domingo, 28 de junio de 2015

Un otro una mañana

Con la pesadez de la mañana extrañamente ausente, Carlo se quitó las cobijas de tajo y las arrojó al piso, se incorporó violentamente y desnudo como estaba corrió hasta el cuarto de baño, del que no lo separaban muchos pasos. Abrió la ducha y se puso directamente bajo el agua, sin siquiera tantear con el pie la temperatura. El estremecimiento por el choque frío le hizo recuperar momentáneamente la cordura cotidiana y por poco alejarse del chorro, pero la fuerza que lo había invadido se impuso y lo obligó a soportar el baño junto a la presencia lejana de un otro, primerizo en su cuerpo.
Esa especie de locura matutina era superior a cualquier momento que pudiera recordar en dónde su voluntad ganara a la inercia diaria, por lo que descartó que fuera él quién imprimiera la fuerza suficiente para hacer lo que muchas veces había planeado. Sin espacio casi para hacerse preguntas, y con la mayoría de sus pensamientos ateridos, se abandonó completamente a la sinrazón, que en esos instantes lo obligaba a vestirse rápidamente, y a bajar las escaleras corriendo para darle de comer al gato, tarea que hizo con una atención inusitada y una limpieza de movimientos tal que parecía como si fuese la primera vez que usara sus manos para coordinarlas con las tensiones sutiles del cuello, los pies y la cadera.
Cada acción ejecutada, generaba un continuo asombro que ordenaba a su mente adherirse a explicaciones místicas o historias orientales que explotaban sin reparo en los resquicios cada vez más cerrados del otrora inabarcable presente. Cuando dejó de pensar, tal como había leído en un libro de meditación, vio a su mente cual lobo domesticado, con la cola entre las patas replegada en una esquina en espera de ser llamada, y a su cuerpo liberado del peso de años de tormento danzar en cada movimiento.


No hay comentarios: