Después de una noche terrible, como todas las noches de esa última semana de invierno, el conde de nada, de nobleza inexistente se levantó dispuesto a morir, no quería seguir viviendo si no podía conciliar el sueño; el mundo se le hacía un pedazo de mierda maloliente que le atravesaba la garganta con cada fluctuación de la realidad que en esa eterna vigilia le hacía sospechar que todo no era más que una pesadilla, muy mal ambientada por un mal escritor inconsciente.
Aquejado por los más diversos dolores, desfasado, ajeno al tiempo, incómodo en el cuerpo mismo que se le hacía de otro, se sentó a mirar el amanecer por la ventana del castillo que de castillo no tenía nada, ni muros, ni puertas ni ventanas, excepto un techo exquisitamente decorado con los colores más ácidos que a un pintor drogado se le puedan ocurrir. El sol tardó más de dos días en salir, aunque no se notó porque los gallos no cantaron y cuando por fin lo hizo, su luz era tan pálida que apenas se atrevía la vista a mirarlo con pena; el conde entonces estiró sus patas y pegó un salto fuera del castillo hasta los muros exteriores de la ciudad, y luego saltó a los confines de la ciudad vecina, buscando algún interruptor que permitiera aumentar el brillo o el color del día, cuando lo encontró le tocó volver a cablear todo porque ni para arriba, ni para abajo, ni para la derecha ni para la izquierda parecía acomodarse bien a la vista la luminaria central del sistema soñar. Con su lengua bífida se acicaló el pelaje mientras con gran dolor desenrrollaba sus laminosas y transparentes alas para hacerse el desayuno, sin penas ni glorias, después de haber comido sus ganas de volar le dio por cantar una nana para ver si así, de día se atrevía por fin a conciliar el sueño. La nana resultó ser una canción de batalla que animó a los ciudadanos que lo escucharon a alzarse en armas contra el déspota tirano que los gobernaba, y tras dos siglos de cantarla, se encontró el conde petrificado en una estatua, rodeado de flores y honores de un pueblo agradecido. Sacudiéndose el polvo y todavía sin poder dormir, el hambriento conde vistió de harapos su glorioso cuerpo deshecho y sin gloria, y se marchó al desierto, allí en ese reseco laberinto de muros abiertos se construyó un iglu de arena con un hueco en el techo desde donde quiso cartografiar las nubes del cielo para ayudar a los sedientos caminantes a encontrar la ruta a los verdes pastos de alguna granja lechera, sin éxito, pues resultó que las nubes no eran lo suficientemente estables para aguardar la pluma del científico conde que nunca pisó una academia ni leyó un libro. Al llegar la hora del almuerzo derritió la arena y se preparó un helado aprovechando que nadie estaba a su alrededor para decirle que eso era absurdamente imposible. El sabor era un poco violento, como a sangre fría con azúcar y limón, aún así lo deglutió sin aspavientos y apenas dejó que le tocara la lengua, acaso para salvar las papilas gustativas de un suicidio en masa. Desesperado y desorientado invocó a un genio para que le diera una respuesta a su padecimiento, con tan mala suerte que el genio no tenía muy buen humor y le recetó acetaminofén.
Con sus fuertes manos se arrancó la cabeza y la aventó fuerte hacia las colinas donde le habían dicho se encontraba el oráculo de algún lado, y una vez allí, en 1/5 de su cuerpo original se embriagó son los inciensos del adivino mientras este le contaba que su insomnio se debía a que alguien estaba soñando con él. Advertido por las evidencias, sin cuerpo para transportarse, traspasó su conciencia al viento, y se fue volando a averiguar que imbécil en coma lo había estado soñando por tanto tiempo, barrió hospitales y centros de rehabilitación con tornados y desapareció a todo aquél que encontró durmiendo, destruyó cada organismo con capacidad de soñar hasta que toda la existencia se resumió en la suya.
Al final era él todo lo que había y todo lo que había era él, era él el culpable de soñar su insomnio, y en el descubrimiento de esta última verdad, fue incapaz de despertarse a si mismo.
sábado, 31 de agosto de 2013
martes, 20 de agosto de 2013
La pasión según G.H. (Clarice Lispector)
Esta es una de las mejores novelas (no se si llamarla así) que he leído en toda mi vida, sino la mejor.
Aunque la historia es simple y se podría resumir en dos líneas, el fondo, el monólogo interior que atraviesa la trama es de las cosas más sinceras, descarnadas, reales que he leído.
Un discurso místico, como todo aquello que resulta de querer decir la verdad mediante la palabra, una herramienta creada para engañar.
Algunas citas del libro:
- Durante las horas de perdición tuve el coraje de no componer ni organizar. Y sobre todo el de no prever... Mis previsiones me cerraban el mundo.
- Ahora sabré reconocer en el rostro común de algunas personas - que ellas olvidaron. Y no saben ya que olvidaron lo que olvidaron.
- Por ahora estoy inventando tu presencia, como un día también no sabré arriesgarme a morir sola, morir es el riesgo mayor, no sabré pasar a la muerte y poner el primer pie en la primera ausencia de mi, también en esa hora última y tan primera inventaré tu presencia desconocida y contigo comenzaré a morir hasta poder aprender sola a no existir, y entonces te liberaré.
- Voy a crear lo que me sucedió. Sólo porque vivir no es narrable. Vivir no es vivible. Tendré que crear sobre la vida. Y sin mentir. Crear sí, mentir no. Crear no es imaginación, es correr el gran riesgo de tener la realidad.
- Vi, si, Vi, y me asusté con la cruda verdad de un mundo cuyo mayor horror es que él está tan vivo que, para admitir que estoy tan viva como él - y mi peor descubrimiento es que estoy tan viva como él, tendré que levantar mi conciencia de vida exterior hasta un punto de crimen contra mi vida personal.
- La gloria dura de estar viva es el horror.
- Desde ya calculo que lo más duro que deberá enfrentar mi vanidad será el juicio de mí misma: tendré toda la apariencia de quien falló, y sólo yo sabré si la falla fue necesaria.
- Cumplí temprano los deberes de mis sentidos, tuve temprano y rápidamente dolores y alegrías - ¿para quedar bien pronto libre de mi pequeño destino humano? y quedar libre para buscar mi tragedia.
- Vi desde que nací y no sabía.
- Sólo la realidad es delicada, mi irrealidad y mi imaginación son más pesadas.
- Pues lo que yo veía con una incomodidad tan penosa y tan espantada y tan inocente, lo que veía era la vida mirándome.
- y sentía con susto y asco que "yo ser" venía de una fuente muy anterior a la humana y, con horror, mucho mayor que la humana.
- Si yo gritase desencadenaría la existencia ¿La existencia de qué? la existencia del mundo. Con reverencia, temía la existencia del mundo para mí.
- De nacer hasta morir es por lo que yo me llamo humana y nunca propiamente moriré.
- Todo mira para todo, todo vive el otro; en este desierto las cosas saben las cosas. Las cosas saben tanto las cosas que a esto... a esto lo llamaré perdón , si quiero salvarme en el plano humano. Es el perdón en sí. Perdón es un atributo de la materia viva.
- qué abismo entre la palabra amor y el amor que no tiene siquiera sentido humano - porque- porque amor es la materia viva. ¿Amor es la materia viva?
- Escucha, delante de la cucaracha viva, el peor descubrimiento fue el de que el mundo no es humano, y de que no somos humanos.
- Lo inhumano es lo mejor de nosotros.
- Todo caso de locura es que alguna cosa ha vuelto. Los posesos no son poseídos por lo que viene, sino por lo que vuelve.
- Para construir un alma posible - un alma cuya cabeza no devore la propia cola -, la ley manda que sólo se quede con lo que es disfrazadamente vivo.
- Pero si sus ojos no me veían, la existencia de ella me existía.
- La hora de vivir es tan infernalmente inexpresiva que es la nada. Aquello que yo llamaba <> estaba entretanto tan adherido a mí que era... ¿yo? y por lo tanto se hacía invisible como yo me era invisible, y se hacía la nada.
- Trascender es una transgresión. ¡Pero permanecer dentro de lo que es, eso exige que no tenga miedo!
- Sentada, subsistiendo, sabía que si las cosas no las llamase saladas o dulces, tristes o alegres o dolorosas o aun con entretonos de mayor sutileza, que solo entonces no trascendería más y permanecería en la propia cosa.
- Me estaba liberando de mi moralidad, y eso era una catástrofe sin fragor y sin tragedia.
-¿Soy moral en la medida en que hago lo que debo, y siento como debería?
- "El escándalo aún es necesario, mas ay de aquél por quien viene el escándalo".
- La ética de la moral es mantenerla en secreto. La libertad es un secreto.
- ¿Amor es cuando no se da nombre a la identidad de las cosas?
- Tenía que existir una bondad tan otra que no se parecería a bondad.
- El pecado renovadamente original es éste: tengo que cumplir mi ley que ignoro, y si no cumplo mi ignorancia, estaré pecando originalmente contra la vida.
- La respiración continua del mundo es aquello que oímos y llamamos silencio.
- Vi, con la falta de compromiso de quién no va a contar ni a sí mismo. Veía, como quien jamás precisará entender lo que vio.
- Ah, ¿Será que originariamente no éramos humanos? ¿y que por necesidad práctica nos hicimos humanos?
- Veía que el infierno era eso: la aceptación cruel del dolor, la solemne falta de piedad por el propio destino, amar más el ritual de vida que a sí mismo - ese era el infierno, donde quien comía la cara viva del otro se revolcaba en la alegría del dolor.
- ¡Y no hay castigo! He ahí el infierno: no hay castigo. Pues en el infierno hacemos el regocijo supremo de lo que sería el castigo, del castigo hacemos en este desierto un éxtasis más de risas con lágrimas, del castigo hacemos en el infierno una esperanza de gozo.
- Me contorsiono para lograr alcanzar el tiempo actual que me rodea, pero sigo remota en relación a este mismo instante. El futuro, ay de mí, es más próximo que el instante ya.
- Soy más aquello que en mí no es.
- El misterio del destino humano es que somos fatales, pero tenemos la libertad de cumplir o no nuestra fatalidad: de nosotros depende realizar nuestro destino fatal.
- Pero de mi depende venir a ser libremente lo que fatalmente soy. Soy dueña de mi fatalidad y, si decido no cumplirla, quedaré fuera de mi naturaleza específicamente viva. Pero si cumplo mi núcleo neutro y vivo, entonces, dentro de mi especie, seré específicamente humana.
- Y no necesito cuidar siquiera de mi alma, ella cuidará fatalmente de mí, y no tengo que hacer para mí misma un alma: tengo tan sólo que elegir vivir. Somos libres, y éste es el infierno.
- Y yo había dado el primer paso: pues por lo menos sabía que un ser humano es una sensibilización, un orgasmo de la naturaleza. Y que sólo por una anomalía de la naturaleza, es que, en vez de ser el dios, así como los otros seres lo son, en vez de serlo, nosotros queríamos verlo.
- La tentación del placer. La tentación es comer directamente en la fuente. La tentación es comer directamente en la ley.
- ¡Yo era ahora peor que yo misma!
- Escucha, existe una cosas que se llama santidad humana, y que no es la de los santos. Tengo miedo de que ni el Dios comprenda que la santidad humana es más peligrosa que la santidad divina, que la santidad de los laicos es más dolorosa. Aunque el propio Cristo haya sabido que si con él había hecho lo que hicieron, son nosotros haría mucho más, pues él había dicho: "Si hicieron esto con el ramo verde, ¿Qué harán con los secos?"
- Tú, tu fulgor del silencio. Yo no soy Tú, pero mi eres Tú. Sólo por eso jamás podré sentirme directamente porque eres mi.
- ¿Había pedido la cosa más peligrosa y prohibida? arriesgando mi alma, ¿habría osadamente elegido ver Dios?
- A mí, como a todo el mundo me fuera dado todo, pero yo había querido más: había querido saber de ese todo. Y había vendido mi alma para saber. Pero ahora entendía que no la había vendido al demonio, sino mucho más peligrosamente a Dios.
- Yo tenía la capacidad de la pregunta, pero no la de oír la respuesta.
- ¿Para mí la cosas tendrá que reducirse a ser apenas aquello que rodea lo intocable de la cosa?
- Y quiero más que la envoltura que también amo. Quiero lo que Te amo.
- Lo que existe golpea con fuertes olas contra el grano inquebrantable que soy.
- El nombre es un acrecentamiento e impide el contacto con la cosa. El nombre de la cosa es un intervalo para la cosa. La voluntad de acrecentamiento es grande - porque la cosa desnuda es tan tediosa.
- La naturaleza es lo atonal exasperado, fue así que los mundos se formaron: lo atonal se exasperó.
- Y la leche materna, que es humana, la leche materna está muco antes de lo humano, y no tiene gusto, no es nada, ya la probé.
- Es precisamente con los ojos que vemos a Dios. Y si postergo la cara de la realidad para después de mi muerte - es por astucia, porque prefiero estar muerta en la hora de Verlo y así pienso que no lo veré realmente, así como sólo tengo coraje de soñar verdaderamente cuando estoy durmiendo.
- Prescindir de la esperanza significa que tengo que comenzar a vivir, y no tan sólo a prometerme la vida.
- No tenía coraje de dejar de ser una promesa y me prometía, así como un adulto que no tiene coraje de ver que ya es adulto y continúa prometiéndose la madurez.
- Aquello que haga del pedido y de la carencia- ésta será la vida que habré hecho de mi vida.
- No es para nosotros que brota la leche de la vaca pero nosotros la bebemos. La flor no fue hecha para ser mirada por nosotros, ni para que sintamos su olor, y la miramos y la olemos. La vía láctea no existe para que sepamos de su existencia, pero sabemos. Y sabemos Dios. Y lo que de él precisamos lo extraemos. (No sé a qué llamo Dios, pero así puede llamárselo). Si sólo sabemos muy poco de Dios, es porque precisamos poco: sólo tenemos de Él lo que fatalmente nos basta, sólo tenemos de Dios lo que cabe en nosotros. (La nostalgia no es del Dios que nos falta, es la nostalgia de nosotros mismos que no somos bastante; sentimos falta de nuestra grandeza imposible - mi actualidad inalcanzable es mi paraíso perdido).
- Él no nació para nosotros, ni nosotros para Él, nosotros y Él somos al mismo tiempo.
- Pues ser real es asumir la propia promesa: asumir la propia inocencia y retomar el gusto del cual nunca se tuvo conciencia: el gusto de lo vivo.
- La gradual desmitificación de sí mismo es el verdadero trabajo que se hace bajo el trabajo, aparente, la vida es una misión secreta.
- Hasta que al fin me sea revelado que la vida en mi no tiene mi nombre.
- Sólo puedo alcanzar la despersonalización de la mudez si antes he construido una voz.
- ... donde el dolor no es ninguna cosa que nos sucede, sino lo que somos... La condición humana es la pasión de Cristo.
- La realidad antes de mi lenguaje existe como un pensamiento que no se piensa, pero por fatalidad fui y soy llevada a precisar saber lo que el pensamiento piensa.
- Seremos inhumanos - como la más alta conquista del hombre.
- Sólo puedo imaginarme pensando y sintiendo, dos atributos de serse, y no consigo imaginarme siendo apenas, y prescindiendo del resto. Ser apenas - eso me daría una enorme falta de qué hacer.
- Lo indecible solo me podrá ser dado a través del fracaso de mi lenguaje.
- En materia de vivir nunca se puede llegar antes.
- No alcanzaría jamás mi raíz, pero mi raíz existía.
- El mundo no dependía de mi - ésta era la confianza a la que había llegado: el mundo no dependía de mí, y no entiendo lo que estoy diciendo, ¡nunca! nunca más comprenderé lo que diga. Pues ¿Cómo podría decir sin que la palabra mintiese por mi? cómo podré decir sino tímidamente así: la vida se me es. La vida se me es y no entiendo lo que dijo. Y entonces adoro...
Aunque la historia es simple y se podría resumir en dos líneas, el fondo, el monólogo interior que atraviesa la trama es de las cosas más sinceras, descarnadas, reales que he leído.
Un discurso místico, como todo aquello que resulta de querer decir la verdad mediante la palabra, una herramienta creada para engañar.
Algunas citas del libro:
- Durante las horas de perdición tuve el coraje de no componer ni organizar. Y sobre todo el de no prever... Mis previsiones me cerraban el mundo.
- Ahora sabré reconocer en el rostro común de algunas personas - que ellas olvidaron. Y no saben ya que olvidaron lo que olvidaron.
- Por ahora estoy inventando tu presencia, como un día también no sabré arriesgarme a morir sola, morir es el riesgo mayor, no sabré pasar a la muerte y poner el primer pie en la primera ausencia de mi, también en esa hora última y tan primera inventaré tu presencia desconocida y contigo comenzaré a morir hasta poder aprender sola a no existir, y entonces te liberaré.
- Voy a crear lo que me sucedió. Sólo porque vivir no es narrable. Vivir no es vivible. Tendré que crear sobre la vida. Y sin mentir. Crear sí, mentir no. Crear no es imaginación, es correr el gran riesgo de tener la realidad.
- Vi, si, Vi, y me asusté con la cruda verdad de un mundo cuyo mayor horror es que él está tan vivo que, para admitir que estoy tan viva como él - y mi peor descubrimiento es que estoy tan viva como él, tendré que levantar mi conciencia de vida exterior hasta un punto de crimen contra mi vida personal.
- La gloria dura de estar viva es el horror.
- Desde ya calculo que lo más duro que deberá enfrentar mi vanidad será el juicio de mí misma: tendré toda la apariencia de quien falló, y sólo yo sabré si la falla fue necesaria.
- Cumplí temprano los deberes de mis sentidos, tuve temprano y rápidamente dolores y alegrías - ¿para quedar bien pronto libre de mi pequeño destino humano? y quedar libre para buscar mi tragedia.
- Vi desde que nací y no sabía.
- Sólo la realidad es delicada, mi irrealidad y mi imaginación son más pesadas.
- Pues lo que yo veía con una incomodidad tan penosa y tan espantada y tan inocente, lo que veía era la vida mirándome.
- y sentía con susto y asco que "yo ser" venía de una fuente muy anterior a la humana y, con horror, mucho mayor que la humana.
- Si yo gritase desencadenaría la existencia ¿La existencia de qué? la existencia del mundo. Con reverencia, temía la existencia del mundo para mí.
- De nacer hasta morir es por lo que yo me llamo humana y nunca propiamente moriré.
- Todo mira para todo, todo vive el otro; en este desierto las cosas saben las cosas. Las cosas saben tanto las cosas que a esto... a esto lo llamaré perdón , si quiero salvarme en el plano humano. Es el perdón en sí. Perdón es un atributo de la materia viva.
- qué abismo entre la palabra amor y el amor que no tiene siquiera sentido humano - porque- porque amor es la materia viva. ¿Amor es la materia viva?
- Escucha, delante de la cucaracha viva, el peor descubrimiento fue el de que el mundo no es humano, y de que no somos humanos.
- Lo inhumano es lo mejor de nosotros.
- Todo caso de locura es que alguna cosa ha vuelto. Los posesos no son poseídos por lo que viene, sino por lo que vuelve.
- Para construir un alma posible - un alma cuya cabeza no devore la propia cola -, la ley manda que sólo se quede con lo que es disfrazadamente vivo.
- Pero si sus ojos no me veían, la existencia de ella me existía.
- La hora de vivir es tan infernalmente inexpresiva que es la nada. Aquello que yo llamaba <
- Trascender es una transgresión. ¡Pero permanecer dentro de lo que es, eso exige que no tenga miedo!
- Sentada, subsistiendo, sabía que si las cosas no las llamase saladas o dulces, tristes o alegres o dolorosas o aun con entretonos de mayor sutileza, que solo entonces no trascendería más y permanecería en la propia cosa.
- Me estaba liberando de mi moralidad, y eso era una catástrofe sin fragor y sin tragedia.
-¿Soy moral en la medida en que hago lo que debo, y siento como debería?
- "El escándalo aún es necesario, mas ay de aquél por quien viene el escándalo".
- La ética de la moral es mantenerla en secreto. La libertad es un secreto.
- ¿Amor es cuando no se da nombre a la identidad de las cosas?
- Tenía que existir una bondad tan otra que no se parecería a bondad.
- El pecado renovadamente original es éste: tengo que cumplir mi ley que ignoro, y si no cumplo mi ignorancia, estaré pecando originalmente contra la vida.
- La respiración continua del mundo es aquello que oímos y llamamos silencio.
- Vi, con la falta de compromiso de quién no va a contar ni a sí mismo. Veía, como quien jamás precisará entender lo que vio.
- Ah, ¿Será que originariamente no éramos humanos? ¿y que por necesidad práctica nos hicimos humanos?
- Veía que el infierno era eso: la aceptación cruel del dolor, la solemne falta de piedad por el propio destino, amar más el ritual de vida que a sí mismo - ese era el infierno, donde quien comía la cara viva del otro se revolcaba en la alegría del dolor.
- ¡Y no hay castigo! He ahí el infierno: no hay castigo. Pues en el infierno hacemos el regocijo supremo de lo que sería el castigo, del castigo hacemos en este desierto un éxtasis más de risas con lágrimas, del castigo hacemos en el infierno una esperanza de gozo.
- Me contorsiono para lograr alcanzar el tiempo actual que me rodea, pero sigo remota en relación a este mismo instante. El futuro, ay de mí, es más próximo que el instante ya.
- Soy más aquello que en mí no es.
- El misterio del destino humano es que somos fatales, pero tenemos la libertad de cumplir o no nuestra fatalidad: de nosotros depende realizar nuestro destino fatal.
- Pero de mi depende venir a ser libremente lo que fatalmente soy. Soy dueña de mi fatalidad y, si decido no cumplirla, quedaré fuera de mi naturaleza específicamente viva. Pero si cumplo mi núcleo neutro y vivo, entonces, dentro de mi especie, seré específicamente humana.
- Y no necesito cuidar siquiera de mi alma, ella cuidará fatalmente de mí, y no tengo que hacer para mí misma un alma: tengo tan sólo que elegir vivir. Somos libres, y éste es el infierno.
- Y yo había dado el primer paso: pues por lo menos sabía que un ser humano es una sensibilización, un orgasmo de la naturaleza. Y que sólo por una anomalía de la naturaleza, es que, en vez de ser el dios, así como los otros seres lo son, en vez de serlo, nosotros queríamos verlo.
- La tentación del placer. La tentación es comer directamente en la fuente. La tentación es comer directamente en la ley.
- ¡Yo era ahora peor que yo misma!
- Escucha, existe una cosas que se llama santidad humana, y que no es la de los santos. Tengo miedo de que ni el Dios comprenda que la santidad humana es más peligrosa que la santidad divina, que la santidad de los laicos es más dolorosa. Aunque el propio Cristo haya sabido que si con él había hecho lo que hicieron, son nosotros haría mucho más, pues él había dicho: "Si hicieron esto con el ramo verde, ¿Qué harán con los secos?"
- Tú, tu fulgor del silencio. Yo no soy Tú, pero mi eres Tú. Sólo por eso jamás podré sentirme directamente porque eres mi.
- ¿Había pedido la cosa más peligrosa y prohibida? arriesgando mi alma, ¿habría osadamente elegido ver Dios?
- A mí, como a todo el mundo me fuera dado todo, pero yo había querido más: había querido saber de ese todo. Y había vendido mi alma para saber. Pero ahora entendía que no la había vendido al demonio, sino mucho más peligrosamente a Dios.
- Yo tenía la capacidad de la pregunta, pero no la de oír la respuesta.
- ¿Para mí la cosas tendrá que reducirse a ser apenas aquello que rodea lo intocable de la cosa?
- Y quiero más que la envoltura que también amo. Quiero lo que Te amo.
- Lo que existe golpea con fuertes olas contra el grano inquebrantable que soy.
- El nombre es un acrecentamiento e impide el contacto con la cosa. El nombre de la cosa es un intervalo para la cosa. La voluntad de acrecentamiento es grande - porque la cosa desnuda es tan tediosa.
- La naturaleza es lo atonal exasperado, fue así que los mundos se formaron: lo atonal se exasperó.
- Y la leche materna, que es humana, la leche materna está muco antes de lo humano, y no tiene gusto, no es nada, ya la probé.
- Es precisamente con los ojos que vemos a Dios. Y si postergo la cara de la realidad para después de mi muerte - es por astucia, porque prefiero estar muerta en la hora de Verlo y así pienso que no lo veré realmente, así como sólo tengo coraje de soñar verdaderamente cuando estoy durmiendo.
- Prescindir de la esperanza significa que tengo que comenzar a vivir, y no tan sólo a prometerme la vida.
- No tenía coraje de dejar de ser una promesa y me prometía, así como un adulto que no tiene coraje de ver que ya es adulto y continúa prometiéndose la madurez.
- Aquello que haga del pedido y de la carencia- ésta será la vida que habré hecho de mi vida.
- No es para nosotros que brota la leche de la vaca pero nosotros la bebemos. La flor no fue hecha para ser mirada por nosotros, ni para que sintamos su olor, y la miramos y la olemos. La vía láctea no existe para que sepamos de su existencia, pero sabemos. Y sabemos Dios. Y lo que de él precisamos lo extraemos. (No sé a qué llamo Dios, pero así puede llamárselo). Si sólo sabemos muy poco de Dios, es porque precisamos poco: sólo tenemos de Él lo que fatalmente nos basta, sólo tenemos de Dios lo que cabe en nosotros. (La nostalgia no es del Dios que nos falta, es la nostalgia de nosotros mismos que no somos bastante; sentimos falta de nuestra grandeza imposible - mi actualidad inalcanzable es mi paraíso perdido).
- Él no nació para nosotros, ni nosotros para Él, nosotros y Él somos al mismo tiempo.
- Pues ser real es asumir la propia promesa: asumir la propia inocencia y retomar el gusto del cual nunca se tuvo conciencia: el gusto de lo vivo.
- La gradual desmitificación de sí mismo es el verdadero trabajo que se hace bajo el trabajo, aparente, la vida es una misión secreta.
- Hasta que al fin me sea revelado que la vida en mi no tiene mi nombre.
- Sólo puedo alcanzar la despersonalización de la mudez si antes he construido una voz.
- ... donde el dolor no es ninguna cosa que nos sucede, sino lo que somos... La condición humana es la pasión de Cristo.
- La realidad antes de mi lenguaje existe como un pensamiento que no se piensa, pero por fatalidad fui y soy llevada a precisar saber lo que el pensamiento piensa.
- Seremos inhumanos - como la más alta conquista del hombre.
- Sólo puedo imaginarme pensando y sintiendo, dos atributos de serse, y no consigo imaginarme siendo apenas, y prescindiendo del resto. Ser apenas - eso me daría una enorme falta de qué hacer.
- Lo indecible solo me podrá ser dado a través del fracaso de mi lenguaje.
- En materia de vivir nunca se puede llegar antes.
- No alcanzaría jamás mi raíz, pero mi raíz existía.
- El mundo no dependía de mi - ésta era la confianza a la que había llegado: el mundo no dependía de mí, y no entiendo lo que estoy diciendo, ¡nunca! nunca más comprenderé lo que diga. Pues ¿Cómo podría decir sin que la palabra mintiese por mi? cómo podré decir sino tímidamente así: la vida se me es. La vida se me es y no entiendo lo que dijo. Y entonces adoro...
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