viernes, 20 de agosto de 2010

Una historia rara V

Carlo no se quedó mucho tiempo en la celebración; pasó a dar un saludo al público del concierto, lo que era su obligación natural como heredero simbólico de la lucha. No dijo una sola palabra, solo se limitó a hacer el símbolo de la resistencia desde el escenario, el cual consistía en juntar el dedo pulgar y meñique mientras se separaban los otros tres lo más posible. La multitud, borracha y drogada , gritó palabras como: muerte al dictador, venganza, y otras comunes acepciones en estos casos.
Salió del teatro y se sentó en las escaleras con la cabeza apoyada en una columna y sacó un cigarro del bolsillo delantero de su camisa, a su lado una pequeño grupo de mas o menos la misma edad vestidos con jeans rotos y camisas de leñador un poco desteñidas hablaban sobre el activismo electrónico y los pasos a seguir para mantenerse presentes en el pensamiento colectivo, sin llamar mucho la atención de los agentes enemigos.
- Ya no usas el anillo de tu padre - las palabras brotaron de unos labios perfectos que no desentonaban con los rasgos suaves de un rostro casi irreal, una visión angelical venida de alguna pintura de Boticcelli. 
- Seguro está en el mismo lugar que mi encendedor - con un gesto rápido alzó la mano con el cigarrillo mientras jugueteaba con el. 
Aquella gracia escapada de la primavera, con un ademán delicado, propio de una aristócrata, se sentó a su lado. Unas delgadas y muy blancas piernas, se separaban de un vestido fresco que resaltaba la hermosa figura de esa ninfa sentada.
Hurgó en su bolso y sacó un encendedor plateado, idéntico al que Carlo solía usar.
- ¿Sigues de hermitaño?- dijo mientras le encendía el cigarro.
- Al parecer no, según se me ha hecho saber, me tengo que dejar ver seguido para "avivar la llama de la esperanza"- enfatizó esta última frase con una mueca burlona.
- No está enclaustrado pero sigue con el mismo ánimo huraño- Ángel se les unió de repente con una botella de vino -  esta reunión si que es digna de celebrarse Ariadne.  - - -  aauuuuuu que está buenísima nos vamos  a algún chalet en las montañas luego la veo despertar todas las mañanas y todas las noches que no nos falte el buen vino rojo y le prohíbo que se ponga sujetadores y le prohíbo que se vista joder ---
- ¿eh qué te pasa idiota que te has quedado quieto mirándole las tetas? - Carlo estalló en una carcajada.
- hahaha por más tiempo del que me parece cómodo debo agregar Angelito, agradecé que no quise leerte la mente porque seguro te hubiera dado mil golpes.
Ángel se sonrojó y tomó un largo trago de la botella de vino
- Ya está, vámonos, alquilé una cabaña en el pueblito a las afueras...
- Por fin alguien dice algo interesante ¿Qué dices señorita me pierdo por dos años y no llamo a Carlo?
- Voy en moto - cuándo lo dijo ella ya estaba prendiendo una vespa amarilla aparcada al frente.
- ¿En eso?, vale pero no quiero andar a 20 así que de una vez te digo dónde queda la cabaña y te esperamos allá - Ángel ya se estaba montando en la suya.
- No quiero llegar primero, dejen de hablar y vamos.
La vespa ganó la delantera aunque no suene creíble, salieron del centro y tomaron una carretera rural poco transitada, estaba llena de huecos, polvo y piedras, no habían luces guías ni nada por el estilo, aunque igual poco se necesitaban con esa luna llena roja, al lado del camino en prados y colinas se veían vacas durmiendo, bueno no se si dormían, tal vez las vacas no duermen y son eternas vigías, en todo caso, habían muchas vacas quietas mirando hacia el norte. La soledad silenciosa de esa carretera nocturna se veía alterada  con el no muy agradable sonido de tres motos aceleradas a fondo y las carcajadas de los jinetes de esas bestias maquinales.
Se pasaban la botella de vino de mano en mano mientras seguían con el acelerador a fondo, sin esperarlo dejaron atrás una señal que advertía una curva cerrada.
- Jooodeeeeeeeeeeerrrrrrr! mierda! -  alcanzó a decir Carlo antes de llevarse una cerca por delante.
Se despertó en medio de las carcajadas de Ángel y Ariadne y con los radios de una llanta en medio de él y la luna.
- Qué hijo de puta que sos Carlo, hasta para caerte lo tenés que hacer a tu modo, ¿qué no te podías caer como una persona normal?

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