lunes, 2 de noviembre de 2009

Confesiones de un heladero

Desde mi ventana, mientras trato de meterme en la cabeza las fórmulas de giros relativos en secciones cerradas con y sin tabique, veo verde. Tres árboles al frente están bailando al son del viento y del agua, mientras entre los huecos que dejan al mecerse se mete el gris pálido de las nubes cargadas de humedad. La temperatura baja a medida que el viento recorre el techo silbando canciones de mar, bueno, deben ser canciones de mar me imagino yo... dicen que del mar viene el viento hoy.
Me enamoré de los vientos del sur cargados de tempestad, aunque por razones poco poéticas o no triviales. Me enamoré de los vientos del sur cargados de tempestad porque inhiben las ganas de comer helado cuándo la gente los escucha silbar. Amo los días lluviosos con bajas temperaturas, esos días en el que al común de la humanidad le da por no salir a comprar helado, esos días en los que unos mates son mas que suficientes testigos y compañeros del paso del tiempo. Amo los días en que llegan los vientos del sur cargados de tempestad porque la tempestad que cargan se derrama en la vereda que de otro modo tendría que baldear.
Qué lindos son los días no lindos para los demás, que reconfortante suena el granizo al golpear las ventanas. Me encanta cuando las nubes le ganan al sol, que amistosas y bienvenidas son las tempestades del sur.
Hoy llueve y ventea, y llueve y ventea, y llueve y ventea con la lluvia y los vientos de una tempestad del sur. Hoy llueve y ventea y cuándo llueve y ventea soy feliz, y soy feliz por nada trascendente e importante, soy feliz porque la gente no compra helado.


1 comentario:

Hugo A. Z. dijo...

ahh putas fórmulas no entran!