lunes, 13 de diciembre de 2010

El día que se canso de resucitar.

Había salido temprano, le estorbaban las cobijas y el agua del baño le era más necesaria que nunca.  Salio a andar las calles solas como todos los domingos en la mañana, las nubes se veían rosadas con los pocos rayos de sol que se alcanzaban a meter entre las montañas. De los adoquines despertaban brotes de maleza avivados por la humedad, caminaba por la mitad de la calle en zig zag mientras de sus bolsillos empezaba a sacar papeles:
- Fantasma, asma, alma, ama, amo mis fantasmas aunque me produzcan gripa  - tosió y lo quemó.
- Resaca, cabeza, completo, aunque entero desaparece lo que veo con cada fraseo. Je ne regrette rien, no i have no regrets, no me arrepiento - Lo arrojó a una alcantarilla y lo vio correr con el agua.

Cuándo llegó a la plaza del pueblo se quitó los zapatos y se fijó en las montañas.

- ¿A qué saben mis besos? a despedida de años viejos, pólvora quemada y aguacero de enero. - lo rompió en pedazos y se sentó en una banca.

1 comentario:

Esteban A.C. dijo...

Los besos de despedida saben a Los Mareados