domingo, 5 de julio de 2015

Cuento ácido.

La necesidad acuciante de vaciar sus bolsillos ante la orden tímida del policía que lo observaba con temor, le hizo caer en cuenta de su aspecto amenazante.
Aquel que lo interpelaba con ese dejo de debilidad en la garganta, representaba el límite de la realidad, el agente de la ley que venía en su rescate a infringir el castigo justo y a tenderle un salvavidas para regresar del tártaro desbordado a la cotidianidad consensuada.
Hizo un balance rápido en su mente de las horas anteriores y tranquilizó su consciencia, pues en sus recuerdos no había rastros de sangre, lágrimas o gritos de otras personas.
- Los papeles por favor - Repitió
¿A qué papeles se refería? ¿Había descubierto acaso que llevaba una hoja entera de ácidos en la maleta? A punto de caer en un torbellino de ansiedad provocado por una avalancha de pensamientos dentados sacó su billetera del bolsillo de atrás del jean ceñido y entregó su tarjeta de identificación.
- ¿Se encuentra bien?
¿Por qué le preguntaba eso? ¿Se notaba mucho que estaba luchando por agarrarse a la realidad? ¿O su camisa sucia y sus manos llenas de tierra eran suficientes para hacerlo sospechoso? ¿Debía decirle la verdad, que no estaba bien, que no sabía que era estar bien, y que la dicotomía del bien y el mal era un asunto de vital importancia en esos momentos como para ir respondiendo así no más? Cómo aclarar que el bien era lo que le gustaba y el mal lo que no le gustaba, que el bien se sentía rico y el mal dolía, que todo se reducía a sensaciones y a partir de ahí a un sin número de abstracciones que tenían siempre su ancla en el cuerpo. Además esas dos palabras le servían para organizar el mundo, el mal está afuera y el bien adentro, el bien es caluroso y protector y el mal amenazador y frío. El bien es todo lo que se pueda asemejar a estar dentro del útero y el mal todo lo que está al otro lado; luego el mal hace llorar mientras es ajeno y una vez apropiado se convierte en bien. ¿Cómo le iba a decir que ahora sentía una mezcla de bien y mal, que sentía culpa de transgredir el mandato de permanecer sobrio pero al mismo tiempo su alma se regocijaba en el asombro mismo?
- Si.
Quiso articular algo más luego de ese sí, tranquilizarlo con palabras bonitas, explicarle que sabía que también él estaba fingiendo, que estaba interpretando un papel y que le quedaba bien el disfraz. Le quiso hacer un guiño y confesar que la vida es una ficción, un sueño, una obra de teatro donde todos creen saber cómo vivir, aunque sólo están improvisando. Tocarle el hombro y abrazarlo, y darle el pésame por todas sus muertes, entrar en contacto con esa parte de él que está asustada y que sabe que no sabe nada, con ese niño detrás de todas sus máscaras, con esa alma detrás del uniforme de policía. Pero solo atinó a sonreír y a desviar la mirada, pues supuso que toda la verdad desnuda se derramaba por sus ojos.
- ¿De dónde viene?
¿Qué? ¡Pero qué demonios dijo! Pobre imbécil, qué iba a hacer con esa pregunta tan pesada en una realidad tan débil. ¿De dónde viene?, no sabe, él no vino, él apareció, viene de la nada, es un chispazo incandescente del azar. Supo de él mismo cuándo estaba a medio camino, y no pudo desandar el resto para llegar al principio. Intuye que tiene padres, y que viene de algo superior que ahora está tan lejos que es un otro inalcanzable. Pero tampoco sabe de dónde viene esa intuición, llegó con él y no se ha ido, aunque ha intentado lavarla con la razón. Supone que como es arriba es abajo y que como es padre tuvo que tener un padre, y que como tiene hijos, tuvo que haber sido hijo. Alguien alguna vez le dijo que había matado a su padre y lo había enterrado a pedazos en los templos, pero él no termina de creerlo porque conoce la otra cara de la muerte, sabe que también es una ilusión. Espera encontrar esa respuesta tras el velo de lo real, pero allí no hay nada, allí no hay tiempo ni espacio ni palabras. Le cuentan que su madre fue violada, descuartizada y comida por su padre, y que a veces se aparece en las noches y en los sueños, y que su herencia más grande es justamente la intuición que compite con el legado paterno. Viene de un vientre cálido que era bueno, de un grito espantoso de consciencia separadora, de un alarido que distanció el cielo y la tierra, la luz y la oscuridad, de una daga que fundó la civilización con la primera muerte. Viene de un todo inseparable que se rasgó con un asesinato primordial. Viene de un lenguaje hecho con dientes de dragón que se convirtieron en guerreros Spartai y se mataron entre ellos. Viene de una herencia de sangre y odio divisor necesario para crear la consciencia diferenciadora. Viene de la separación de la fuente, viene de la necesidad que tenía dios de jugar a las escondidas consigo mismo, de la urgencia del universo de mirarse en un espejo.
- Del monte.
Viene de la selva en dónde aprendió a jugar a morderse la cola, en dónde supo que era diferente de los animales, y que la naturaleza estaba para ser cambiada. Que su fin no era natural, que sus medios eran antinaturales y que era un poeta. Allí aprendió que no era un imitador del mundo, sino un creador de realidades con faunas y floras propias. Fue allí que gritó ¡Non serviam! y partió con dolor del paraíso para poblar el mundo.
- ¿A dónde va?
¡Joder! que no tiene ni idea, que le encantan las luces que salen de la boca del policía y el mundo derritiéndose alrededor, el poder leer los pensamientos de su interlocutor, el dilatar y comprimir el tiempo casi a su voluntad, la facilidad de ver tras la máscara al ser humano que le está hablando y la posibilidad de conducir toda su atención a un solo detalle que le dice más que cualquier palabra. Pero ahora tiene qué pensar en cómo actuar, tiene la responsabilidad total sobre lo que dice y lo que hace, cada movimiento suyo lo cuestiona sobre lo que es normal, no sabe qué hacer con sus manos, dónde ponerlas mientras habla, no sabe qué hacer con su mirada, si buscar los ojos del policía o centrarla en otra cosa, ¿Y sus gestos? cómo debe mover los músculos de su cara, ¿debe sonreír?, ¿y qué pasa si cambia el peso de su cuerpo al otro pie? ¿Y si se rasca la nariz? ¿Cómo es que es tan fácil comportarse con normalidad, cómo es qué nunca antes tuvo qué preguntarse estas cosas? ¿Bajo qué programa corría su mente en la cotidianidad y quién lo había escrito? 
- A casa.
Mientras responde recuerda que todavía tiene la billetera en su mano y que debe esperar que a que le regrese su tarjeta de identidad, cosa que se produce inmediatamente después de ese pensamiento. 
- Una requisa.
¿Eso fue una orden? ¿Le estaba pidiendo permiso para revisar lo que llevaba en sus bolsillos? 
- Abra el bolso por favor. 
Una alarma se disparó en su mente, pero fue inmediatamente silenciada por la seguridad de que nada malo iba a pasar, y que el policía ni siquiera iba a mirar dentro de la maleta con excesiva suspicacia. Apenas la abrió, fingiendo la mayor tranquilidad posible el policía le dijo que dejara así y que se fuera. 

Camino a casa se sorprendió de miles de detalles que nunca había visto, el verdor más intenso de algunas hojas de los árboles, el azul de las montañas lejanas que se degradaba hasta fundirse con el del cielo a esa hora del día, el movimiento continuo de un sinnúmero de bichos bajo la yerba, la canción de los árboles mecidos por el viento y la quietud negada a dónde quiera que miraba. Todo se movía, todo era diferente a cada segundo, no había nada que permaneciera estable, incluso las rocas parecían estar llenas de vida y vibración. Quiso buscar la quietud una vez llegó, y se sentó en medio de la sala a respirar. Quiso meditar, y le fue más fácil aquietar su mente. En ese estado de repente se vio a si mismo escribiendo esta historia, mucho tiempo antes frente al computador de su estudio. 


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