Hay un antes que es semilla en potencia.
El primer día hay semilla, árbol en potencia.
Cuando la semilla está en la tierra, sueña. Dos son los días del sueño.
Al amanecer del tercer día, la semilla se agita en el despertar y rompe el cascarón, se atreve.
Al cuarto día, la agitación cesa, en cuatro direcciones la semilla crece, nombra el territorio.
Al quinto día, en confusión creadora, la semilla tiende un puente hacia lo alto. Reza.
Al sexto día, la semilla pronuncia sus raíces y su tallo. Siente.
Al séptimo día, la semilla crece tal cómo arriba, abajo. Cree.
Al octavo día, la semilla equilibra el crecer. Ejerce autoridad sobre sí misma.
Al noveno día, la semillas se abandona a sí misma. Aprende la fe. Nace.
Al décimo día, la semilla brota, reconoce la tierra, y saluda al sol. Respira.
Todo esto es el proceso de la semilla, ajeno al ojo, lejos de la conciencia, la mutación inicia en las profundidades antes de ver la luz.
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