De los poetas menores en las antologías aprendí que el olvido no existe.
De Borges se que alguien ve una lámpara en el desierto.
Evocaciones de humo y cantos de Djinn perviven lo cerrado.
Adornos nada más, en un cruce de candados, son mis conjuros de tinieblas.
Ese mar que no conozco rebosa copas en el brindis de lo perdido,
pretendo ser río ancho en un cielo azulado, sólo por huir de ser vía láctea
en el espacio vacío y oscuro.
Pero las estrellas no conocen los peces, ni las arenas lo alto,
la esencia prima no ve en lo otro sino con sus ojos,
la hondonada es simple valle para la flor de un cactus.
Cayó en desgracia la luna cuando quiso ver colores, no hay
nada allá afuera que perdure mientras un otro lo mienta,
a las carretas los caminos y a los caminos el polvo.
lunes, 24 de octubre de 2011
sábado, 8 de octubre de 2011
Un pequeño párrafo salvado...
-Vale, hemos llegado, ¿y ahora qué?
- Llegamos, es todo.
Sacó la cajetilla de cigarrillos y extrajo con delicadeza el último. Lo llevó lentamente a sus labios y acercó la candela con parsimonia ceremonial. La primera bocanada de humo pareció durar eternidades.
- No me sorprende la derrota. Igual no esperaba nada. Estoy acostumbrado a nadar boca arriba en este mar de mierda. No me malinterpretes, no es que no esté dispuesto a morir, es que no estaba en mis planes hoy. Suponía que iba a conocer el amor... antes... se que suena patético pero de verdad tenía esa esperanza.
- Yo esperaba tener ganas de vivir.
- Creía que me esperaba sin conocerme y yo solía amarlo justo en ese tiempo, ignorando si alguna vez en sueños me había adelantado. En estos momentos debe estar haciendo algo inmaduro, propio de su edad y su tiempo sin mi, cuando lo conozca me va a contar que una noche como estas se acostó con la novia de su mejor amigo, luego nos vamos a reír y yo le voy a decir que esa misma noche estaba pensando en él, tratando de amarlo sin haberlo visto, por esa idea tonta de que el amor no tiene tiempo y que de verdad había escogido estar con él aún sin haber nacido.
- No le encuentro sentido, nacemos y estamos condenados, nos imponen las reglas con las que tenemos que jugar, escogen por nosotros un sistema económico al que encadenarnos, unas referencias morales y unos dioses que nos gobiernen y luego nos echan a la calle como autómatas sobrantes. Luego se aseguran de que sea difícil cuestionar sus mandatos por mas estúpidos que sean, nos obligan a ser fríos con los que no tuvieron suerte, a no sentirnos culpables por la desventura de los demás, a sentirnos sucios cuando hacemos lo que nos gusta y a pedir perdones a diestra y siniestra a figuras de autoridad infladas con los vapores de los que se descomponen en la base. Pero ni siquiera eso me molesta, la verdad, odio no poder ser como ellos, aborrezco no poder aceptar verdades sin más, no poder asegurarme un suelo firme del que no pueda renegar. Odio ir a la deriva tambaleándome mientras todos van seguros a algún lado.
Todos quieren seguir siendo cobardes, es mejor, más fácil. Son repugnantes pero no los puedo culpar, me gustaría tanto ser así, estar seguro de que digo las cosas correctas, pienso lo mejor y actúo tal como se espera de mi. Pero yo se que nada estoy obligado a hacer, que yo soy lo único que de mi hala. No tengo caminos marcados y no puedo decirle a los otros que sus caminos son solo huellas del azar.
- Lo iba a encontrar y le iba a decir que de todas las noches en otros brazos guardaba pedazos de besos para él. Que una vez quise compararlo con algún amor pasajero, porque creí que nunca encontraría unos labios mejores, pero que no pude, que siempre supe que no iba a desear otros labios que los suyos. Un día iba a pelearme con él por su demora, porque me dejó en las manos de muchos que me hicieron daño y porque no se apresuró en venir a rescatarme, lo iba a odiar por un tiempo porque tardó más de lo esperado en aparecer en mi vida.
- Y de nada sirve pensar todo al final. No vamos a cambiar nada. Siempre lo supe y aún así lo intenté, no porque tuviera esperanza sino justamente por lo contrario, porque sabía que todo lo que hiciera no iba a parar la mole de podredumbre que se arremolina en las ciudades. No hay algo más allá, no hay nada que haga trascender diferente a la memoria de los otros. Ni siquiera es importante lograr algo, o ser recordado. Nunca vas a poder anticipar con claridad las nauseas en las que mezclarán tus palabras.
- Ahora será él quién se quede esperando. No sabrá que envidié a muchos... lo esperé.
- Este es el fin del camino y no hay nada que lo diferencie del principio, los que nazcan de ahora en adelante serán adoctrinados tal como nosotros lo fuimos, cada vez será más difícil que alguno cuestione algo.
- Le voy a contar que alguna vez creí encontrarlo.
- No nos cambió el final, no somos tan diferentes, nos estamos ahogando en el mismo muladar pero tu te empeñas en buscar oro mientras yo digo que la mierda huele mal.
- Llegamos, es todo.
Sacó la cajetilla de cigarrillos y extrajo con delicadeza el último. Lo llevó lentamente a sus labios y acercó la candela con parsimonia ceremonial. La primera bocanada de humo pareció durar eternidades.
- No me sorprende la derrota. Igual no esperaba nada. Estoy acostumbrado a nadar boca arriba en este mar de mierda. No me malinterpretes, no es que no esté dispuesto a morir, es que no estaba en mis planes hoy. Suponía que iba a conocer el amor... antes... se que suena patético pero de verdad tenía esa esperanza.
- Yo esperaba tener ganas de vivir.
- Creía que me esperaba sin conocerme y yo solía amarlo justo en ese tiempo, ignorando si alguna vez en sueños me había adelantado. En estos momentos debe estar haciendo algo inmaduro, propio de su edad y su tiempo sin mi, cuando lo conozca me va a contar que una noche como estas se acostó con la novia de su mejor amigo, luego nos vamos a reír y yo le voy a decir que esa misma noche estaba pensando en él, tratando de amarlo sin haberlo visto, por esa idea tonta de que el amor no tiene tiempo y que de verdad había escogido estar con él aún sin haber nacido.
- No le encuentro sentido, nacemos y estamos condenados, nos imponen las reglas con las que tenemos que jugar, escogen por nosotros un sistema económico al que encadenarnos, unas referencias morales y unos dioses que nos gobiernen y luego nos echan a la calle como autómatas sobrantes. Luego se aseguran de que sea difícil cuestionar sus mandatos por mas estúpidos que sean, nos obligan a ser fríos con los que no tuvieron suerte, a no sentirnos culpables por la desventura de los demás, a sentirnos sucios cuando hacemos lo que nos gusta y a pedir perdones a diestra y siniestra a figuras de autoridad infladas con los vapores de los que se descomponen en la base. Pero ni siquiera eso me molesta, la verdad, odio no poder ser como ellos, aborrezco no poder aceptar verdades sin más, no poder asegurarme un suelo firme del que no pueda renegar. Odio ir a la deriva tambaleándome mientras todos van seguros a algún lado.
Todos quieren seguir siendo cobardes, es mejor, más fácil. Son repugnantes pero no los puedo culpar, me gustaría tanto ser así, estar seguro de que digo las cosas correctas, pienso lo mejor y actúo tal como se espera de mi. Pero yo se que nada estoy obligado a hacer, que yo soy lo único que de mi hala. No tengo caminos marcados y no puedo decirle a los otros que sus caminos son solo huellas del azar.
- Lo iba a encontrar y le iba a decir que de todas las noches en otros brazos guardaba pedazos de besos para él. Que una vez quise compararlo con algún amor pasajero, porque creí que nunca encontraría unos labios mejores, pero que no pude, que siempre supe que no iba a desear otros labios que los suyos. Un día iba a pelearme con él por su demora, porque me dejó en las manos de muchos que me hicieron daño y porque no se apresuró en venir a rescatarme, lo iba a odiar por un tiempo porque tardó más de lo esperado en aparecer en mi vida.
- Y de nada sirve pensar todo al final. No vamos a cambiar nada. Siempre lo supe y aún así lo intenté, no porque tuviera esperanza sino justamente por lo contrario, porque sabía que todo lo que hiciera no iba a parar la mole de podredumbre que se arremolina en las ciudades. No hay algo más allá, no hay nada que haga trascender diferente a la memoria de los otros. Ni siquiera es importante lograr algo, o ser recordado. Nunca vas a poder anticipar con claridad las nauseas en las que mezclarán tus palabras.
- Ahora será él quién se quede esperando. No sabrá que envidié a muchos... lo esperé.
- Este es el fin del camino y no hay nada que lo diferencie del principio, los que nazcan de ahora en adelante serán adoctrinados tal como nosotros lo fuimos, cada vez será más difícil que alguno cuestione algo.
- Le voy a contar que alguna vez creí encontrarlo.
- No nos cambió el final, no somos tan diferentes, nos estamos ahogando en el mismo muladar pero tu te empeñas en buscar oro mientras yo digo que la mierda huele mal.
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