martes, 31 de marzo de 2009

sigo esperando que amanezca

Esta noche quería que fuera día, todo estaba tan triste, oscuro, solo, todo igual a como se sentía por dentro, que patético se sentía el combinar con la noche.  Caminé por los callejones raidos de mi propia existencia y me senté a esperar que amaneciera.  

lunes, 16 de marzo de 2009

Sombra


Y aquí voy, de nuevo yo.
Camino por las calles oscuras del pueblo, doy vuelta en la esquina donde todavía se ve una luz titilante, es una lámpara de esas que solían iluminar todas las calles en este mismo segundo pero de otro tiempo. Las sombras sugerentes que proyecta la lámpara me impulsan a aminorar el paso. Agudizo mis oídos y detengo totalmente mi marcha, trato de concentrarme en la sombra larga que se ve en la carretera da adoquines gastados, no se mueve pero pareciera cambiar con cada lapso pequeño de tiempo en que la luz se apaga. No puedo asegurar que está cambiando, pero tampoco puedo decir que es la misma. Mejor me quedo quieto, quiero sorprenderla cuando cambie de forma. Hace mucho frío pero no hay viento, solo el que experimentaba hace unos minutos cuando caminaba y rompía la frágil armonía de los átomos de aire. Pienso en ser un átomo, debe ser difícil saberse ladrillo del mundo, debe producir mucha tensión, no me quiero tensionar. ¡Ahí está!, se acaba de transformar en algo totalmente parecido a lo que era antes. No puedo pensar en nada, debo estar atento.
Esa sombra está aprovechando para moverse en el mismo instante en que deja de haber luz, parece ser astuta, pero no puede ser más astuta que yo, una vez me gané el premio al más astuto en el colegio, recuerdo mi colegio, tenía muchos lugares para esconderme, siempre me escapaba de matemáticas para irme a fumar montado en algún árbol de la salida, o detrás de la capilla, en ese hueco lleno de raíces en el que nadie se metía, ahí fumaba y veía como se movía la tierra, siempre aparecían animales raros, bichos de esos que nunca se ven en un álbum de estampitas por feos y asquerosos.  Sería bueno ser un bicho de esos y meterme debajo de las raíces y sentir toda la presión de la tierra mojada, no mejor no, no quiero sentirme presionado. Deben haber bichos debajo de la sombra, en las grietas de los adoquines, debe haber porque ahí se ve que sale hierba, ósea que debajo debe haber tierra, bueno eso creo, nunca he levantado un adoquín para ver que hay debajo. Esos adoquines llevan mucho tiempo donde están, se nota que muchas carretas les han pasado por encima, están todos quebrados en las puntas y algunos por la mitad, sería bueno ser adoquín, mmm, no mejor no, no quiero ser pisoteado. Ya no quiero destapar los adoquines para ver si hay tierra debajo, no los quiero desacomodar, deben haber tardado mucho para encontrar una posición cómoda para resistir.
Yo no soy muy resistente, siempre me canso cuando me toca correr, por eso es que soy tan bueno para encontrar escondites, debe ser por el cigarrillo, mi mamá me dice que lo deje, que eso no es de niños buenos, pero yo no quiero ser un niño bueno, esos andan todos bien peinados en la calle comprando dulces y yendo a misas, a mi no me gustan las misas, siempre hay un señor vestido de vieja que habla de otro señor que se vestía igual pero parecía más vieja porque se dejaba el pelo largo, si no fuera por la barba hubiera dicho que era una señora cuando lo vi la primera vez.
Yo creo que a mi mamá le gusta el señor que da las misas, porque siempre va media hora antes todos los domingos y se encierra con él en un cuartico oscuro disque para que la perdone, yo no sé porque la tiene que perdonar él, no creo que mi mamá le haya hecho algo malo, debe ser por algo que yo hice. ¡Se movió de nuevo! ahhh!!! Estaba pensando otra vez, tengo que dejar de pensar para poder pillarla en el mismo instante que se mueva. Ya me estoy cansando, me voy a sentar para esperarla más cómodo.
Tengo ganas de un cigarrillo, pero no traigo candela, si tuviera candela prendería las hojas secas que vi amontonadas cuando venía, dos cuadras antes del parque doblando a la derecha. Claro que si tuviera candela lo primero que haría sería prenderme un cigarrillo, aunque le prometí a mi mamá que no iba a volver a fumar para que me recibieran en el colegio. Mierda, estoy pensando de nuevo. Debería hacerle caso a mi mamá, allá enseñan a no pensar, si hubiera seguido en el colegio ya habría podido descubrir la sombra en el mismo momento en que cambia. No entiendo por qué  la gente no sale de noche, a mí siempre me gusta salir y ver las estrellas, me gustaría ser una estrella como mi papá, pero mi mamá todavía no me dice el secreto para serlo, ella dice que cuando crezca lo entenderé. Bueno espero crecer pronto, quiero espiar el mundo desde allá arriba. Siempre que espío desde aquí abajo me pillan, la vez pasada estaba viendo como mi profesor le metía la lengua en la garganta a la cocinera de la escuela, pero me descubrieron porque hice sonar una olla, estaba dentro de la alacena. Desde ese día todo cambió con mi profesor, siempre que me veía se ponía rojito, nunca entendí por qué. Ya entiendo por qué mi mamá se mete en el cuarto oscuro con el otro señor, ¡es para que mi papá no la pueda ver!
¡Ahora sí! se está moviendo, está más chiquita, pero también se está poniendo menos negra, este es el momento, por fin voy a saber que es. Ahora si solo voy a ver y no voy a pensar en nada. Está mas corta y mas clara, mas corta y mas clara, mas corta y mas clara.
¡Carajo salió sol! 
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domingo, 15 de marzo de 2009

ángel


Se sentó a esperar que el mundo se repitiera, quiso participar como espectador esta vez, de nuevo todo igual, la misma trama, los mismos personajes principales, algunos nuevos secundarios; se cansó del juego del destino y quiso estar sobre él, volar sobre las nubes para que no le mojara la lluvia. Bajó la vista por mucho tiempo, impidiendo cualquier sentimiento, o emoción, sabía que en el momento que sintiera algo estaría perdido de nuevo. Se limitaba a ver el azul del cielo, las formas de las nubes que borra el viento, la distribución de los aires, los cambios de color en el atardecer, las bromas del sol a los sedientos, las gotas de agua elevándose por los cielos y reuniéndose en una orgía vertiginosa hasta volver a caer.

Miró de nuevo a los humanos, empezó con la  anciana que esperaba la lluvia todos los domingos después de salir de misa, siempre salía con su paraguas sin importar nada, se sentaba en la plaza a ver las palomas hasta que alguna gota de agua sonara en el impermeable, o que las cigarras anunciaran las estrellas. Siguió mirando, descubrió al profesor que se sentaba todas las tardes a leer los periódicos y recortar noticias que luego acumulaba en amplias carpetas, para que sus alumnos “conocieran el mundo”, amontonaba y amontonaba recortes que nunca mostraba a nadie.  Observó la vaga existencia del lechero, el policía, el cura y el alcalde, cada uno sumido en sus propias rutinas, cada uno pensando en que estaba haciendo lo mejor, todos caminando sin sentido, todos al servicio de un mundo que construyeron, los absorbió y los sumió en una esclavitud perpetua, víctimas todos de su propio invento.

Siguió repasando vidas ajenas, hasta que sus ojos lo llevaron de nuevo a los que no eran ajenos, a aquellos que guardaban sus pedazos, algunos con desinterés sin ni siquiera advertirlo, otros con devoción. Quiso pasar rápido la vista, pero se convenció de que mirarlos un rato no le haría ningún daño, solo quería saber como estaban.  Regresó a sus ojos, a los ojos que lo hicieron marchar, a esos a los que juró no mirar. No habían cambiado, aunque estaban sucios de polvo de los caminos, bajó a sus manos y las encontró cansadas, miró su boca y la encontró perfecta, por su cuello empezó a derramarse, y sus palabras brotaron de la garganta seca.

Su corazón volvió a latir, estaba perdido de nuevo.

El mundo siguió girando, esta vez él giró también.