Solo bastó que aquella mañana los tímidos rayos de sol entrasen por la rendija de la persiana para que se diera cuenta que todo había cambiado, sumido en un sopor propio de los enfermos o de aquellos que no quieren la vida, abrió los ojos lentamente pensando en cada grado que recorrían sus párpados y dejó que la grisácea luz destrozara las tinieblas en una sangrienta batalla que tenía desde el principio de los tiempos un vencedor predestinado; dejó que se dibujara en su rostro una burlona sonrisa mientras pensaba en la perversión de dios y en sus eternos e irónicos pasatiempos. La habitación en la que se encontraba se descubrió lentamente como si alguna criatura traviesa, malvada, corriera un velo con el mismo paso parsimonioso con el que lo había hecho toda una eternidad. Se lamentó de la indolencia de la madre naturaleza y de su siempre nuevo amanecer. El odio esparcido por todo el cuarto la noche anterior desprendía un olor perceptible todavía, un par de zapatos viejos y llenos de barro custodiaban las esquinas como si temieran que las paredes se derrumbaran, los cobertores descansaban en el frío suelo como en una escena de crimen, la humedad, propia de los amaneceres en esas tierras lo impregnaba todo creando una sensación de impotencia frente a la imperfección.
El canto de los pájaros fue silenciado estrepitosamente por el sonido del televisor al encenderse gracias al impulso irreprimible de una mano mecanizada, una sucesión de imágenes totalmente carentes de sentido e inapropiadamente decadentes invadieron el cuarto tratando de violar la entrada de una mente vacía y vencida. La costumbre enfoco los ojos en el programa mientras una risita mecánica se unió al ruido que emitía el aparato.
domingo, 4 de enero de 2009
RESIGNACIÓN
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