domingo, 24 de enero de 2016

En el sereno centro del caos.

Que cosa extraña esto de pararse a pensar en medio del torbellino. Te acostumbrás a la rutina de Kansas hasta que una mañana cualquiera abrís los ojos y el tiempo te embiste a toda velocidad en la tierra de Oz; te das cuenta que eras vos el que no se movía, que eras vos el que acumulabas días para dejarlos pudrir. Esa sacudida violenta que impone un exilio obligado de lo cotidiano planeado, de las agendas acordadas, de las tareas pendientes, de la cómoda y aburrida rutina, te obliga a dejarlo todo con un dejo de alivio, te sentís liberado de la gran responsabilidad de desear y controlar. Ahora solamente te queda agarrarte de lo que aprendiste, respirar, disfrutar el viaje de lo inesperado, sin esa pretensión de estar listo, pues es imposible prepararse siquiera para lo que nunca se ha soñado. Te sostenés de lo que podés, una que otra cosa familiar, un camino de baldosas amarillas, conceptos conocidos en pleno proceso de resignificación; ¡que va!, en últimas sabés que tenés que buscar al mago farsante para que te recuerde que ya fuiste los suficientemente valiente para construirte un corazón y una mente nueva. Al final no querés estar ni aquí ni allá, y prorrogar mucho tiempo el viaje en torbellino, quedarte en el sereno centro del caos, en el corazón del tornado que te transporta.