lunes, 9 de diciembre de 2013

Disertaciones lisérgicas.

Soy el individuo que deja atrás el cadáver de la ley del padre y a su madre, la naturaleza violada.
Tras de mi siglos de batallas de ideas feroces, vociferantes proclamas de salvadores postizos; llantos, sangre, sudor y lágrimas. Me presento al futuro desnudo, tal cual soy, sin ley natural, cargo a rastras el cadáver del padre. Yo maté a dios, lo busqué tras la última seguridad firme y lo cacé con cebicia, me lo comí y después lo cagué, porque pude.
Maté a dios, el mundo se quedó sin tener de dónde colgar y yo lo usé de collar.
Soy el individuo, ando vestido de dios y mil voluntades me sostienen. Trás de mi una historia de condicionamientos, entiendo que soy como soy como consecuencia de luchas pasadas. Soy el reducto de lo prohibido, soy lo que queda de la transgresión de la última ley. En mi la perversión vive su último día y se retuerce en agonía.
Soy todo lo que dios prohibió ser, soy todo lo que la naturaleza negó la posibilidad de ser. Cargo en mi el cadáver de mi padre y de mi madre, y entiendo que nunca fueron tal cosa, porque ley, naturaleza y vida fueron después de esto que soy.
No hay ley que romper, no hay padre a quién culpar o madre ante quién quejarse. Hay un desastre en la habitación producto del primer juego que quise jugar.
El juego ya no es divertido, luchar contra lo prohibido me dejó al descubierto, reconozco las fuerzas de la historia, entreveo los hilos del futuro, soy el individuo que se sabe condicionado por una historia anterior a su existencia y empoderado en el presente por este conocimiento.
Soy el individuo ante su historia, poniendo la cara y aceptando la responsabilidad, dispuesto a cumplir la pena por haber matado. Mis manos manchadas de sangre se plantan frente al abismo y las convierto en plumas.
Ante mi un mundo de posibilidades ajenas y extrañas a la razón, último desecho conservado de la ley.
El juego ha sido mío, condicionado por mi historia, ahora aburrido, con ganas de mirar a otra parte me voy a otras historias. Encuentro en todas partes lo mismo, todo era yo, padre y madre eran yo, ley y naturaleza eran yo y estaba jugando hace tanto tiempo que había olvidado que todo no era más que un juego.
Mi trabajo ahora es limpiar el desorden.
El gran hombre pasó y dejó tras de si un desastre infernal, mi trabajo es recoger la basura, reciclarla para darle la forma que me convenga.
Ante mi dioses e ideologías, movimientos, manifiestos, todos ellos muertos, obsoletos, insostenibles, caducos que dejaron un mundo asqueroso, putrefacto, en avanzado estado de descomposición, al borde de la muerte.
Soy el que se yergue sobre las montañas de basura dispuesto a limpiar el desastre, a recibir la vieja información y actualizarla a una versión más limpia.
Vengo por un mundo limpio, soy el hombre limpio, en mi resbalan vicios y virtudes, en mi mano el hacer y en mi mente el decir unidos bajo el imperio de mi reverendísima voluntad de mi.
La historia me dejó sucio y vengo dispuesto a limpiarme, rehuyo a la crítica y al halago, mi espíritu es orgánico y ajustado a lo que funciona con limpieza.
Vine a limpiar el desastre del último juego de la ley del padre, ya no juego más en el tablero de la razón, mi presencia está en las calles y no se puede explicar.
Mi movimiento es profundo y no obedece a interés alguno, no obedece a ninguna voluntad, solo a la mía.
No puede ser tomado por idea, dios o cultura alguna, pues supera con creces cualquier lenguaje.
El juego nuevo es en un tablero completamente distinto de la razón y el lenguaje; del último no quedan sino vidrios rotos, el falo que sostenía el mundo yace flácido.
El nuevo juego no existe y ya lo estoy jugando y voy ganando-perdiendo a partes iguales.
Hay algo que se asoma en el abismo cuando lo juego y no soy yo.
Soy el primer hombre adulto.
Soy responsable de dolores y alegrías y cumplo servicio comunitario, remuevo de las calles la basura de las ideas; cruces, estrellas y lunas son basura que reciclo y uso de adorno, estoy limpiando.
En mi quedan obligaciones pendientes del último juego y las estoy cumpliendo, pero ya no hay dios ni ley natural.
Mi misión es purificar el mundo, librarlo de vicios y virtudes, actúo en el presente ajeno a cualquier futuro.
No quepo en las enciclopedias, mi iluminación no está más en las letras.
Mi preocupación última es limpiar y desinfectar.
Soy el sanador y vengo herido de historia, dispuesto a recoger mi propio des-orden.
Quiero dejar el mundo limpio.
Estoy destapando cañerías, quitando moho de ideas, mi detergente es la evidencia.
Mi actualidad no es vanguardia, no porto ningún estandarte, no hay en mi ninguna distinción, vine a salvar al mundo de las consecuencias de mi historia, soy simple y limpio, fugaz, irrastreable, inodoro, incípido, imperceptible, inenarrable. (Guiño, guiño)
En mi no hay conflicto, soy caótico y caota.