esto lo llamaré perdón , si quiero salvarme en el plano humano. Es el perdón en sí. Perdón es un atributo de la materia viva.
- qué abismo entre la palabra amor y el amor que no tiene siquiera sentido humano - porque- porque amor es la materia viva. ¿Amor es la materia viva?
- Escucha, delante de la cucaracha viva, el peor descubrimiento fue el de que el mundo no es humano, y de que no somos humanos.
- Lo inhumano es lo mejor de nosotros.
- Todo caso de locura es que alguna cosa ha vuelto. Los posesos no son poseídos por lo que viene, sino por lo que vuelve.
- Para construir un alma posible - un alma cuya cabeza no devore la propia cola -, la ley manda que sólo se quede con lo que es disfrazadamente vivo.
- Pero si sus ojos no me veían, la existencia de ella me existía.
- La hora de vivir es tan infernalmente inexpresiva que es la nada. Aquello que yo llamaba <
- Trascender es una transgresión. ¡Pero permanecer dentro de lo que es, eso exige que no tenga miedo!
- Sentada, subsistiendo, sabía que si las cosas no las llamase saladas o dulces, tristes o alegres o dolorosas o aun con entretonos de mayor sutileza, que solo entonces no trascendería más y permanecería en la propia cosa.
- Me estaba liberando de mi moralidad, y eso era una catástrofe sin fragor y sin tragedia.
-¿Soy moral en la medida en que hago lo que debo, y siento como debería?
- "El escándalo aún es necesario, mas ay de aquél por quien viene el escándalo".
- La ética de la moral es mantenerla en secreto. La libertad es un secreto.
- ¿Amor es cuando no se da nombre a la identidad de las cosas?
- Tenía que existir una bondad tan otra que no se parecería a bondad.
- El pecado renovadamente original es éste: tengo que cumplir mi ley que ignoro, y si no cumplo mi ignorancia, estaré pecando originalmente contra la vida.
- La respiración continua del mundo es aquello que oímos y llamamos silencio.
- Vi, con la falta de compromiso de quién no va a contar ni a sí mismo. Veía, como quien jamás precisará entender lo que vio.
- Ah, ¿Será que originariamente no éramos humanos? ¿y que por necesidad práctica nos hicimos humanos?
- Veía que el infierno era eso: la aceptación cruel del dolor, la solemne falta de piedad por el propio destino, amar más el ritual de vida que a sí mismo - ese era el infierno, donde quien comía la cara viva del otro se revolcaba en la alegría del dolor.
- ¡Y no hay castigo! He ahí el infierno: no hay castigo. Pues en el infierno hacemos el regocijo supremo de lo que sería el castigo, del castigo hacemos en este desierto un éxtasis más de risas con lágrimas, del castigo hacemos en el infierno una esperanza de gozo.
- Me contorsiono para lograr alcanzar el tiempo actual que me rodea, pero sigo remota en relación a este mismo instante. El futuro, ay de mí, es más próximo que el instante ya.
- Soy más aquello que en mí no es.
- El misterio del destino humano es que somos fatales, pero tenemos la libertad de cumplir o no nuestra fatalidad: de nosotros depende realizar nuestro destino fatal.
- Pero de mi depende venir a ser libremente lo que fatalmente soy. Soy dueña de mi fatalidad y, si decido no cumplirla, quedaré fuera de mi naturaleza específicamente viva. Pero si cumplo mi núcleo neutro y vivo, entonces, dentro de mi especie, seré específicamente humana.
- Y no necesito cuidar siquiera de mi alma, ella cuidará fatalmente de mí, y no tengo que hacer para mí misma un alma: tengo tan sólo que elegir vivir. Somos libres, y éste es el infierno.
- Y yo había dado el primer paso: pues por lo menos sabía que un ser humano es una sensibilización, un orgasmo de la naturaleza. Y que sólo por una anomalía de la naturaleza, es que, en vez de ser el dios, así como los otros seres lo son, en vez de serlo, nosotros queríamos verlo.
- La tentación del placer. La tentación es comer directamente en la fuente. La tentación es comer directamente en la ley.
- ¡Yo era ahora peor que yo misma!
- Escucha, existe una cosas que se llama santidad humana, y que no es la de los santos. Tengo miedo de que ni el Dios comprenda que la santidad humana es más peligrosa que la santidad divina, que la santidad de los laicos es más dolorosa. Aunque el propio Cristo haya sabido que si con él había hecho lo que hicieron, son nosotros haría mucho más, pues él había dicho: "Si hicieron esto con el ramo verde, ¿Qué harán con los secos?"
- Tú, tu fulgor del silencio. Yo no soy Tú, pero mi eres Tú. Sólo por eso jamás podré sentirme directamente porque eres mi.
- ¿Había pedido la cosa más peligrosa y prohibida? arriesgando mi alma, ¿habría osadamente elegido ver Dios?
- A mí, como a todo el mundo me fuera dado todo, pero yo había querido más: había querido saber de ese todo. Y había vendido mi alma para saber. Pero ahora entendía que no la había vendido al demonio, sino mucho más peligrosamente a Dios.
- Yo tenía la capacidad de la pregunta, pero no la de oír la respuesta.
- ¿Para mí la cosas tendrá que reducirse a ser apenas aquello que rodea lo intocable de la cosa?
- Y quiero más que la envoltura que también amo. Quiero lo que Te amo.
- Lo que existe golpea con fuertes olas contra el grano inquebrantable que soy.
- El nombre es un acrecentamiento e impide el contacto con la cosa. El nombre de la cosa es un intervalo para la cosa. La voluntad de acrecentamiento es grande - porque la cosa desnuda es tan tediosa.
- La naturaleza es lo atonal exasperado, fue así que los mundos se formaron: lo atonal se exasperó.
- Y la leche materna, que es humana, la leche materna está muco antes de lo humano, y no tiene gusto, no es nada, ya la probé.
- Es precisamente con los ojos que vemos a Dios. Y si postergo la cara de la realidad para después de mi muerte - es por astucia, porque prefiero estar muerta en la hora de Verlo y así pienso que no lo veré realmente, así como sólo tengo coraje de soñar verdaderamente cuando estoy durmiendo.
- Prescindir de la esperanza significa que tengo que comenzar a vivir, y no tan sólo a prometerme la vida.
- No tenía coraje de dejar de ser una promesa y me prometía, así como un adulto que no tiene coraje de ver que ya es adulto y continúa prometiéndose la madurez.
- Aquello que haga del pedido y de la carencia- ésta será la vida que habré hecho de mi vida.
- No es para nosotros que brota la leche de la vaca pero nosotros la bebemos. La flor no fue hecha para ser mirada por nosotros, ni para que sintamos su olor, y la miramos y la olemos. La vía láctea no existe para que sepamos de su existencia, pero sabemos. Y sabemos Dios. Y lo que de él precisamos lo extraemos. (No sé a qué llamo Dios, pero así puede llamárselo). Si sólo sabemos muy poco de Dios, es porque precisamos poco: sólo tenemos de Él lo que fatalmente nos basta, sólo tenemos de Dios lo que cabe en nosotros. (La nostalgia no es del Dios que nos falta, es la nostalgia de nosotros mismos que no somos bastante; sentimos falta de nuestra grandeza imposible - mi actualidad inalcanzable es mi paraíso perdido).
- Él no nació para nosotros, ni nosotros para Él, nosotros y Él somos al mismo tiempo.
- Pues ser real es asumir la propia promesa: asumir la propia inocencia y retomar el gusto del cual nunca se tuvo conciencia: el gusto de lo vivo.
- La gradual desmitificación de sí mismo es el verdadero trabajo que se hace bajo el trabajo, aparente, la vida es una misión secreta.
- Hasta que al fin me sea revelado que la vida en mi no tiene mi nombre.
- Sólo puedo alcanzar la despersonalización de la mudez si antes he construido una voz.
- ... donde el dolor no es ninguna cosa que nos sucede, sino lo que somos... La condición humana es la pasión de Cristo.
- La realidad antes de mi lenguaje existe como un pensamiento que no se piensa, pero por fatalidad fui y soy llevada a precisar saber lo que el pensamiento piensa.
- Seremos inhumanos - como la más alta conquista del hombre.
- Sólo puedo imaginarme pensando y sintiendo, dos atributos de serse, y no consigo imaginarme siendo apenas, y prescindiendo del resto. Ser apenas - eso me daría una enorme falta de qué hacer.
- Lo indecible solo me podrá ser dado a través del fracaso de mi lenguaje.
- En materia de vivir nunca se puede llegar antes.
- No alcanzaría jamás mi raíz, pero mi raíz existía.
- El mundo no dependía de mi - ésta era la confianza a la que había llegado: el mundo no dependía de mí, y no entiendo lo que estoy diciendo, ¡nunca! nunca más comprenderé lo que diga. Pues ¿Cómo podría decir sin que la palabra mintiese por mi? cómo podré decir sino tímidamente así: la vida se me es. La vida se me es y no entiendo lo que dijo. Y entonces adoro...
viernes, 26 de julio de 2013
Ojos, a manera de confesión.
Yo no tuve consciencia de hacer algo malo, lo juro. Yo solo dibujé ojos en mis ratos libres, y nunca advertí en ello problema alguno, lo hice en todas partes.
Cuando ellos empezaron a mirarme me sorprendí. Vale, lo acepto, es increíble, pero no por eso irreal.
No digo mentiras, la primera vez que lo hicieron, mi mente se redujo a la imagen de dos espejos enfrentados; "Algo me ve, algo que yo veo me ve, y ese algo no soy yo mismo, ese algo es diferente al resto de humanos que soy", eso pensé.
Fue en un bus, cuando tenía 13 años, iba rumbo al colegio, sentado justo al lado de la ventana, era una mañana fría y la niebla era tan espesa que todo el paisaje era ceguera blanca. El vaho empañaba las ventanas, y bueno, cuando eso pasa no puedo reprimir el impulso infantil de dibujar algo con los dedos y verlo correrse en gotas lentas, aún hoy me es imposible resistirme a hacerlo. Empecé dibujando un arco con el lado convexo hacia arriba, como una montaña, y vi una montaña, una cueva, una entrada, una puerta quizás, luego como si de la cueva saliera un río cristalino, de mi dedo surgió un reflejo, y tuve un ojo, uno sin pupila, un ojo ciego, uno de mentiras, sin luz que entrara y saliera, un agujero negro muy blanco, dibujé la ceguera del otro lado de la ventana; por último, por un impulso irrefrenable, una profunda inspiración imposible de ignorar, dibujé la pupila, situé mi índice en el centro del arco y su reflejo, y lo dejé ahí. Lentamente, como si fuera mi dedo una llave de cristal en cerradura de plomo, lo despegué del vidrio, lo alejé, y una pupila destacó en el fondo blanco. No puedo decir que inmediatamente el ojo que dibujé me miró, porque no es verdad, cuando vi el dibujo terminado, solo vi un ojo como tantos que había hecho antes, y tuve la idea de hacer otro y luego añadir una nariz y una boca, igual, el frío vapor se sentía rico en mi dedo. Fue cuando me dispuse a dibujar el otro ojo que me percaté de que me estaba mirando.
La sensación que tuve es parecida a ese "no se qué" que te hace voltear hacia atrás cuando sientes que alguien te observa, sentirse observado es definitivamente algo difícil de describir, detrás de un ojo hay una consciencia, hay un algo que ve, y detrás del ojo que se corría algo me vio, algo supo de mi.
En esa ocasión no le presté mayor atención al asunto, pudo haber sido alguien detrás de la niebla que me miraba fijamente sin saber en ese instante.
Recuerdo que seguí dibujando ojos en todas partes, siempre que tenía algo con qué rayar, de todo tipo, con pestañas, sin pestañas, con intrincados mandalas y fractales en las pupilas o simples puntos a veces; con el tiempo fui adquiriendo cierta destreza y empecé a pintarlos, utilicé toda clase de pinturas, y nunca me percaté de la obsesión en que se había convertido mi pasatiempo.
Cuando entré a la facultad de artes seguí centrado en los ojos, dibujaba reflejos de paisajes complicados en las pupilas, o pinturas famosas, retratos, autorretratos, en fin... el caso es que con el tiempo todas las galerías de la ciudad tenían al menos una pintura mía de un ojo, y la publicidad me usaba, grafittis en muchos lugares me imitaban, y murales gigantescos honraban mi obra.
Me volví famoso y millonario, diseñé billetes y estampillas, me otorgaron la medalla del congreso, y mis obras recorrieron los museos más importantes del mundo.
Juro que nunca fue mi intención facilitar a lo que nos ve una ventana a nuestra realidad, el día que mi trabajo despertó, yo estaba en mi casa de campo, fue una llamada la que me alertó sobre los ojos que devolvían la mirada. Luego en las noticias pude ver el caos y la confusión en las calles, cómo algunos se enloquecían al ver mis pinturas y los más sensatos trataban de taparlas para evitar la terrible sensación.
No se qué hacer, sólo quiero aclarar el malentendido, dejar en claro que no estoy aliado con lo que nos ve, y que las pinturas de oídos y bocas que encontraron en mi casa hasta ahora no me han escuchado y mucho menos hablado.
Escribo esto a manera de confesión, juro ante aquello que somos que es ajeno a lo que nos ve, que todo lo que digo es verdad, que soy humano y no tengo trato alguno con ese otro que nos atraviesa con su mirada. Espero puedan perdonarme.
Cuando ellos empezaron a mirarme me sorprendí. Vale, lo acepto, es increíble, pero no por eso irreal.
No digo mentiras, la primera vez que lo hicieron, mi mente se redujo a la imagen de dos espejos enfrentados; "Algo me ve, algo que yo veo me ve, y ese algo no soy yo mismo, ese algo es diferente al resto de humanos que soy", eso pensé.
Fue en un bus, cuando tenía 13 años, iba rumbo al colegio, sentado justo al lado de la ventana, era una mañana fría y la niebla era tan espesa que todo el paisaje era ceguera blanca. El vaho empañaba las ventanas, y bueno, cuando eso pasa no puedo reprimir el impulso infantil de dibujar algo con los dedos y verlo correrse en gotas lentas, aún hoy me es imposible resistirme a hacerlo. Empecé dibujando un arco con el lado convexo hacia arriba, como una montaña, y vi una montaña, una cueva, una entrada, una puerta quizás, luego como si de la cueva saliera un río cristalino, de mi dedo surgió un reflejo, y tuve un ojo, uno sin pupila, un ojo ciego, uno de mentiras, sin luz que entrara y saliera, un agujero negro muy blanco, dibujé la ceguera del otro lado de la ventana; por último, por un impulso irrefrenable, una profunda inspiración imposible de ignorar, dibujé la pupila, situé mi índice en el centro del arco y su reflejo, y lo dejé ahí. Lentamente, como si fuera mi dedo una llave de cristal en cerradura de plomo, lo despegué del vidrio, lo alejé, y una pupila destacó en el fondo blanco. No puedo decir que inmediatamente el ojo que dibujé me miró, porque no es verdad, cuando vi el dibujo terminado, solo vi un ojo como tantos que había hecho antes, y tuve la idea de hacer otro y luego añadir una nariz y una boca, igual, el frío vapor se sentía rico en mi dedo. Fue cuando me dispuse a dibujar el otro ojo que me percaté de que me estaba mirando.
La sensación que tuve es parecida a ese "no se qué" que te hace voltear hacia atrás cuando sientes que alguien te observa, sentirse observado es definitivamente algo difícil de describir, detrás de un ojo hay una consciencia, hay un algo que ve, y detrás del ojo que se corría algo me vio, algo supo de mi.
En esa ocasión no le presté mayor atención al asunto, pudo haber sido alguien detrás de la niebla que me miraba fijamente sin saber en ese instante.
Recuerdo que seguí dibujando ojos en todas partes, siempre que tenía algo con qué rayar, de todo tipo, con pestañas, sin pestañas, con intrincados mandalas y fractales en las pupilas o simples puntos a veces; con el tiempo fui adquiriendo cierta destreza y empecé a pintarlos, utilicé toda clase de pinturas, y nunca me percaté de la obsesión en que se había convertido mi pasatiempo.
Cuando entré a la facultad de artes seguí centrado en los ojos, dibujaba reflejos de paisajes complicados en las pupilas, o pinturas famosas, retratos, autorretratos, en fin... el caso es que con el tiempo todas las galerías de la ciudad tenían al menos una pintura mía de un ojo, y la publicidad me usaba, grafittis en muchos lugares me imitaban, y murales gigantescos honraban mi obra.
Me volví famoso y millonario, diseñé billetes y estampillas, me otorgaron la medalla del congreso, y mis obras recorrieron los museos más importantes del mundo.
Juro que nunca fue mi intención facilitar a lo que nos ve una ventana a nuestra realidad, el día que mi trabajo despertó, yo estaba en mi casa de campo, fue una llamada la que me alertó sobre los ojos que devolvían la mirada. Luego en las noticias pude ver el caos y la confusión en las calles, cómo algunos se enloquecían al ver mis pinturas y los más sensatos trataban de taparlas para evitar la terrible sensación.
No se qué hacer, sólo quiero aclarar el malentendido, dejar en claro que no estoy aliado con lo que nos ve, y que las pinturas de oídos y bocas que encontraron en mi casa hasta ahora no me han escuchado y mucho menos hablado.
Escribo esto a manera de confesión, juro ante aquello que somos que es ajeno a lo que nos ve, que todo lo que digo es verdad, que soy humano y no tengo trato alguno con ese otro que nos atraviesa con su mirada. Espero puedan perdonarme.
martes, 9 de julio de 2013
El descenso al inframundo: Inanna y Perséfone.
Uruk fue una ciudad Sumeria situada en la ribera oriental
del río Eúfrates, que hacia el tercer milenio a. c llegó a tener una población aproximada de entre 50.000 y 80.000 personas.
Durante el período de existencia de Uruk, que cubre el
final de la era de cobre y el principio de la era de Bronce (4000-3100 a.c)
Inanna fue la deidad femenina más prominente; su nombre se deriva del Sumerio
reina del cielo (Nin-nanna) y su equivalente semítico (Acádico) es Ishtar. Como
solía usarse en aquella época, y aún hoy día, las ciudades importantes eran
consagradas a un dios que se encargaba de su protección y a quién se rendía
culto en el templo principal, Uruk fue entonces la ciudad de Inanna, diosa del cielo y la
tierra, el amor, la fertilidad y la guerra. Inanna hace parte de la cuarta generación de
dioses Sumerios, es Hija de Nannar, dios de la Luna y Ningar, la luna, y
hermana gemela de Utu, dios del sol y la justicia.
Las narraciones recuperadas por los arqueólogos permiten
conocer varias facetas de la historia de Inanna, que abarcan desde su
nacimiento hasta su descenso al inframundo,
y numerosos himnos y cantos que le son dedicados. Su genealogía es bastante peculiar, desciende de una abuela paterna que fue
violada, (Enlil, dios del viento violó a Ninlil, señora del aire) y de una
abuela materna que fue amada (Enki, dios
de la sabiduría desposó a Ningikuga, diosa de los juncos), y en principio se
nombra a Inanna únicamente como estrella de la mañana y del atardecer, pero a medida
que se avanza en los relatos, ella va ganando una relevancia y preeminencia
sobre los demás dioses.
Es la evolución de Inanna, y la forma en que se hace a
sus atributos lo que permite establecer momentos específicos como joven mujer,
y luego como mujer adulta, rituales de paso que se ven fundados en cuatro
historias que describen la búsqueda de su identidad, la obtención de sus
distinciones, la elección de un amante y por último su descenso al inframundo.
En primer lugar, en la historia del “árbol Huluppu” nos
encontramos con una Inanna que aún no está completa como diosa, es apenas una niña, carece de todos sus atributos, pero es consciente de su destino y de la posibilidad de crear su propia gloria, por
lo que rescata el árbol Huluppu del Eúfrates y lo planta en su Jardín, con la
esperanza de hacerse de él un lecho y un trono, símbolos del poder y la
sexualidad. La historia cuenta que el árbol se ve invadido por tres criaturas problemáticas, una
serpiente que no puede ser hechizada, el ave Anzú y la oscura doncella Lilith,
que hace su primera aparición en los relatos de la humanidad justo en esta
historia. Estos visitantes son bastante
significativos, la serpiente encarna “la psique inferior, el psiquismo oscuro,
lo raro, incomprensible o misterioso” según el diccionario de símbolos de Jean
Chevalier, además la universalidad de las tradiciones la consideran dueña de
las mujeres y de la fecundidad. El ave anzú por su parte, en un relato anterior roba las tablas del
destino al dios de la sabiduría, ávido de poder y conocimiento. Por último la
oscura doncella Lilith, la primera mujer creada antes que Eva, al mismo tiempo
que Adán según la tradición cabalística, simboliza también la perversión del
deseo y el alejamiento de la participación en las normas.
Ante la intromisión de estos invitados indeseados en sus planes, Inanna no hace más que llorar, ellos son la materialización de su propia oscuridad y frente a ella se ve impotente; es por esta razón que pide ayuda a su hermano, parte humano, parte dios, Gilgamesh y este ahuyenta a los intrusos usando su fuerza. En pago Inanna le regala el Pukku y el Mikku, elementos que juegan un papel crucial en su posterior aventura.
Ante la intromisión de estos invitados indeseados en sus planes, Inanna no hace más que llorar, ellos son la materialización de su propia oscuridad y frente a ella se ve impotente; es por esta razón que pide ayuda a su hermano, parte humano, parte dios, Gilgamesh y este ahuyenta a los intrusos usando su fuerza. En pago Inanna le regala el Pukku y el Mikku, elementos que juegan un papel crucial en su posterior aventura.
Inanna se ve enriquecida con la transformación del árbol
pues desde ese momento se evidencia que está preparada para ejercer su poder y sexualidad.
En otro relato, se cuenta como Inanna elige al pastor
Dumuzi como esposo, y como los ritos de su boda son repetidos por los reyes de
la ciudad como forma de asegurar la fertilidad en los campos y los úteros cada
año.
En lo que se puede considerar otro punto de inflexión en los relatos, Inanna, asentada en su trono, con todo su poder y
realeza, y con un rey a su lado, se dirige a honrar y a persuadir al dios de la
sabiduría de que le entregue los me (atributos de la civilización).
La historia siguiente, importante para comprender el
descenso de Inanna al inframundo, es la de su visita al dios de la sabiduría.
Enki es hijo del cielo y la tierra, creador de los hombres y dios de las aguas
y la sabiduría, fue el primer dios en hacer un viaje al inframundo, reino de
Ereshkigal, es con su viaje lleno de
peligros como inicia la historia del árbol Huluppu, pues debido a la violencia
de los ataques que sufrió en su viaje, la oposición implacable de vientos y
tormentas es que el árbol es arrancado de la tierra y arrojado al Eúfrates de
donde lo rescata Inanna.
Según la traducción del relato, hecha por Diane Wolkstein
Y Samuel Noah Kramer al inglés, y por Ofelia
Iszaevich al español, Inanna
parte con la intención de honrar a Enki en su palacio, y es recibida con
honores:
“Cuando Inanna entró en el Abzu, Le dio pastel
de mantequilla para comer.
Vertió agua fría para que bebiera.
Le ofreció cerveza ante la estatua del león.
La trató con respeto.
Saludó a Inanna en la mesa sagrada, en la mesa celestial.
Enki e Inanna bebieron cerveza juntos.
Juntos bebieron más cerveza.
Juntos bebieron más y más cerveza.
Con sus vasos de bronce llenos hasta desbordarse,
Con los vasos de Urash, Madre de la Tierra,
Brindaron uno por la otra, se desafiaron uno a la otra.”
Vertió agua fría para que bebiera.
Le ofreció cerveza ante la estatua del león.
La trató con respeto.
Saludó a Inanna en la mesa sagrada, en la mesa celestial.
Enki e Inanna bebieron cerveza juntos.
Juntos bebieron más cerveza.
Juntos bebieron más y más cerveza.
Con sus vasos de bronce llenos hasta desbordarse,
Con los vasos de Urash, Madre de la Tierra,
Brindaron uno por la otra, se desafiaron uno a la otra.”
En medio de los brindis e intoxicado por la bebida Enki
regala a Inanna los me, un término intraducible que se entiende como poderes o
leyes divinas. Los atributos de la divinidad que regala a Inanna son los
siguientes:
1. El
alto sacerdocio: La divinidad. La corona noble y permanente. El trono de la realeza.
2. El noble cetro: el bastón de mando. El patrón sagrado para
medir y la línea. El alto
trono. El pastoreo. La majestad.
3. La princesa sacerdotisa: La divina
reina sacerdotisa. El sacerdote de los encantamientos. Al sacerdote noble. Al
sacerdote de las libaciones.
4. La verdad: el descenso al
inframundo. El ascenso del inframundo. La Kurgarra
(plañidera profesional).
5. La daga y la espada: La vestimenta negra. La vestimenta
colorida. La desatadura del cabello. La atadura del cabello.
6.
La norma: El carcaj.
7.
El arte de hacer el amor. El beso del falo. El arte de la prostitución. El arte de
favorecer. El
arte de la lengua honesta: el arte de la lengua calumniante. El arte de
adornar el lenguaje. A la prostituta de culto. La taberna sagrada.
8. El
altar sagrado: La sagrada sacerdotisa
celestial. El resonante instrumento musical.
el arte del canto. El arte del dignatario.
el arte del canto. El arte del dignatario.
9. El arte del héroe: El arte del poder. El arte de la
traición. El arte de la integridad.
El saquear ciudades. La exaltación de las lamentaciones. El regocijo del corazón.
El saquear ciudades. La exaltación de las lamentaciones. El regocijo del corazón.
10. El engaño: La tierra rebelde. El arte de la benevolencia.
el viaje. La morada segura.
el viaje. La morada segura.
11. El oficio del carpintero, el oficio del calderero de cobre.
El oficio del escriba. El oficio del herrero. El oficio del talabartero. El
oficio del batanero. El oficio del constructor.
El oficio del tejedor de juncos.
El oficio del tejedor de juncos.
12. El oído perceptivo: El poder de la atención. Los ritos
sagrados de purificación. El corral de forraje. El apilar de los carbones
calientes. El redil. El miedo. La consternación. La congoja.
13. El león, de amarga dentadura, el encendido del fuego, el
apagar el fuego, el brazo fatigado, la familia allegada, la procreación.
14. El enardecer la contienda: la prudencia, el consuelo del
corazón, la capacidad de juzgar, la toma de decisiones.
Inanna parte con todos los me en su barca celestial
mientras Enki volvía a la sobriedad. Una vez recuperado de la cerveza, Enki se
arrepiente de haber cedido los me, y manda a su sirviente detener la barca en
varias ocasiones, pero en todas es frustrado por la sirvienta de Inanna,
Ninshubur.
Cuando llegan a Uruk, Inanna desembarca y presenta los me
al pueblo de Sumeria.
Desde estos relatos encontramos a una Inanna sabia, llena
de poder, realeza y todos los atributos de la divinidad y la civilización. Es
esa diosa, en la cima de su poder, amada
por su pueblo y su esposo, la que decide bajar al inframundo por su propia
voluntad.
El inframundo para los sumerios está regido por la diosa
Ereshkigal, quien lo recibió en heredad en el momento primigenio de la
separación entre cielo, tierra e inframundo. Según Kramer “Los sumerios creían que las almas de los muertos iban al inframundo, y
que la vida continuaba allí de alguna manera como en la tierra; por ello los
enterraban con su ollas, herramientas, armas y joyas. Algunos de los reyes más
antiguos se hicieron enterrar hasta con sus cortesanos, sirvientes y ayudantes,
así como con sus carrozas y los onagros aún uncidos a ellas. En gran medida, es
de los descubrimientos hechos en las tumbas de los ricos que los arqueólogos
modernos han aprendido tanto acerca de la cultura material de los antiguos
sumerios.” No tiene nada que ver con
el infierno desde una perspectiva cristiana, pues allí no hay castigos o
recompensas. El inframundo entonces, es
el lugar al que van los cuerpos de los muertos, y del que nada regresa, del que
nada se sabe, es el lugar de lo oculto, del conocimiento prohibido, de aquello
que no es accesible a la conciencia.
Las razones por las que Inanna decide visitar a su
hermana gemela y mayor, Ereshkigal son un tanto confusas, por una parte en el
relato se aclara que su motivo era a acompañar a su hermana en los ritos de
muerte de su esposo Gugalanna, quien fuera muerto por Enkidu, acompañante de
Gilgamesh en su famosa aventura. Pero de esto no se vuelve a hablar en todo el
poema, lo que nos hace sospechar que sus motivos bien podrían ser otros, como
lo asevera Elsa Cross en su ensayo “El descenso de Inanna: una prefiguración de
los misterios”:
“De
este relato, surgen muchas preguntas. Una es, ¿cuál es la razón del viaje? Si
se descarta que Inanna vaya a los funerales del esposo de Ereshkigal, que jamás
se ven y son obviamente un pretexto, otra razón probable para el descenso es lo
que responden Enlil y Nanna, abuelo paterno y padre de ella, cuando Ninshubur
les pide ayuda. Dicen:
Mi
hija anheló el Gran Arriba.
Inanna
anheló el Gran Abajo.
La
que recibe los me, del inframundo no regresa.
La
que va a la Ciudad Oscura se queda allí.
Implican
que Inanna no se ha contentado con su propio dominio sino que quiere también el
de Ereshkigal.”
Si, aceptamos esta premisa, el primer verso del poema se
hace esclarecedor (Desde el Gran Arriba ella prestó oído al Gran Abajo.Desde el
Gran Arriba la diosa prestó oído al Gran Abajo.)
Desde el Gran Arriba Inanna prestó oído al Gran abajo,
pues en Sumeria, se usaba la misma palabra para oído y para sabiduría. Su
búsqueda, su aventura es entonces movida por el ansia de conocimiento, la diosa
del cielo y la tierra, deja todo para bajar al más profundo abismo. Abandona
las siete ciudades donde le rinden culto, y junta siete me para vestir:
1. El
shugurra, la corona de la estepa en la cabeza. Insignia del poder y la luz.
2. Arregló
sus rizos oscuros sobre la frente. El bucle en los cabellos es signo de
identificación según el diccionario de símbolos de Jean Chevalier. En la
traducción de Ángel Ma. Garibay, dice que se puso un velo que cubre el rostro.
El velo simboliza el ocultamiento de los secretos
3. El
cetro de lapislázuli. El cetro es un símbolo de poder y de autoridad suprema.
El lapislázuli es el símbolo cósmico de la noche estrellada. El cielo a su vez
simboliza la trascendencia, el poder y lo sagrado.
4. Gargantillas
de lapislázuli. A menudo los collares tienen un valor de amuleto y propiedades
mágicas.
5. Pectoral
de piedras finas. Simboliza el ímpetu valeroso.
6. Capa.
Símbolo de majestad, se le puede ver un simbolismo ascensional y celeste.
7. Cercos
en torno de sus ojos. El ojo simboliza
la conciencia, la percepción intelectual, simboliza la esencia y el
conocimiento divino. Inanna resalta sus ojos por lo que resalta su cualidad
consciente.
Ataviada de esta manera Inanna llega las puertas de Irkalla (el inframundo), no
sin antes advertir a su fiel mensajero Ninshubur que si no regresa, busque la
ayuda de los dioses, además de pedirle que mientras esté en el abismo
guarde luto con gemidos y llantos.
Una vez ante las puertas del inframundo, Inanna exige con voz fiera que se le permita la entrada ante el portero Neti. En la
versión Akádica del mito Innana/Ishtar amenaza con entrar por su propia fuerza,
tumbar la puerta y dejar que los muertos vuelvan a la tierra.
Vemos entonces una Innana prepotente, altiva, exigiendo entrar en el reino de la inconsciencia presentándose ante sus puertas con todos sus logros y virtudes, con su poder y grandeza.
Vemos entonces una Innana prepotente, altiva, exigiendo entrar en el reino de la inconsciencia presentándose ante sus puertas con todos sus logros y virtudes, con su poder y grandeza.
Neti pone sobre aviso a su Reina Ereshkigal y esta le
manda dejar a Inanna entrar por las siete puertas, y desnudarla de cada me en
cada puerta. El siete es un número que ha sido asociado en diversas tradiciones
con la totalidad del orden moral y la totalidad de las energías del orden
espiritual. “Simboliza un ciclo perfecto, una perfección dinámica. Cada período
lunar dura siete días… Siete indica el sentido de un cambio después de un ciclo
consumado y de una renovación” (diccionario de símbolos de Jean Chevalier) Son
numerosos los usos y significaciones del número siete en la cultura. Si
aceptamos que el siete significa la consumación de un ciclo y el inicio de
otro, podemos entonces afirmar de nuevo que cuando Inanna se presenta ante Neti
se encuentra en la cima de su poder, no hay nada más que ella pueda desear pues
todo lo tiene, solo queda enfrentarse a la muerte, lo único que resta conocer
es el secreto del abismo, aquello totalmente opuesto a su reino y a si misma.
Neti hace pasar a Inanna por la primera puerta y tal como
manda Ereshkigal, la hace inclinar, la reina del cielo y la tierra pasa
inclinada las puertas del inframundo, en la primera es despojada de su corona,
y en cada puerta le son arrebatados todos los atributos de la divinidad, la
civilización y la consciencia con los que se vistió. En cada puerta Inanna interroga
a su verdugo sobre la razón de tal vejación, lo único que atraviesa junto con
Inanna las siete puertas es la duda, el ansia de conocimiento no la abandona
jamás.
Inanna desnuda, Inanna únicamente acompañada por la duda,
Inanna sin poder, sin conocimiento, sin realeza, sin divinidad entra inclinada
ante Ereshkigal, su hermana mayor. Inanna se acerca al trono y es entonces
cuando los jueces del inframundo, los Annuna dictan sentencia en su contra, le
clavan los ojos de la muerte e Innana se convierte en cadáver, en carne podrida
que es colgada de un gancho.
Si Inanna se presenta ante las puertas del inframundo
reina del cielo y la tierra, llega ante Ereshkigal como reina de nada,
poseedora únicamente de la duda.
Tres días y tres noches después, su fiel sirvienta, clama
ante los dioses por su reina, primero va ante Enlil, dios del cielo, quien
responde así:
“Mi hija anhelaba el
Gran Arriba.
Inanna anhelaba el Gran Abajo.
Aquélla quien recibe los me del inframundo no regresa.
Aquélla quien va a la Ciudad Sombría allá se queda.”
Inanna anhelaba el Gran Abajo.
Aquélla quien recibe los me del inframundo no regresa.
Aquélla quien va a la Ciudad Sombría allá se queda.”
Estas
palabras nos dejan ver que Inanna recibió los me del inframundo, los poderes
sobre la muerte y la inconsciencia, el conocimiento profundo que tanto buscaba,
pero que este conocimiento le impide regresar, nadie que tenga poder sobre los
muertos puede caminar entre los vivos, esa es la ley de Enlil.
El único dios que presta atención a las plegarias de
Ninshubur y la ayuda es Enki,
dios de la Sabiduría, el mismo que había regalada en principio los me a Inanna.
Enki crea dos seres que no son ni machos ni hembras y los envía junto con el
agua de la vida al inframundo para que se ganen el favor de Ereshkigal
consolándola en sus dolores de parto. Las criaturas que Enki creó sirven bien a
Ereshkigal y esta en cambio les concede llevarse el cuerpo de Inanna que es
revivida con el agua de la vida.
Ereshkigal va a parir. Un parto en el reino de los
muertos, vida nueva en la muerte, esto nos habla de un entrecruzamiento de
poderes como lo afirma Elsa Cross:
“ ¿A
quién da a luz Ereshkigal? Según la lógica de los símbolos de este relato,
desde luego que a Inanna, quien vuelve a la vida justamente después de
Ereshkigal tiene los dolores de parto… lo sorprendente de este mito es cómo la
intrusión de Inanna en el inframundo provoca que estos dos poderes entren en
una interacción transformadora. Ya no son fuerzas separadas”
Inanna muere, Ereshkigal da a luz, un ciclo termina, un
nuevo ciclo comienza, ahora Inanna se ha reencontrado con su aspecto más
oscuro, ha intercambiado regalos con su hermana, por fin está completa, es una
sola ahora la diosa del cielo, la tierra y el inframundo, ha unido lo que se
separó en un principio, es la gran diosa madre que ha atravesado todas las
fases y ha vuelto a renacer.
Pero Inanna no puede abandonar el inframundo, pues la
regla es que una vez se ha entrado no se puede salir, la única posibilidad es
dejar que alguien entre en su lugar, luego de recorrer la tierra elige a su
esposo Dumuzi quién no se encontraba acongojado por la muerte de Inanna, pero
dictamina que solo estará allá mitad del año y su hermana lo reemplazará la
otra mitad, conmovida por los ruegos de esta última. Esta es otra prueba del
poder adquirido sobre el inframundo, puede dictar quién entra y quién sale.
El viaje de conocimiento de Inanna la hace despojarse de
todo lo que era y renacer como alguien nuevo, con mayor poder y sabiduría.
Comparación
con el rapto de Perséfone.
El mito del rapto de Perséfone tiene dos protagonistas,
Deméter y su hija, Perséfone. Ilustra la relación madre e hija y se centra en
esta.
Perséfone es una niña cuándo es raptada por Hades
mientras se acerca a recoger un narciso. El narciso es usado en las ceremonias
de iniciación, pues representa el entumecimiento de la muerte o el sueño, la
flor crece en primavera y se le vincula a los ritmos estacionales con sus
ciclos muerte-sueño-renacimiento. Este
rapto se puede interpretar como la evolución de niña a mujer que en el mito de
Inanna se presenta cuando se enfrenta con la ayuda de su hermano a los demonios
que habitan su árbol. El paso de Inanna es un paso anhelado, soñado y esperado,
el de Perséfone es traumático, sorpresivo, y lleno de dolor.
Mientras que Inanna se preparó para enfrentarse con su
hermana, Perséfone no estaba lista para ver a Hades, ni lo deseaba. En ambos
mitos hay alguien que se queda llorándolas y rogando a los dioses por ellas, en
el caso de Perséfone es su madre, Deméter.
Deméter es la diosa Griega de la agricultura, protectora
del matrimonio y la ley sagrada, portadora de las estaciones y protectora del
ciclo de la vida y la muerte. Deméter es
hija de Cronos y de Rea y por lo tanto
hermana de Zeus, con quién tuvo a Perséfone.
Los gritos de Perséfone mientras era raptada fueron
escuchados por su madre, pero lo que acontecía solo fue presenciado por el Sol
y la diosa Hécate. Y fue el primero, conmovido por su dolor, quien confesó a
Deméter lo que había pasado.
En el relato no se narra nada de lo acontecido en el
inframundo, sino que se habla del dolor de Deméter y sus trabajos en la tierra.
Para comprender lo que pasa abajo, debemos echar un
vistazo a lo que pasa arriba, si Deméter habita la tierra, la conciencia, y
Perséfone el inframundo, la inconsciencia, podemos tomar la historia de Deméter
como espejo de la historia de Perséfone.
Es justamente esta naturaleza especular lo que nos
permite hacer una comparación con el mito de Inanna; Deméter renuncia a su
condición de diosa ante la impotencia de rescatar a su hija, igual que Inanna
se despoja de sus atributos divinos ante las puertas del Irkalla. Tal vez
entonces, Perséfone también se vea despojada de sus condiciones anteriores, si
antes de ser raptada era una doncella, el rapto en si mismo puede simbolizar la
pérdida de su virginidad.
El llanto y las lamentaciones que durante nueve días
profiere Deméter puede ser espejo del mismo sentimiento de zozobra que embriaga
a Perséfone ante la aterradora nueva realidad a la que se ve enfrentada sin
buscarlo.
Si Perséfone pierde su libertad, también pierde su
libertad Deméter y cuenta a las hijas del rey de Eleusis que fue raptada (igual
que Perséfone) para ser acogida como
Nodriza del hijo del rey, es decir como sirvienta, esclava en un reino que no
es el suyo. Durante su estancia en Eleusis, Deméter no se alimenta de nada
vivo, no bebe el vino que le ofrecen, ni
ocupa el sitial que la esposa del rey le cede. Deméter no quiere ocupar la
silla de la reina de Eleusis, demostrando así también el rechazo que muestra
Perséfone a ser la reina del inframundo; Perséfone no quiere estar en el reino
de los muertos, y al igual que Deméter no busca ser la reina de ese reino
desconocido. Poco a poco, gracias a las atenciones de sus anfitriones, Deméter
vuelve a reír, y se encarga de preparar al hijo del rey para ser inmortal, tal
vez como forma de sustituir a su hija.
Cuando Deméter recupera su forma de diosa, vuelve a
sentir nostalgia por su hija, y hace que en la tierra no germine semilla
alguna. Deméter decreta la muerte hasta que su hija regrese a su lado. En el mito Sumerio, las semillas
dejan de germinar cuando los jueces del inframundo se llevan a Dumuzi, el
esposo de Inanna, consigo; hay ira en Inanna cuando encuentra a su esposo
y en Deméter cuando la apartan de su
trabajo de nodriza.
Zeus, preocupado porque la escasez de alimentos llevaría
a los humanos a la extinción, y con ellos a la extinción de los dioses, envía a
Hermes, el único que puede entrar y salir del inframundo para que recupere a
Perséfone; Hades acepta devolverla no sin antes hacer que esta coma unas
semillas de granada, símbolo de fertilidad, obligándola así a volver cada
tercio del año, pues quién come en el inframundo debe quedarse allí. Acá encontramos otro paralelo con el mito
sumerio, entre Perséfone y Dumuzi, pues los dos deben volver al inframundo cada
cierto tiempo.
Cuando Perséfone regresa con su madre, adquiere un lugar
honroso al lado de los dioses inmortales, lugar que no tenía antes, pues se
convierte en señora del Inframundo. Deméter deja que la tierra florezca de nuevo
y se pone en marcha con su hija vuelta a la vida, hacia la asamblea de los
dioses.
Perséfone al igual que Inanna, regresa del inframundo
revestida de poder, y en ambos mitos se teje una explicación de las estaciones,
pues mientras Perséfone y Dumuzi están en el inframundo, nada germina, y cuando
regresan la vida regresa a las plantas y a las semillas.
El mito del rapto de Perséfone, da lugar a los misterios
de Eleusis, que eran considerados los ritos de mayor importancia en la antigua
Grecia. En estos mitos se tomaba una bebida que probablemente tenía elementos
psicodélicos que pudieron haber debilitado la conciencia de los participantes,
permitiendo que afloraran formaciones inconscientes, o del “inframundo”,
repitiendo en ellos el mito.
Inanna y Perséfone presentan grandes diferencias en sus
respectivos descensos, por un lado Inanna ya es madura y poderosa cuando
emprende su camino voluntario, mientras que Perséfone es todavía una niña a la
que le gusta jugar y recoger flores. Inanna en su descenso va acompañada de la
duda y el afán de conocimiento, mientras que Perséfone está llena de aflicción
y temor, ambas pierden las condiciones que tenían antes de entrar y ambas
regresan a la tierra llenas de poder y honores.
Referencias...
- Diane Wolkstein y Samuel Noah Kramer,
1983. “Cantos e Himnos de Sumeria”. Traducción de Ofelia Iszaevich. http://inanna.iszaevich.net/
- Gabriela Onetto, 2011. “El descenso a
los infiernos, el viaje mitológico por excelencia”. http://revistareplicante.com/el-descenso-a-los-infiernos/
-
The ETCSL project, Faculty
of Oriental Studies, University of Oxford, 2003. “The electronic text corpus of
Sumerian literature”. http://etcsl.orinst.ox.ac.uk/
- Cross, Elsa. “El descenso de Inanna: una
prefiguración de los misterios”. http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/7009/pdf/70cross.pdf
- Neumann, Erich (2009). La
Gran Madre. Una fenomenología de las creaciones femeninas de lo inconsciente. Traducción Rafael
Fernández de Maruri. Colección: Paradigmas. Rústica. 74 ilustraciones y 185
láminas. Madrid: Editorial Trotta.
- Homero. “Himnos Homéricos”. Colección clásica. Traductor:
Antonia García Velásquez. Editorial Akal. Año edición 2000.
miércoles, 3 de julio de 2013
Agh.
Me pides que hable de lo que conozco, de lo que vibra en mi médula, pero no encuentro nada que vibre, ni frío que cale hondo, ni conocimiento certero, solo juegos de fantasmas y espejos, de hubieras, y quizás.
No hay certeza alguna en mis sospechas, no hay conocimiento del que pueda hablar, duda es todo lo que es en mi, preguntas tímidas en los ligamentos. Vivo entre amagos de por qué... y si no eres tú quién me pide seguridad, y si soy yo de nuevo buscando, y si busco por qué busco, y si encuentro... ¿qué?.
Todas mis historias, todas las del resto del mundo, letras, palabras, no encuentro ningún ahora, esperanzas, anhelos, y nostalgias nada más.
Y si...
agh.
No hay certeza alguna en mis sospechas, no hay conocimiento del que pueda hablar, duda es todo lo que es en mi, preguntas tímidas en los ligamentos. Vivo entre amagos de por qué... y si no eres tú quién me pide seguridad, y si soy yo de nuevo buscando, y si busco por qué busco, y si encuentro... ¿qué?.
Todas mis historias, todas las del resto del mundo, letras, palabras, no encuentro ningún ahora, esperanzas, anhelos, y nostalgias nada más.
Y si...
agh.
viernes, 21 de junio de 2013
Cansado
Estoy cansado.
Me cansé de fingir saber, de sospechar mucho y comprender poco; de entender con los huesos que no se nada, que no puedo saber nada, que el único conocimiento posible es la sospecha profunda.
El único lugar que veo es mi lugar, la única persona que conozco es a mi, el único hogar mi hogar, la única historia mi historia, ningún otro, todo otro es mío, todo tú es yo.
Acercarme al principio es develar la ilusión, todo conocimiento profundo es sospecha inaprensible, todo es sueño, todo es real, nada es mentira, nada es verdad, no hay fronteras en el país de la conciencia, no hay moral natural, ni ley inviolable.
Expandir mis límites es conocerme, no hay posibilidad de encuentro en un entendimiento mutuo, conocer otro, entender otro es devorarme la cola. Si te conozco te poseo, te adhiero a mi, tus palabras se hacen mías, mis palabras son tuyas porque tu y yo en el encuentro somos uno, no hay posibilidad alguna de escapar de la soledad de dios.
Saber de la ilusión no me garantiza escapar de ella, et in arcadia ego, y ego quiere ser pastor y se sabe oveja.
Hay una esfera en el caos, y la esfera no sabe, sospecha.
Non serviam, ego sum.
Me cansé de fingir saber, de sospechar mucho y comprender poco; de entender con los huesos que no se nada, que no puedo saber nada, que el único conocimiento posible es la sospecha profunda.
El único lugar que veo es mi lugar, la única persona que conozco es a mi, el único hogar mi hogar, la única historia mi historia, ningún otro, todo otro es mío, todo tú es yo.
Acercarme al principio es develar la ilusión, todo conocimiento profundo es sospecha inaprensible, todo es sueño, todo es real, nada es mentira, nada es verdad, no hay fronteras en el país de la conciencia, no hay moral natural, ni ley inviolable.
Expandir mis límites es conocerme, no hay posibilidad de encuentro en un entendimiento mutuo, conocer otro, entender otro es devorarme la cola. Si te conozco te poseo, te adhiero a mi, tus palabras se hacen mías, mis palabras son tuyas porque tu y yo en el encuentro somos uno, no hay posibilidad alguna de escapar de la soledad de dios.
Saber de la ilusión no me garantiza escapar de ella, et in arcadia ego, y ego quiere ser pastor y se sabe oveja.
Hay una esfera en el caos, y la esfera no sabe, sospecha.
Non serviam, ego sum.
viernes, 3 de mayo de 2013
El puente de las brujas.
En un puente a orillas de la carretera que cruza una raquítica quebrada uno pensaría que nunca podría pasar nada interesante. Pero todo empieza a cambiar cuando uno se entera que lo apodan "el puente de las brujas", y luego uno se pregunta por qué, pero no encuentra de dónde sacar la historia del nombre.
Luego recuerda que en una ocasión, uno fue parte de un ritual de año nuevo, en el que uno era el único representante masculino en una madrugada de algún primero de Enero. Y que luego tres brujas se quedaron solas en contacto con su desnudez y la piel de la tierra. Y luego imagina que tal vez, y sólo tal vez, la brujería rompe el tiempo, y el nombre del puente se lo dieron porque mucho tiempo después de haber sido creado, iba a ser centro de un aquelarre.
martes, 26 de marzo de 2013
Un suspiro.
¿Cómo se escribe un suspiro?
¿El recuerdo cargado y pesado es sujeto o predicado?
Y los verbos, ¿Van después o antes de morir un pedazo?
¿Cuántas vidas se necesitan para pronunciar un suspiro?
¿Qué tipo de aire se ensucia y qué aire sale limpio?
¿El recuerdo cargado y pesado es sujeto o predicado?
Y los verbos, ¿Van después o antes de morir un pedazo?
¿Cuántas vidas se necesitan para pronunciar un suspiro?
¿Qué tipo de aire se ensucia y qué aire sale limpio?
jueves, 21 de marzo de 2013
Un secreto.
Todavía no lo puedo creer, seguro es porque no me ha pasado. Lo cierto es que mi día empezó con esa extraña sensación que tengo a veces de poder doblar la página y leer lo que sucederá después. Ya lo sé, es loco, no suena convincente, real o al menos gracioso.
No me he querido levantar en todo el día, mi colchón tiene el molde de mi espalda marcado a la perfección, tengo miedo de que pase lo que vi, unos hombres de traje oscuro llegan y me revelan un secreto que yo no quiero saber. Hasta tapé la ventana de mi pieza para que no se escape ninguna luz, apagué el televisor, desconecté los teléfonos y le quité las pilas a cualquier cosa que pudiera hacer ruido.
Trato de respirar lo más tranquilamente posible, en mi visión ellos llegan mientras sudo y respiro agitado. Estoy desnudo porque en mi visión llevaba puesta un pijama azul de lana. Hice tiritas todas mis pijamas azules, pienso quemarlas en tanto me resuelva a pararme, creo que he cuidado todos los detalles, estoy desnudo, no tengo pijamas, estoy muy tranquilo y calmado, además estoy en un lugar que conozco a la perfección.
Me levanto lentamente, un pie tras otro, con cuidado de no asentarlos en algo que me haga resbalar. Generalmente no soy supersticioso, pero esta vez, en serio no quiero enterarme de eso que me contaron, bueno de lo que me van a contar. Mi casa está un poco desordenada, no lavé los platos de la cocina ayer, no me gusta ver la cocina sucia, me desespera. La caja de la pizza está a medio cerrar, una cucaracha huye apenas la abro. Creo que no desayunaré, en la nevera solo tengo una cebolla y leche. Mi casa es pequeña, es solo un rectángulo con un biombo que separa la habitación. Mientras lavo los platos pienso en la forma en la que el destino puede ganarme, pero no se me ocurre nada.
Lo malo es que tarde o temprano me tocará seguir con mi vida normal, porque no se en qué momento va a pasar, puede que sea dentro de unos pocos días o...
¿Qué pasó? ¿dónde estoy? ¿Qué es esto?
- Bienvenido, está en el hospital, lleva dos días en coma, al parecer el edificio en el que vive se derrumbó. Tranquilo, no se mueva, con esto se le quitará el dolor. Está en buenas manos. Descanse.
Mierda, mi casa, ¿qué pasó? ¿Por qué no me puedo mover? Enfermera no se vaya, ¡Sáqueme esto!
¡Enfermera! ¡No los deje entrar! ¡No los conozco!
No me he querido levantar en todo el día, mi colchón tiene el molde de mi espalda marcado a la perfección, tengo miedo de que pase lo que vi, unos hombres de traje oscuro llegan y me revelan un secreto que yo no quiero saber. Hasta tapé la ventana de mi pieza para que no se escape ninguna luz, apagué el televisor, desconecté los teléfonos y le quité las pilas a cualquier cosa que pudiera hacer ruido.
Trato de respirar lo más tranquilamente posible, en mi visión ellos llegan mientras sudo y respiro agitado. Estoy desnudo porque en mi visión llevaba puesta un pijama azul de lana. Hice tiritas todas mis pijamas azules, pienso quemarlas en tanto me resuelva a pararme, creo que he cuidado todos los detalles, estoy desnudo, no tengo pijamas, estoy muy tranquilo y calmado, además estoy en un lugar que conozco a la perfección.
Me levanto lentamente, un pie tras otro, con cuidado de no asentarlos en algo que me haga resbalar. Generalmente no soy supersticioso, pero esta vez, en serio no quiero enterarme de eso que me contaron, bueno de lo que me van a contar. Mi casa está un poco desordenada, no lavé los platos de la cocina ayer, no me gusta ver la cocina sucia, me desespera. La caja de la pizza está a medio cerrar, una cucaracha huye apenas la abro. Creo que no desayunaré, en la nevera solo tengo una cebolla y leche. Mi casa es pequeña, es solo un rectángulo con un biombo que separa la habitación. Mientras lavo los platos pienso en la forma en la que el destino puede ganarme, pero no se me ocurre nada.
Lo malo es que tarde o temprano me tocará seguir con mi vida normal, porque no se en qué momento va a pasar, puede que sea dentro de unos pocos días o...
¿Qué pasó? ¿dónde estoy? ¿Qué es esto?
- Bienvenido, está en el hospital, lleva dos días en coma, al parecer el edificio en el que vive se derrumbó. Tranquilo, no se mueva, con esto se le quitará el dolor. Está en buenas manos. Descanse.
Mierda, mi casa, ¿qué pasó? ¿Por qué no me puedo mover? Enfermera no se vaya, ¡Sáqueme esto!
¡Enfermera! ¡No los deje entrar! ¡No los conozco!
domingo, 17 de marzo de 2013
Guerra de palabras.
Cuando la luna se escondió tras las montañas, apareció galopando en su corcel negro, más negro que cualquier caballo que el lector haya visto. Las llamas en la aldea que dejaba atrás delataron enseguida al autor del maleficio, de la trama del tiempo se hizo amo para entrar en cualquier momento, era amigo de la araña que la tejía, una mosca insignificante que ahora le hablaba al oído.
Su papel era el de villano, su historia tenía que ser magnífica, a gran velocidad avanzó galopando en el asfalto temporal, yo no lo vi, pero me contaron, no quemó mi aldea pero si la de los antiguos habitantes de algún país que visitaré algún día.
El viernes santo, las campanas de los pueblos vecinos repicaron sin que nadie las tocara, en el horizonte el anaranjado color anunció el nacimiento de una leyenda. Y los aldeanos, insignificantes gotas de rocío en la telaraña universal, sintieron en sus huesos la pluma pesada del escritor demiurgo, un escalofrío repentino recorrió los cuerpos despertando un temor en las carnes, cada célula de cada cuerpo se sintió amenazada, y no era para menos; un otro había despertado, un alguien era consciente y ahora quería jugar, y traía puesta una corona, un sombrero de olivos.
Dicen los que vieron, que mientras dormían, un rayo atravesó sus sienes, los monjes de los monasterios abrieron sus ojos y no meditaron más, el cuento los llamó a actuar, no estaba en peligro la existencia sino la historia misma.
Pronto se supo en todos los rincones de la página, que la personificación del mal había aparecido, alguien había tomado el sendero oscuro y lo había hecho suyo, el camino sin luna ni estrellas venía galopando sobre un corcel invisible. Muchos se hincaron a sus pies, cuentan que cuando llegó a la capital, príncipes y reyes hacían fila para colmarlo de bienes y regalos, llegaron de los 7 puntos no-cardinales para rendirle honores.
Se instaló en el palacio del rey, sus sirvientes eran príncipes, su corona de olivos era la bandera que ondeaba en todas las catedrales. Sus manos eran de carne y hueso, su aliento apestaba a cerdo, como el de todos, su barba era roja, sus cejas castañas y su pelo blanco y largo como una capa. Sus ojos centelleaban, tenía fuego, literalmente fuego ardiendo en sus pupilas. Sus piernas eran delgadas, enfundadas en unos pantalones oscuros y ceñidos que parecían brotar de sus propios huesos. Le ruego al lector que le ponga cara de villano, y una camisa normal de la época en que lea.
Su voz sonaba en los corazones de quienes lo veían, buscaba con afán al enemigo, al bueno del cuento, al príncipe gallardo al que se enfrentaría, al apuesto caballero en un corcel blanco que le haría frente. No encontró al valiente en ningún corazón que miró. Pero sabía que en algún párrafo aparecería, si es que no se había insinuado ya.
El castillo de la bandera de laurel, se encontraba repleto, la ciudad estaba llena de soldados y cada vez se adivinaban más caballeros en el horizonte, no había ya ninguna casa que ocupar, y las tiendas se alzaban en la planicie por doquier. Los cuernos sonaban y mensajeros iban y venían, trompetas de guerra convocaban a cualquiera que hubiera sentido el llamado del nuevo señor.
Mientras tanto en el monasterio, se buscaba otra pluma para rayar la hoja en blanco, justo después del párrafo anterior. Los monjes afilaban sus lápices, y preparaban sus pinturas, el buda caminaba de nuevo con paso ágil dando órdenes. Pergaminos antiguos se desenrollaron, polvo de antiquísimas historias llenó el modesto lugar al borde de un acantilado. Los ojos miraron, de nuevo se concentraron en esta realidad, las miradas cargadas de fuego de varias moscas parlantes buscaban la forma de parir avispas de papel, bueno, en realidad no muchas, solo una capaz de matar arañas. El buda despertó a varios dioses, invocó a buenos y malos de historias pasadas y futuras, resucitó reyes leales a su voluntad y durmió a aquellos que aún no habían sucumbido al poder del nuevo señor, pero que lo harían. Llegaron hombres santos de todas las regiones del hectaedro, todos débiles y famélicos, cansados y con ganas de volver a ignorar el cuento.
El buda no encontró un ejército digno de oponerse al del nuevo señor, todo lo que tenía era hombres de buena voluntad, y uno que otro malo de una historia en la que se había visto vencido, y algunos buenos vencedores. En realidad, dicen que no se preocupó, se rió cuando uno de los antiguos reyes le mostró la debilidad de su ejército. Dijo su nombre, y el verdadero nombre de cada uno de los presentes en su monasterio, y a cada canto, cada personaje se convirtió en todo un hércules. Ruego al lector que si nunca vio a hércules, o no conoce sus hazañas, se imagine al hombre más fuerte que conozca.
Las campanas sonaron como llamada a la guerra, todos los monasterios con todos sus budas musculosos se juntaron en una sola línea.
El malo del cuento leyó a su oponente en el párrafo anterior. Supo su condición pero no su nombre, y propuso un cambio justo al escritor, reveló su nombre para que fuera escrito, a condición de saber el nombre del santo. El demiurgo le susurró el nombre del santo, es Odishsus. El nombre del malo es Demiapán.
Demiapán nombró a Odishus, y Odishus nombró a Demiapán, ahora ambos se pertenecían y habían entrelazado sus letras para encontrarse en la misma página, al párrafo siguiente.
Cabalgaduras de todas las formas y tamaños, vivas o muertas, pasadas y futuras, salieron del monasterio, volando, reptando, caminando, corriendo, nadando. Mientas que del castillo de la bandera de Laurel, a paso de conquistador se encaminaron los sirvientes de Demiapán. Se acercaron letra por letra, y se encontraron frente a frente en este párrafo, alzaron sus vocales y cantaron guturalmente con sus consonantes para atemorizar al enemigo. Odishus y Demiapán, reservaron un sitio en el centro para encararse, en toda la planicie se veían santos musculosos y reyes malditos odiándose con agua y fuego en sus ojos. Armas multicolores adornaban todo el espacio, la página se llenó de un espeso humo de antorchas y cabezas encendidas. Ojos de todos los lectores se entornaron para entender lo que estaba pasando. El campo de batalla se dibujó ante la vista de todos, como en las mejores batallas en las que el lector haya participado.
En el centro, justo en medio de Odishus y Demiapán, un tablero de ajedrez, con todas sus fichas bien puestas, pero un poco diferente al que el lector normal puede conocer; con sus siete lados y sus 777 casillas, y sus 333 piezas, alineadas y listas para jugarse la vida.
Las miradas de fuego del buda y el nuevo señor, concentradas en el tablero, las letras fueron y vinieron, los minutos pasaron, el tiempo se consumió ante la vista de cualquiera que lea. De repente el grito final, Demiapán recitó el alfabeto completo mientras se hacía mosca en el matamoscas, aplastada junto al rey de su parte que cayó a manos de la dama del buda. La avispa había picado a la araña. Los monjes tenían los huevos listos. ¡La araña ha muerto, viva la araña! gritaron todos los que se encontraron en estas líneas.
El demiurgo ha contado otra historia. El lector la ha leído. El escritor no tiene ni idea de que acaba de pasar.
Su papel era el de villano, su historia tenía que ser magnífica, a gran velocidad avanzó galopando en el asfalto temporal, yo no lo vi, pero me contaron, no quemó mi aldea pero si la de los antiguos habitantes de algún país que visitaré algún día.
El viernes santo, las campanas de los pueblos vecinos repicaron sin que nadie las tocara, en el horizonte el anaranjado color anunció el nacimiento de una leyenda. Y los aldeanos, insignificantes gotas de rocío en la telaraña universal, sintieron en sus huesos la pluma pesada del escritor demiurgo, un escalofrío repentino recorrió los cuerpos despertando un temor en las carnes, cada célula de cada cuerpo se sintió amenazada, y no era para menos; un otro había despertado, un alguien era consciente y ahora quería jugar, y traía puesta una corona, un sombrero de olivos.
Dicen los que vieron, que mientras dormían, un rayo atravesó sus sienes, los monjes de los monasterios abrieron sus ojos y no meditaron más, el cuento los llamó a actuar, no estaba en peligro la existencia sino la historia misma.
Pronto se supo en todos los rincones de la página, que la personificación del mal había aparecido, alguien había tomado el sendero oscuro y lo había hecho suyo, el camino sin luna ni estrellas venía galopando sobre un corcel invisible. Muchos se hincaron a sus pies, cuentan que cuando llegó a la capital, príncipes y reyes hacían fila para colmarlo de bienes y regalos, llegaron de los 7 puntos no-cardinales para rendirle honores.
Se instaló en el palacio del rey, sus sirvientes eran príncipes, su corona de olivos era la bandera que ondeaba en todas las catedrales. Sus manos eran de carne y hueso, su aliento apestaba a cerdo, como el de todos, su barba era roja, sus cejas castañas y su pelo blanco y largo como una capa. Sus ojos centelleaban, tenía fuego, literalmente fuego ardiendo en sus pupilas. Sus piernas eran delgadas, enfundadas en unos pantalones oscuros y ceñidos que parecían brotar de sus propios huesos. Le ruego al lector que le ponga cara de villano, y una camisa normal de la época en que lea.
Su voz sonaba en los corazones de quienes lo veían, buscaba con afán al enemigo, al bueno del cuento, al príncipe gallardo al que se enfrentaría, al apuesto caballero en un corcel blanco que le haría frente. No encontró al valiente en ningún corazón que miró. Pero sabía que en algún párrafo aparecería, si es que no se había insinuado ya.
El castillo de la bandera de laurel, se encontraba repleto, la ciudad estaba llena de soldados y cada vez se adivinaban más caballeros en el horizonte, no había ya ninguna casa que ocupar, y las tiendas se alzaban en la planicie por doquier. Los cuernos sonaban y mensajeros iban y venían, trompetas de guerra convocaban a cualquiera que hubiera sentido el llamado del nuevo señor.
Mientras tanto en el monasterio, se buscaba otra pluma para rayar la hoja en blanco, justo después del párrafo anterior. Los monjes afilaban sus lápices, y preparaban sus pinturas, el buda caminaba de nuevo con paso ágil dando órdenes. Pergaminos antiguos se desenrollaron, polvo de antiquísimas historias llenó el modesto lugar al borde de un acantilado. Los ojos miraron, de nuevo se concentraron en esta realidad, las miradas cargadas de fuego de varias moscas parlantes buscaban la forma de parir avispas de papel, bueno, en realidad no muchas, solo una capaz de matar arañas. El buda despertó a varios dioses, invocó a buenos y malos de historias pasadas y futuras, resucitó reyes leales a su voluntad y durmió a aquellos que aún no habían sucumbido al poder del nuevo señor, pero que lo harían. Llegaron hombres santos de todas las regiones del hectaedro, todos débiles y famélicos, cansados y con ganas de volver a ignorar el cuento.
El buda no encontró un ejército digno de oponerse al del nuevo señor, todo lo que tenía era hombres de buena voluntad, y uno que otro malo de una historia en la que se había visto vencido, y algunos buenos vencedores. En realidad, dicen que no se preocupó, se rió cuando uno de los antiguos reyes le mostró la debilidad de su ejército. Dijo su nombre, y el verdadero nombre de cada uno de los presentes en su monasterio, y a cada canto, cada personaje se convirtió en todo un hércules. Ruego al lector que si nunca vio a hércules, o no conoce sus hazañas, se imagine al hombre más fuerte que conozca.
Las campanas sonaron como llamada a la guerra, todos los monasterios con todos sus budas musculosos se juntaron en una sola línea.
El malo del cuento leyó a su oponente en el párrafo anterior. Supo su condición pero no su nombre, y propuso un cambio justo al escritor, reveló su nombre para que fuera escrito, a condición de saber el nombre del santo. El demiurgo le susurró el nombre del santo, es Odishsus. El nombre del malo es Demiapán.
Demiapán nombró a Odishus, y Odishus nombró a Demiapán, ahora ambos se pertenecían y habían entrelazado sus letras para encontrarse en la misma página, al párrafo siguiente.
Cabalgaduras de todas las formas y tamaños, vivas o muertas, pasadas y futuras, salieron del monasterio, volando, reptando, caminando, corriendo, nadando. Mientas que del castillo de la bandera de Laurel, a paso de conquistador se encaminaron los sirvientes de Demiapán. Se acercaron letra por letra, y se encontraron frente a frente en este párrafo, alzaron sus vocales y cantaron guturalmente con sus consonantes para atemorizar al enemigo. Odishus y Demiapán, reservaron un sitio en el centro para encararse, en toda la planicie se veían santos musculosos y reyes malditos odiándose con agua y fuego en sus ojos. Armas multicolores adornaban todo el espacio, la página se llenó de un espeso humo de antorchas y cabezas encendidas. Ojos de todos los lectores se entornaron para entender lo que estaba pasando. El campo de batalla se dibujó ante la vista de todos, como en las mejores batallas en las que el lector haya participado.
En el centro, justo en medio de Odishus y Demiapán, un tablero de ajedrez, con todas sus fichas bien puestas, pero un poco diferente al que el lector normal puede conocer; con sus siete lados y sus 777 casillas, y sus 333 piezas, alineadas y listas para jugarse la vida.
Las miradas de fuego del buda y el nuevo señor, concentradas en el tablero, las letras fueron y vinieron, los minutos pasaron, el tiempo se consumió ante la vista de cualquiera que lea. De repente el grito final, Demiapán recitó el alfabeto completo mientras se hacía mosca en el matamoscas, aplastada junto al rey de su parte que cayó a manos de la dama del buda. La avispa había picado a la araña. Los monjes tenían los huevos listos. ¡La araña ha muerto, viva la araña! gritaron todos los que se encontraron en estas líneas.
El demiurgo ha contado otra historia. El lector la ha leído. El escritor no tiene ni idea de que acaba de pasar.
martes, 12 de marzo de 2013
Guerrero.
Las grandes llanuras verdes dan paso en el fondo a las montañas nevadas, esa es la pintura de su ventana, el sudor que cae por sus sienes y el palpitar de la sangre en sus oídos son el toque final para este principio asfixiante.
Fuera de la ventana no hay más huecos en la torre en la que está encerrado, es la única puerta, salida y entrada, mira al oriente y da la espalda al atardecer.
La decisión grita en su cabeza, la sangre hierve en sus venas, el aire envenena sus pulmones, que se tornan trompetas de guerra, las rodillas eclipsan todo el paisaje, no hay más que la contracción leve de los ligamentos dispuestos a entregar toda la energía posible.
Y en el momento, acompañado por la música acuciante de la respiración agitada, ¡El salto!
El choque del aire nuevo en todo el cuerpo, la expectativa en cada célula, y la caída, la imparable caída de todo lo que se esconde en una torre.
Es un guerrero, nunca lo supo, el guerrero solo se conoce en el presente, mientras cae y disfruta el vuelo.
En su mente el suelo empieza a cobrar forma, lo ansía, lo espera, lo desea, le teme. Pero no lo va a esquivar, no tiene como, es imposible, eso lo convierte en guerrero, la certeza de que todo lo que tiene es el ahora para agarrarse.
El suelo no existe, si no se espera. Todo el tiempo en un salto, toda la vida en un grito.
Fuera de la ventana no hay más huecos en la torre en la que está encerrado, es la única puerta, salida y entrada, mira al oriente y da la espalda al atardecer.
La decisión grita en su cabeza, la sangre hierve en sus venas, el aire envenena sus pulmones, que se tornan trompetas de guerra, las rodillas eclipsan todo el paisaje, no hay más que la contracción leve de los ligamentos dispuestos a entregar toda la energía posible.
Y en el momento, acompañado por la música acuciante de la respiración agitada, ¡El salto!
El choque del aire nuevo en todo el cuerpo, la expectativa en cada célula, y la caída, la imparable caída de todo lo que se esconde en una torre.
Es un guerrero, nunca lo supo, el guerrero solo se conoce en el presente, mientras cae y disfruta el vuelo.
En su mente el suelo empieza a cobrar forma, lo ansía, lo espera, lo desea, le teme. Pero no lo va a esquivar, no tiene como, es imposible, eso lo convierte en guerrero, la certeza de que todo lo que tiene es el ahora para agarrarse.
El suelo no existe, si no se espera. Todo el tiempo en un salto, toda la vida en un grito.
jueves, 7 de marzo de 2013
La puta mierda.
Tenía un pedazo de mierda pegado en el zapato, no se de qué parte del camino, apenas lo noté cuándo me hizo resbalar. Tuvo que venir del culo del mayor de los demonios, porque en cuánto la vi, me convenció de que era parte del paisaje, y que si estaba en mi zapato, alguna función en mi destino debía cumplir.
No era una mierda normal, aunque olía feo su aspecto era un tanto agradable, me pasé días enteros identificando de qué estaba hecha, y en qué difíciles situaciones o grandes aventuras se había visto inmerso el culo que la cagó. Habían hongos de más allá del valle, frutas de árboles extintos, raíces que sólo crecen en los pantanos de la locura, y pedazos de hierbas de distintos colores. Caminé con ella pegada a mi bota por varios días, se empezó a hacer amiga del barro de antes y del nuevo, se mezclaba con la suciedad de mis caminos, y a veces se quedaba de a poquitos vigilando la retaguardia. No la culpé de mis caídas en esos días, ¡Que ciego estaba! incluso llegué a sentirme orgulloso de llevar la marca de un demonio en mi zapato, su olor se empezó a confundir con el mío, y yo ya no podía decir qué parte de mi bota era mierda, o barro acumulado.
No entendía por qué dolían tanto los raspones, ni por qué eran tantas las caídas. Aunque no era un experto caminante, la mayor parte del tiempo me la pasaba erguido, era raro, pero no me detuve a pensar en eso mientras tuve la bota sucia.
Cansado de tantas caídas, y aburrido porque de tanto estar en el suelo no había vuelto a ver mi horizonte, decidí quitarme la mierda de la bota con mi bastón, cuándo lo hice, me di cuenta que muchos caminantes a mi lado tenían la misma mierda, y que se le seguía pegando a cuanto buen viajero se acercaba.
¡Que asco! no solo tuve una mierda en mi zapato, que me hacía resbalar, ¡tuve una puta mierda!
No era una mierda normal, aunque olía feo su aspecto era un tanto agradable, me pasé días enteros identificando de qué estaba hecha, y en qué difíciles situaciones o grandes aventuras se había visto inmerso el culo que la cagó. Habían hongos de más allá del valle, frutas de árboles extintos, raíces que sólo crecen en los pantanos de la locura, y pedazos de hierbas de distintos colores. Caminé con ella pegada a mi bota por varios días, se empezó a hacer amiga del barro de antes y del nuevo, se mezclaba con la suciedad de mis caminos, y a veces se quedaba de a poquitos vigilando la retaguardia. No la culpé de mis caídas en esos días, ¡Que ciego estaba! incluso llegué a sentirme orgulloso de llevar la marca de un demonio en mi zapato, su olor se empezó a confundir con el mío, y yo ya no podía decir qué parte de mi bota era mierda, o barro acumulado.
No entendía por qué dolían tanto los raspones, ni por qué eran tantas las caídas. Aunque no era un experto caminante, la mayor parte del tiempo me la pasaba erguido, era raro, pero no me detuve a pensar en eso mientras tuve la bota sucia.
Cansado de tantas caídas, y aburrido porque de tanto estar en el suelo no había vuelto a ver mi horizonte, decidí quitarme la mierda de la bota con mi bastón, cuándo lo hice, me di cuenta que muchos caminantes a mi lado tenían la misma mierda, y que se le seguía pegando a cuanto buen viajero se acercaba.
¡Que asco! no solo tuve una mierda en mi zapato, que me hacía resbalar, ¡tuve una puta mierda!
lunes, 25 de febrero de 2013
El Gallinazo.
Lo llamaban El Gallinazo, nadie sabía de dónde venía ni en qué momento había llegado, tampoco sabía nadie por qué el aire se llenaba de putrefacción apenas alguien mencionaba su nombre. El barrio había empezado a marchitarse apenas se empezaron a escuchar rumores sobre su llegada. Los árboles de los parques se empezaron a pudrir, los pájaros dejaron de cantar, el aire olía feo y el agua sabía mal apenas alguien decía "El Gallinazo". Nadie sabía cómo era, pero se decía en los callejones que era el algo más feo que jamás había visto nadie. No tenía ojos, y todo su cuerpo eran garras.
Se decía que dónde El Gallinazo ponía sus garras nada volvía a crecer.
El Gallinazo se fue apoderando silenciosamente y poco a poco de las casas abandonadas del barrio, sin que nadie se diera cuenta, se fue metiendo de a poquitos en la realidad de todos los vecinos, haciéndose uno de ellos; no tenía papá ni mamá, era tan malo que lo habían condenado ya a morir siete mil veces en la silla eléctrica, lo habían mandado decapitar en todas las plazas, lo habían perseguido por pantanos y alcantarillas con perros de caza, pero su olor era tan insoportable que cuando se acercaban lo suficiente los perros morían.
El Gallinazo atacaba siempre de noche mientras todos dormían, y se sentía bien cuando hacía mal. En él, el bien y el mal estaban al revés.
Era un loco, un sicario con balas y muerte siempre al lado.
Cuando El Gallinazo se hizo con el control de todo el barrio, se convirtió en el criminal más odiado, y más buscado de todo el mundo, no había un solo ser que no lo quisiera ver muerto, y a él no le importaba porque era malo con ganas.
Hasta que un día El Gallinazo se aburrió porque no había un bueno tan bueno que pudiera contrarrestar su maldad. No había policías tan buenos para lo tan malo que era él. Por eso dejó de jugar, se murió un rato, mientras pensaba en que realidad meterse para ser lo más asquerosamente inesperado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)