El pintor apareció en la emisión del noticiero a medio día, las imágenes grabadas por una cámara de seguridad en la bóveda delataban la mirada inquisitiva y ambiciosa en sus ojos, o así lo resaltaron los presentadores:
- Sorprende que se puedan adivinar las intenciones macabras en su mirada - dijo uno leyendo el telepronter- los especialistas dicen que es la mirada de un psicópata.
El país veía con desprecio a aquel conocido pintor mientras cambiaba de oficio, en sus televisores hablaban los sicólogos y analistas de arte que descubrían en sus obras el reflejo de una mente dislocada con clara inclinación al terrorismo.
Mientras tanto el otrora conocido pintor y ahora famoso terrorista, ajeno a la ola de odio que despertaba, agradecía al presidente de la nación el gran regalo que le hacía al dejarle entrar en aquella bóveda sagrada para encontrar la inspiración en la belleza que sus antiguos pares habían tratado de encerrar en obras de arte.
Aquel país, orgulloso de haber sido construido por artistas no basaba su moneda en el oro guardado en los bancos sino en las pinturas, esculturas, poemas y demás obras que rompían supuestamente con la banalidad y brutalidad común en las hermanas naciones "traficantes de sueños, adoradores del oro". Se ufanaban de tener en su escudo a la luna, y en vez de amar la libertad sobre todas las cosas, endiosaban la belleza que según ellos, su mente sensible les hacía descubrir en todo.
El presidente, los ministros y la cúpula militar se preparaban para pasar a la historia como los modelos perfectos del artista-terrorista, en una pintura que exigieron como pago para dejarle entrar en la bóveda... seguramente sus finanzas y las de sus familias se iban a encontrar en feliz aumento luego de que aquel engañado poeta del pincél terminara de retratarlos y quedara reducido por las fuerzas del orden que entraran a rescatar a los pobres dirigentes secuestrados.
Muchas horas demoró el artista para pintar aquel cuadro que quiso llamar el alma encerrada, tal vez por alguna intuición que le llegó de arriba.
Poco contentos quedaron los gobernantes al ver la obra terminada, una pintura abstracta en escala de azules en la que no se reconocía ninguno de los mayorales.
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