jueves, 4 de marzo de 2010
cosa de locos
Hoy me asusta morirme... tantos sueños cumplidos en tan poco tiempo mmm.... q viva la vida!... es cosa de locos
Una historia rara I
Miraba la luz roja del semáforo abstraído por pensamientos lejanos de otras tierras, por olores salinos que inundaban sus recuerdos, le parecía escuchar las olas rompiendo en el malecón con violencia musical; dejaba que los recuerdos lo sumergieran en un sopor autista.
Los pitos de los otros carros lo hicieron regresar a su realidad, el mar se convirtió en asfalto duro y gris y la suave brisa en un cúmulo de gases mal olientes y espesos que luchaban por invadir sus pulmones. Los sonidos de las gaviotas cambiaron en palabras agresivas que lo obligaron a pisar el acelerador a fondo, invadido de repente por un descontento rabioso. Si la vida fueran colores, la suya pasó de un azul claro a un rojo pálido. Se concentró en el rugir del motor bajo el asiento, ese ronronear suave e imponente que hacía que cualquiera en la acera volteara a mirar su flamante volvo rojo.
Buscó con desesperación sus gafas oscuras en la guantera, no quería que nadie lo viera a los ojos, sentía que quien lo mirara podría saber todo lo que había guardado en sus memorias. Siempre hacía eso cuándo sentía que podían buscar su cara, aunque solo era una precaución más, pues los vidrios polarizados impedían ya la visión. Giró a la derecha para dirigirse a la autopista y una vez entró, aceleró a fondo por el carril rápido, estrellando las luces que apenas se encendían de la ciudad en las ventanas del auto.
Algunas estrellas se veían en el oriente cuándo se quedó sin combustible.
Se orilló a un lado de la autopista, su imagen era peculiar, nadie podría decir si era hombre o mujer o si tenía 60 o 20 años. Su abundante cabello ondulado y sus gafas oscuras ocultaban los rasgos de su cara, y su vestimenta, un gabán que cubría desde su cuello hasta sus rodillas con unas botas estilizadas con broches de plata, bastaban para confundir cualquier descripción mas detallada.
Salió del auto y se dirigió al bosque, sacó del bolsillo una pipa plateada y la encendió. Fumaba con una pasividad envidiable mientras concentraba su vista en las estrellas que se adivinaban lejanas detrás de los árboles grises y sin follaje. Se sentó a esperar que el mundo se repitiera, con la vista fija en una estrella multicolor que lo llamaba titilando, coqueteando con sus llamaradas de luz antigua.
El tiempo dejo de ser tal mientras los ojos del chico y la estrella hacían contacto.
Por su mejilla se deslizó una solitaria lágrima, venida de algún recuerdo universal tal vez, de algún secreto doloroso que le transmitió la estrella, de algún mundo explotando en una guerra sideral o del primer grito de Dios al estallar el big-bang. La sensación de la lágrima acariciando su mejilla lo devolvió a la tierra, a ese lugar frío, y descampado, a su volvo rojo sin combustible, a la pipa en su boca, que hacía horas se había quedado sin tabaco, al peso de sus ropas mojadas por el rocío que empezaba a perlar el pasto.
¡Qué putas hago acá!- gritó mientras golpeaba el pasto con las botas.
Se dirigió con paso apresurado al auto, sintiendo el aire helado golpearle la cara. ¡Mierda! ¡No quiero que esto me siga pasando! ¿Qué se supone que voy a decir ahora? Lo siento pero es que tuve un repentino ataque de.. de... agh!
Miró desconcertado el volvo rojo sin gasolina y gritó a nadie. Sacó su billetera y marcó el número de la tarjeta de crédito con rapidez.
Gracias por comunicarse con el servicio de orientación al usuario, por favor espere en la línea para hablar con nuestra operadora – Empezó a sonar el concierto para piano y orquesta número 2 de Rachmaninov- Buen día le habla Sara en que puedo ayudarle – dijo una vos increíblemente atractiva – Bu...buenos días, es que me quedé sin combustible en la autopista – dijo un poco desconcertado por el contraste entre la dulce vos y la sombría tonada...
Una semana después la normalidad invadía los días y él ya no tenía mas ideas para escapar de esa gris cortina que lo envolvía todo, ya ni siquiera le permitían salir de la ciudad en su volvo.
- ¿A qué demonios huele esta habitación?- gritó una voz que en un principio no reconoció- ¡pero que haces acostado a esta hora!, ¿Por qué no contestas el celular?, ¿Revisaste el correo?, ¿Compraste los boletos?
- A mi, duermo, se quedó sin batería, no, si- Mientras ordenaba el tiempo en su cabeza reconoció a Ángel que miraba por una de las ventanas de la suite presidencial en la que se hospedaba, su cabello largo y castaño se agitaba al ritmo de las cortinas de terciopelo rojo, que eran corridas por primera vez en una semana - ¿Qué haces acá Angelito?
- Fuera de verte dormir un rato, ¡Espero que te vistas para que nos vamos porque el vuelo sale en 2 horas!- Dijo con una vos más dulce que enfadada - ¡Vístete!, ¿A dónde vas? vístete ahí, no hay tiempo para que te metas al baño. ¡Vamos Carlo!
¡Carlo!.. hacía dos semanas que no escuchaba su nombre.
¿Qué haces?- dijo secamente Ángel- vístete ya.
No, no me voy a vestir, voy a desayunar desnudo, llama a recepción y pide dos desayunos y dos cervezas...
- Pero como sos idiota, ¿no entendés que nos va a dejar el avión?
- A mi no me puede dejar ningún avión - se dirigió al teléfono que se encontraba en la amplía cocina de la suite y marcó un número con rapidez - Buen día, quiero aplazar un vuelo... Para las 4 de la tarde de hoy... creo que si se puede... le aseguro que si se puede... ok hagamos algo, usted va a digitar mi número de identificación en su computador... 222... si, muchas gracias, tranquila no hay problema alguno... si muchas gracias... no no así estamos bien... si somos dos... exacto... adiós.
- Odio como siempre te sales con la tuya.
Carlo sonreía, sentir a Ángel tan cerca le hacía mucho bien, su olor lo transportaba al mar. Ángel lo abrazó por unos segundos y luego se alejó. Carlo sabía que hacía mal al comportarse así con Ángel, pero no lo podía evitar, no obraba con mala intención, aunque disfrutaba un poco viéndolo sufrir.
El desayuno no demoró en estar sobre el comedor de la amplía suite. Las ventanas y el decorado pálido de las paredes contribuían a aumentar esa sensación apabullante de grandeza. La luz que lo inundaba todo recorría tambien todos los rincones del cuerpo de Carlo, haciendo que en Ángel la incomodidad se hiciera notoria, la situación era un poco jocosa. Aunque no era la primera vez que sucedía, Ángel gustaba de desnudarse para hablar con sinceridad, sentía que una vez desnudo el cuerpo era difícil cargar con prejuicios en el alma.
Carlo y Ángel habían sido amigos desde la infancia, aunque no era una amistad convencional. Desde el estallido de la guerra ambos habían tenido que pasar por las situaciones mas absurdas y peligrosas, y aún cuándo las circunstancias los obligaban a separarse, el destino los unía de nuevo una y otra vez.
Se habían conocido durante la primera revuelta mientras huían junto a sus familias, eran tan solo unos niños sin conciencia de lo que estaba ocurriendo, sus sonrisas y juegos infantiles contrastaban con la preocupación reflejada en la cara de sus padres. (Al final todos somos recuerdos, y nada más que recuerdos es lo que construye amistades duraderas).
La revuelta no había estado precedida por acontecimientos llamativos, y en las calles se respiraba un ambiente de normalidad. Pocos días antes de la toma del palacio de gobierno, la madre de Carlo había tenido sueños inquietantes sobre cuevas oscuras llenas de arañas viscosas que caían del techo, por lo que despertaba a media noche empapada en sudor y salía a caminar por el jardín, le gustaba sentir como los aromas de las flores lo inundaban todo, y cómo todo la realidad cotidiana se derrumbaba a su alrededor y quedaba sepultada entre los olores y visiones nocturnas. Carlo tampoco podía dormir en esos días, y se dedicaba a observar a su madre desde la ventana de su cuarto en sus paseos nocturnos. Carlo y su madre eran almas parecidas, dispuestas a servir a aquél que lo necesitara, por lo que eran muy vulnerables a las personas de malas intenciones.
-¿En qué piensas?
-En los sueños de mi mamá... soñaba con arañas gigantes que devoraban luces extrañas.
-¿Y qué crees que signifiquen?
-No lo sé... acércame el pan
-Te he extrañado Ángel, a veces me gustaría que nos hicieran viajar más seguido para poder estar mas tiempo con vos.
-No creo que estar mas tiempo conmigo te haga bien... aunque a mi también me gustaría.
-Creo que me haría mas bien que mal y a ti también... no me gusta escuchar cuándo dicen que te has escapado... siempre pienso lo peor... no quiero que te pase nada malo...
-Sabes que me puedo defender solo.
-¿Qué tal tu semana?- Ángel quería evadir el tema de la defensa personal, sabía que los llevaría a entrar en una discusión eterna.
-Bien, gris, como todas en este año.
-Mmm... ¿No has tenido noticias de casa?
-No – En su cara se dibujó una mueca de dolor- ¿Vos?
-Dicen que se vio una luz en la frontera.
-¿Qué luz?- Carlo se puso rígido en el asiento.
-solo una luz
-¿Crees que están vivos?
-Siempre
-¿Sabes por qué nos están moviendo tan rápido?
-No lo sé, debe ser por el aniversario de la caída.
-14 años – Lo dijo con la mirada perdida mientras jugaba con la el vaso.
-14 años – Repitió Ángel, con una voz apagada y triste
-¿Sabes a dónde vamos?
-Dicen que nos llevarán a las montañas del Norte... cerca a las nuevas bases... allá estaremos más seguros
-Más seguros- repitió Carlo con sorna
-Quiero que me dejes acompañarte
-Está bien.
Ángel se sorprendió con la respuesta, seguramente estaba pensando en las razones para seguir insistiendo, cómo tantas otras veces.
-¿Acabás de decir lo que acabas de decir?
- Hace años no probaba un chocolate caliente en el desayuno... ¿vos si?
- ¿Me dejarás acompañarte?
- ¿No te parece extraño que nos sirvan chocolate en el desayuno?
- ¿Eh?
- ¡El Chocolate!... ¿No te parece raro?... y si, si te dejo acompañarme...
Ángel pasó en un segundo de ser la viva imagen de la felicidad a ser la viva imagen de la preocupación
- ¿Cómo se pudieron haber enterado?
- El ambiente ha estado muy cargado estas semanas - Dijo Carlo mientras se ponía con celeridad los jeans y el Gabán que lo acompañaban.
Ángel cerró instintivamente las ventanas y se puso sus gafas oscuras. Se dirigió a la puerta de la habitación y observó con cautela a ambos lados mientras repetía unas palabras ininteligibles por su celular. Al poco tiempo salió Carlo cargando una pequeña maleta oscura. Ambos bajaron las escaleras con paso apresurado y en cada piso se les unían mas personas vestidas de diferentes formas, pero todos con gafas oscuras.
Salieron por una de las entradas secundarias del hotel, dónde los esperaban varios autos, todos poco llamativos, excepto para ojos entrenados. Todos arrancaron en diferentes direcciones, el carro en el que viajaban Carlo y Ángel iba escoltado por otros dos, se dirigían al aeropuerto, en el trayecto dos imponentes camionetas se unieron a la caravana.
Los pitos de los otros carros lo hicieron regresar a su realidad, el mar se convirtió en asfalto duro y gris y la suave brisa en un cúmulo de gases mal olientes y espesos que luchaban por invadir sus pulmones. Los sonidos de las gaviotas cambiaron en palabras agresivas que lo obligaron a pisar el acelerador a fondo, invadido de repente por un descontento rabioso. Si la vida fueran colores, la suya pasó de un azul claro a un rojo pálido. Se concentró en el rugir del motor bajo el asiento, ese ronronear suave e imponente que hacía que cualquiera en la acera volteara a mirar su flamante volvo rojo.
Buscó con desesperación sus gafas oscuras en la guantera, no quería que nadie lo viera a los ojos, sentía que quien lo mirara podría saber todo lo que había guardado en sus memorias. Siempre hacía eso cuándo sentía que podían buscar su cara, aunque solo era una precaución más, pues los vidrios polarizados impedían ya la visión. Giró a la derecha para dirigirse a la autopista y una vez entró, aceleró a fondo por el carril rápido, estrellando las luces que apenas se encendían de la ciudad en las ventanas del auto.
Algunas estrellas se veían en el oriente cuándo se quedó sin combustible.
Se orilló a un lado de la autopista, su imagen era peculiar, nadie podría decir si era hombre o mujer o si tenía 60 o 20 años. Su abundante cabello ondulado y sus gafas oscuras ocultaban los rasgos de su cara, y su vestimenta, un gabán que cubría desde su cuello hasta sus rodillas con unas botas estilizadas con broches de plata, bastaban para confundir cualquier descripción mas detallada.
Salió del auto y se dirigió al bosque, sacó del bolsillo una pipa plateada y la encendió. Fumaba con una pasividad envidiable mientras concentraba su vista en las estrellas que se adivinaban lejanas detrás de los árboles grises y sin follaje. Se sentó a esperar que el mundo se repitiera, con la vista fija en una estrella multicolor que lo llamaba titilando, coqueteando con sus llamaradas de luz antigua.
El tiempo dejo de ser tal mientras los ojos del chico y la estrella hacían contacto.
Por su mejilla se deslizó una solitaria lágrima, venida de algún recuerdo universal tal vez, de algún secreto doloroso que le transmitió la estrella, de algún mundo explotando en una guerra sideral o del primer grito de Dios al estallar el big-bang. La sensación de la lágrima acariciando su mejilla lo devolvió a la tierra, a ese lugar frío, y descampado, a su volvo rojo sin combustible, a la pipa en su boca, que hacía horas se había quedado sin tabaco, al peso de sus ropas mojadas por el rocío que empezaba a perlar el pasto.
¡Qué putas hago acá!- gritó mientras golpeaba el pasto con las botas.
Se dirigió con paso apresurado al auto, sintiendo el aire helado golpearle la cara. ¡Mierda! ¡No quiero que esto me siga pasando! ¿Qué se supone que voy a decir ahora? Lo siento pero es que tuve un repentino ataque de.. de... agh!
Miró desconcertado el volvo rojo sin gasolina y gritó a nadie. Sacó su billetera y marcó el número de la tarjeta de crédito con rapidez.
Gracias por comunicarse con el servicio de orientación al usuario, por favor espere en la línea para hablar con nuestra operadora – Empezó a sonar el concierto para piano y orquesta número 2 de Rachmaninov- Buen día le habla Sara en que puedo ayudarle – dijo una vos increíblemente atractiva – Bu...buenos días, es que me quedé sin combustible en la autopista – dijo un poco desconcertado por el contraste entre la dulce vos y la sombría tonada...
Una semana después la normalidad invadía los días y él ya no tenía mas ideas para escapar de esa gris cortina que lo envolvía todo, ya ni siquiera le permitían salir de la ciudad en su volvo.
- ¿A qué demonios huele esta habitación?- gritó una voz que en un principio no reconoció- ¡pero que haces acostado a esta hora!, ¿Por qué no contestas el celular?, ¿Revisaste el correo?, ¿Compraste los boletos?
- A mi, duermo, se quedó sin batería, no, si- Mientras ordenaba el tiempo en su cabeza reconoció a Ángel que miraba por una de las ventanas de la suite presidencial en la que se hospedaba, su cabello largo y castaño se agitaba al ritmo de las cortinas de terciopelo rojo, que eran corridas por primera vez en una semana - ¿Qué haces acá Angelito?
- Fuera de verte dormir un rato, ¡Espero que te vistas para que nos vamos porque el vuelo sale en 2 horas!- Dijo con una vos más dulce que enfadada - ¡Vístete!, ¿A dónde vas? vístete ahí, no hay tiempo para que te metas al baño. ¡Vamos Carlo!
¡Carlo!.. hacía dos semanas que no escuchaba su nombre.
¿Qué haces?- dijo secamente Ángel- vístete ya.
No, no me voy a vestir, voy a desayunar desnudo, llama a recepción y pide dos desayunos y dos cervezas...
- Pero como sos idiota, ¿no entendés que nos va a dejar el avión?
- A mi no me puede dejar ningún avión - se dirigió al teléfono que se encontraba en la amplía cocina de la suite y marcó un número con rapidez - Buen día, quiero aplazar un vuelo... Para las 4 de la tarde de hoy... creo que si se puede... le aseguro que si se puede... ok hagamos algo, usted va a digitar mi número de identificación en su computador... 222... si, muchas gracias, tranquila no hay problema alguno... si muchas gracias... no no así estamos bien... si somos dos... exacto... adiós.
- Odio como siempre te sales con la tuya.
Carlo sonreía, sentir a Ángel tan cerca le hacía mucho bien, su olor lo transportaba al mar. Ángel lo abrazó por unos segundos y luego se alejó. Carlo sabía que hacía mal al comportarse así con Ángel, pero no lo podía evitar, no obraba con mala intención, aunque disfrutaba un poco viéndolo sufrir.
El desayuno no demoró en estar sobre el comedor de la amplía suite. Las ventanas y el decorado pálido de las paredes contribuían a aumentar esa sensación apabullante de grandeza. La luz que lo inundaba todo recorría tambien todos los rincones del cuerpo de Carlo, haciendo que en Ángel la incomodidad se hiciera notoria, la situación era un poco jocosa. Aunque no era la primera vez que sucedía, Ángel gustaba de desnudarse para hablar con sinceridad, sentía que una vez desnudo el cuerpo era difícil cargar con prejuicios en el alma.
Carlo y Ángel habían sido amigos desde la infancia, aunque no era una amistad convencional. Desde el estallido de la guerra ambos habían tenido que pasar por las situaciones mas absurdas y peligrosas, y aún cuándo las circunstancias los obligaban a separarse, el destino los unía de nuevo una y otra vez.
Se habían conocido durante la primera revuelta mientras huían junto a sus familias, eran tan solo unos niños sin conciencia de lo que estaba ocurriendo, sus sonrisas y juegos infantiles contrastaban con la preocupación reflejada en la cara de sus padres. (Al final todos somos recuerdos, y nada más que recuerdos es lo que construye amistades duraderas).
La revuelta no había estado precedida por acontecimientos llamativos, y en las calles se respiraba un ambiente de normalidad. Pocos días antes de la toma del palacio de gobierno, la madre de Carlo había tenido sueños inquietantes sobre cuevas oscuras llenas de arañas viscosas que caían del techo, por lo que despertaba a media noche empapada en sudor y salía a caminar por el jardín, le gustaba sentir como los aromas de las flores lo inundaban todo, y cómo todo la realidad cotidiana se derrumbaba a su alrededor y quedaba sepultada entre los olores y visiones nocturnas. Carlo tampoco podía dormir en esos días, y se dedicaba a observar a su madre desde la ventana de su cuarto en sus paseos nocturnos. Carlo y su madre eran almas parecidas, dispuestas a servir a aquél que lo necesitara, por lo que eran muy vulnerables a las personas de malas intenciones.
-¿En qué piensas?
-En los sueños de mi mamá... soñaba con arañas gigantes que devoraban luces extrañas.
-¿Y qué crees que signifiquen?
-No lo sé... acércame el pan
-Te he extrañado Ángel, a veces me gustaría que nos hicieran viajar más seguido para poder estar mas tiempo con vos.
-No creo que estar mas tiempo conmigo te haga bien... aunque a mi también me gustaría.
-Creo que me haría mas bien que mal y a ti también... no me gusta escuchar cuándo dicen que te has escapado... siempre pienso lo peor... no quiero que te pase nada malo...
-Sabes que me puedo defender solo.
-¿Qué tal tu semana?- Ángel quería evadir el tema de la defensa personal, sabía que los llevaría a entrar en una discusión eterna.
-Bien, gris, como todas en este año.
-Mmm... ¿No has tenido noticias de casa?
-No – En su cara se dibujó una mueca de dolor- ¿Vos?
-Dicen que se vio una luz en la frontera.
-¿Qué luz?- Carlo se puso rígido en el asiento.
-solo una luz
-¿Crees que están vivos?
-Siempre
-¿Sabes por qué nos están moviendo tan rápido?
-No lo sé, debe ser por el aniversario de la caída.
-14 años – Lo dijo con la mirada perdida mientras jugaba con la el vaso.
-14 años – Repitió Ángel, con una voz apagada y triste
-¿Sabes a dónde vamos?
-Dicen que nos llevarán a las montañas del Norte... cerca a las nuevas bases... allá estaremos más seguros
-Más seguros- repitió Carlo con sorna
-Quiero que me dejes acompañarte
-Está bien.
Ángel se sorprendió con la respuesta, seguramente estaba pensando en las razones para seguir insistiendo, cómo tantas otras veces.
-¿Acabás de decir lo que acabas de decir?
- Hace años no probaba un chocolate caliente en el desayuno... ¿vos si?
- ¿Me dejarás acompañarte?
- ¿No te parece extraño que nos sirvan chocolate en el desayuno?
- ¿Eh?
- ¡El Chocolate!... ¿No te parece raro?... y si, si te dejo acompañarme...
Ángel pasó en un segundo de ser la viva imagen de la felicidad a ser la viva imagen de la preocupación
- ¿Cómo se pudieron haber enterado?
- El ambiente ha estado muy cargado estas semanas - Dijo Carlo mientras se ponía con celeridad los jeans y el Gabán que lo acompañaban.
Ángel cerró instintivamente las ventanas y se puso sus gafas oscuras. Se dirigió a la puerta de la habitación y observó con cautela a ambos lados mientras repetía unas palabras ininteligibles por su celular. Al poco tiempo salió Carlo cargando una pequeña maleta oscura. Ambos bajaron las escaleras con paso apresurado y en cada piso se les unían mas personas vestidas de diferentes formas, pero todos con gafas oscuras.
Salieron por una de las entradas secundarias del hotel, dónde los esperaban varios autos, todos poco llamativos, excepto para ojos entrenados. Todos arrancaron en diferentes direcciones, el carro en el que viajaban Carlo y Ángel iba escoltado por otros dos, se dirigían al aeropuerto, en el trayecto dos imponentes camionetas se unieron a la caravana.
JULIO DE 2009
Desde Buenos Aires:
Caminos interminables cruzan los altos edificios de la urbe, olores agrios se pelean por contaminar los sentidos, nuevos sonidos de bestias maquinales arañan mis oídos, vientos cortantes y helados inhiben el tacto dormido. El hombre se pudre en sus construcciones, construye tristeza sin cielos y amores sin besos.
Pienso en las cosas del mundo con la seguridad de que no necesito pensarlas, pero aún así mi mente naufraga en las cloacas junto a las caras de Benjamin Franklin. La culpabilidad asalta en los resquicios invisibles de las alcantarillas forzándome a sacudirla de mis hombros como a la caspa, con un movimiento impulsivo, con los pies en la mierda y la mirada en la luna.
Caminos interminables cruzan los altos edificios de la urbe, olores agrios se pelean por contaminar los sentidos, nuevos sonidos de bestias maquinales arañan mis oídos, vientos cortantes y helados inhiben el tacto dormido. El hombre se pudre en sus construcciones, construye tristeza sin cielos y amores sin besos.
Pienso en las cosas del mundo con la seguridad de que no necesito pensarlas, pero aún así mi mente naufraga en las cloacas junto a las caras de Benjamin Franklin. La culpabilidad asalta en los resquicios invisibles de las alcantarillas forzándome a sacudirla de mis hombros como a la caspa, con un movimiento impulsivo, con los pies en la mierda y la mirada en la luna.
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