viernes, 26 de julio de 2013

Ojos, a manera de confesión.

Yo no tuve consciencia de hacer algo malo, lo juro. Yo solo dibujé ojos en mis ratos libres, y nunca advertí en ello problema alguno, lo hice en todas partes.
Cuando ellos empezaron a mirarme me sorprendí. Vale, lo acepto, es increíble, pero no por eso irreal.
No digo mentiras, la primera vez que lo hicieron, mi mente se redujo a la imagen de dos espejos enfrentados; "Algo me ve, algo que yo veo me ve, y ese algo no soy yo mismo, ese algo es diferente al resto de humanos que soy", eso pensé.
Fue en un bus, cuando tenía 13 años, iba rumbo al colegio, sentado justo al lado de la ventana, era una mañana fría y la niebla era tan espesa que todo el paisaje era ceguera blanca. El vaho empañaba las ventanas, y bueno, cuando eso pasa no puedo reprimir el impulso infantil de dibujar algo con los dedos y verlo correrse en gotas lentas, aún hoy me es imposible resistirme a hacerlo. Empecé dibujando un arco con el lado convexo hacia arriba, como una montaña, y vi una montaña, una cueva, una entrada, una puerta quizás, luego como si de la cueva saliera un río cristalino, de mi dedo surgió un reflejo, y tuve un ojo, uno sin pupila, un ojo ciego, uno de mentiras, sin luz que entrara y saliera, un agujero negro muy blanco, dibujé la ceguera del otro lado de la ventana; por último, por un impulso irrefrenable, una profunda inspiración imposible de ignorar, dibujé la pupila, situé mi índice en el centro del arco y su reflejo, y lo dejé ahí. Lentamente, como si fuera mi dedo una llave de cristal en cerradura de plomo, lo despegué del vidrio, lo alejé, y una pupila destacó en el fondo blanco. No puedo decir que inmediatamente el ojo que dibujé me miró, porque no es verdad, cuando vi el dibujo terminado, solo vi un ojo como tantos que había hecho antes, y tuve la idea de hacer otro y luego añadir una nariz y una boca, igual, el frío vapor se sentía rico en mi dedo. Fue cuando me dispuse a dibujar el otro ojo que me percaté de que me estaba mirando.
La sensación que tuve es parecida a ese "no se qué" que te hace voltear hacia atrás cuando sientes que alguien te observa, sentirse observado es definitivamente algo difícil de describir, detrás de un ojo hay una consciencia, hay un algo que ve, y detrás del ojo que se corría algo me vio, algo supo de mi.
En esa ocasión no le presté mayor atención al asunto, pudo haber sido alguien detrás de la niebla que me miraba fijamente sin saber en ese instante.
Recuerdo que seguí dibujando ojos en todas partes, siempre que tenía algo con qué rayar, de todo tipo, con pestañas, sin pestañas, con intrincados mandalas y fractales en las pupilas   o simples puntos a veces; con el tiempo fui adquiriendo cierta destreza y empecé a pintarlos, utilicé toda clase de pinturas, y nunca me percaté de la obsesión en que se había convertido mi pasatiempo.
Cuando entré a la facultad de artes seguí centrado en los ojos, dibujaba reflejos de paisajes complicados en las pupilas, o pinturas famosas, retratos, autorretratos, en fin... el caso es que con el tiempo todas las galerías de la ciudad tenían al menos una pintura mía de un ojo, y la publicidad me usaba, grafittis en muchos lugares me imitaban, y murales gigantescos honraban mi obra.
Me volví famoso y millonario, diseñé billetes y estampillas, me otorgaron la medalla del congreso, y mis obras recorrieron los museos más importantes del mundo.
Juro que nunca fue mi intención facilitar a lo que nos ve una ventana a nuestra realidad, el día que mi trabajo despertó, yo estaba en mi casa de campo, fue una llamada la que me alertó sobre los ojos que devolvían la mirada. Luego en las noticias pude ver el caos y la confusión en las calles, cómo algunos se enloquecían al ver mis pinturas y los más sensatos trataban de taparlas para evitar la terrible sensación.
No se qué hacer, sólo quiero aclarar el malentendido, dejar en claro que no estoy aliado con lo que nos ve, y que las pinturas de oídos y bocas que encontraron en mi casa hasta ahora no me han escuchado y mucho menos hablado.
Escribo esto a manera de confesión, juro ante aquello que somos que es ajeno a lo que nos ve, que todo lo que digo es verdad, que soy humano y no tengo trato alguno con ese otro que nos atraviesa con su mirada. Espero puedan perdonarme.

martes, 9 de julio de 2013

El descenso al inframundo: Inanna y Perséfone.

Uruk fue una ciudad Sumeria situada en la ribera oriental del río Eúfrates, que hacia el tercer milenio a. c llegó a tener una población aproximada de entre 50.000 y 80.000 personas. 
Durante el período de existencia de Uruk, que cubre el final de la era de cobre y el principio de la era de Bronce (4000-3100 a.c) Inanna fue la deidad femenina más prominente; su nombre se deriva del Sumerio reina del cielo (Nin-nanna) y su equivalente semítico (Acádico) es Ishtar. Como solía usarse en aquella época, y aún hoy día, las ciudades importantes eran consagradas a un dios que se encargaba de su protección y a quién se rendía culto en el templo principal, Uruk fue entonces la ciudad de Inanna, diosa del cielo y la tierra, el amor, la fertilidad y la guerra.  Inanna hace parte de la cuarta generación de dioses Sumerios, es Hija de Nannar, dios de la Luna y Ningar, la luna, y hermana gemela de Utu, dios del sol y la justicia.
Las narraciones recuperadas por los arqueólogos permiten conocer varias facetas de la historia de Inanna, que abarcan desde su nacimiento hasta su descenso al inframundo,  y numerosos himnos y cantos que le son dedicados. Su  genealogía es bastante peculiar,  desciende de una abuela paterna que fue violada, (Enlil, dios del viento violó a Ninlil, señora del aire) y de una abuela materna que fue amada  (Enki, dios de la sabiduría desposó a Ningikuga, diosa de los juncos), y en principio se nombra a Inanna únicamente como estrella de la mañana y del atardecer, pero a medida que se avanza en los relatos, ella va ganando una relevancia y preeminencia sobre los demás dioses.

Es la evolución de Inanna, y la forma en que se hace a sus atributos lo que permite establecer momentos específicos como joven mujer, y luego como mujer adulta, rituales de paso que se ven fundados en cuatro historias que describen la búsqueda de su identidad, la obtención de sus distinciones, la elección de un amante y por último su descenso al inframundo.
En primer lugar, en la historia del “árbol Huluppu” nos encontramos con una Inanna que aún no está completa como diosa, es apenas una niña, carece de todos sus atributos, pero es consciente de su destino y de la posibilidad de crear su propia gloria, por lo que rescata el árbol Huluppu del Eúfrates y lo planta en su Jardín, con la esperanza de hacerse de él un lecho y un trono, símbolos del poder y la sexualidad. La historia cuenta que el árbol se ve invadido por tres criaturas problemáticas, una serpiente que no puede ser hechizada, el ave Anzú y la oscura doncella Lilith, que hace su primera aparición en los relatos de la humanidad justo en esta historia.  Estos visitantes son bastante significativos, la serpiente encarna “la psique inferior, el psiquismo oscuro, lo raro, incomprensible o misterioso” según el diccionario de símbolos de Jean Chevalier, además la universalidad de las tradiciones la consideran dueña de las mujeres y de la fecundidad. El ave anzú por su parte, en un relato anterior roba las tablas del destino al dios de la sabiduría, ávido de poder y conocimiento.  Por último la oscura doncella Lilith, la primera mujer creada antes que Eva, al mismo tiempo que Adán según la tradición cabalística, simboliza también la perversión del deseo y el alejamiento de la participación en las normas. 
Ante la intromisión de estos invitados indeseados en sus planes, Inanna no hace más que llorar, ellos son la materialización de su propia oscuridad y frente a ella se ve impotente; es por esta razón que pide ayuda a su hermano, parte humano, parte dios, Gilgamesh y este ahuyenta a los intrusos usando su fuerza. En pago Inanna le regala el Pukku y el Mikku, elementos que juegan un papel crucial en su posterior aventura.
Inanna se ve enriquecida con la transformación del árbol pues desde ese momento se evidencia que está preparada para ejercer su poder y sexualidad.
En otro relato, se cuenta como Inanna elige al pastor Dumuzi como esposo, y como los ritos de su boda son repetidos por los reyes de la ciudad como forma de asegurar la fertilidad en los campos y los úteros cada año.
En lo que se puede considerar otro punto de inflexión en los relatos, Inanna, asentada en su trono, con todo su poder y realeza, y con un rey a su lado, se dirige a honrar y a persuadir al dios de la sabiduría de que le entregue los me (atributos de la civilización).
La historia siguiente, importante para comprender el descenso de Inanna al inframundo, es la de su visita al dios de la sabiduría. Enki es hijo del cielo y la tierra, creador de los hombres y dios de las aguas y la sabiduría, fue el primer dios en hacer un viaje al inframundo, reino de Ereshkigal, es con  su viaje lleno de peligros como inicia la historia del árbol Huluppu, pues debido a la violencia de los ataques que sufrió en su viaje, la oposición implacable de vientos y tormentas es que el árbol es arrancado de la tierra y arrojado al Eúfrates de donde lo rescata Inanna.
Según la traducción del relato, hecha por Diane Wolkstein Y Samuel Noah Kramer al inglés, y por Ofelia Iszaevich al español,  Inanna parte con la intención de honrar a Enki en su palacio, y es recibida con honores:
 “Cuando Inanna entró en el Abzu, Le dio pastel de mantequilla para comer.
Vertió agua fría para que bebiera.
Le ofreció cerveza ante la estatua del león.
La trató con respeto.
Saludó a Inanna en la mesa sagrada, en la mesa celestial.
Enki e Inanna bebieron cerveza juntos.
Juntos bebieron más cerveza.
Juntos bebieron más y más cerveza.
Con sus vasos de bronce llenos hasta desbordarse,
Con los vasos de Urash, Madre de la Tierra,
Brindaron uno por la otra, se desafiaron uno a la otra.”
En medio de los brindis e intoxicado por la bebida Enki regala a Inanna los me, un término intraducible que se entiende como poderes o leyes divinas. Los atributos de la divinidad que regala a Inanna son los siguientes:
1.    El alto sacerdocio: La divinidad. La corona noble y permanente. El trono de la realeza.
2.    El noble cetro: el bastón de mando. El patrón sagrado para medir y la línea. El alto trono. El pastoreo. La majestad.
3.    La princesa sacerdotisa: La divina reina sacerdotisa. El sacerdote de los encantamientos. Al sacerdote noble. Al sacerdote de las libaciones.
4.    La verdad: el descenso al inframundo. El ascenso del inframundo. La Kurgarra (plañidera profesional).
5.    La daga y la espada: La vestimenta negra. La vestimenta colorida. La desatadura del cabello. La atadura del cabello.
6.    La norma: El carcaj.
7.    El arte de hacer el amor. El beso del falo.  El arte de la prostitución. El arte de favorecer. El arte de la lengua honesta: el arte de la lengua calumniante. El arte de adornar el lenguaje. A la prostituta de culto. La taberna sagrada.
8.    El altar sagrado: La sagrada sacerdotisa celestial. El resonante instrumento musical.
el arte del canto. El arte del dignatario.
9.    El arte del héroe: El arte del poder. El arte de la traición. El arte de la integridad.
El saquear ciudades. La exaltación de las lamentaciones. El regocijo del corazón.
10. El engaño: La tierra rebelde. El arte de la benevolencia.
el viaje. La morada segura.
11. El oficio del carpintero, el oficio del calderero de cobre. El oficio del escriba. El oficio del herrero. El oficio del talabartero. El oficio del batanero. El oficio del constructor.
El oficio del tejedor de juncos.
12. El oído perceptivo: El poder de la atención. Los ritos sagrados de purificación. El corral de forraje. El apilar de los carbones calientes. El redil. El miedo. La consternación. La congoja.
13. El león, de amarga dentadura, el encendido del fuego, el apagar el fuego, el brazo fatigado, la familia allegada, la procreación.
14. El enardecer la contienda: la prudencia, el consuelo del corazón, la capacidad de juzgar, la toma de decisiones.
Inanna parte con todos los me en su barca celestial mientras Enki volvía a la sobriedad. Una vez recuperado de la cerveza, Enki se arrepiente de haber cedido los me, y manda a su sirviente detener la barca en varias ocasiones, pero en todas es frustrado por la sirvienta de Inanna, Ninshubur.
Cuando llegan a Uruk, Inanna desembarca y presenta los me al pueblo de Sumeria.
Desde estos relatos encontramos a una Inanna sabia, llena de poder, realeza y todos los atributos de la divinidad y la civilización. Es esa diosa, en la cima de su poder,  amada por su pueblo y su esposo, la que decide bajar al inframundo por su propia voluntad. 
El inframundo para los sumerios está regido por la diosa Ereshkigal, quien lo recibió en heredad en el momento primigenio de la separación entre cielo, tierra e inframundo. Según Kramer “Los sumerios creían que las almas de los muertos iban al inframundo, y que la vida continuaba allí de alguna manera como en la tierra; por ello los enterraban con su ollas, herramientas, armas y joyas. Algunos de los reyes más antiguos se hicieron enterrar hasta con sus cortesanos, sirvientes y ayudantes, así como con sus carrozas y los onagros aún uncidos a ellas. En gran medida, es de los descubrimientos hechos en las tumbas de los ricos que los arqueólogos modernos han aprendido tanto acerca de la cultura material de los antiguos sumerios.”  No tiene nada que ver con el infierno desde una perspectiva cristiana, pues allí no hay castigos o recompensas.  El inframundo entonces, es el lugar al que van los cuerpos de los muertos, y del que nada regresa, del que nada se sabe, es el lugar de lo oculto, del conocimiento prohibido, de aquello que no es accesible a la conciencia.
Las razones por las que Inanna decide visitar a su hermana gemela y mayor, Ereshkigal son un tanto confusas, por una parte en el relato se aclara que su motivo era a acompañar a su hermana en los ritos de muerte de su esposo Gugalanna, quien fuera muerto por Enkidu, acompañante de Gilgamesh en su famosa aventura. Pero de esto no se vuelve a hablar en todo el poema, lo que nos hace sospechar que sus motivos bien podrían ser otros, como lo asevera Elsa Cross en su ensayo “El descenso de Inanna: una prefiguración de los misterios”:
“De este relato, surgen muchas preguntas. Una es, ¿cuál es la razón del viaje? Si se descarta que Inanna vaya a los funerales del esposo de Ereshkigal, que jamás se ven y son obviamente un pretexto, otra razón probable para el descenso es lo que responden Enlil y Nanna, abuelo paterno y padre de ella, cuando Ninshubur les pide ayuda. Dicen:
Mi hija anheló el Gran Arriba.
Inanna anheló el Gran Abajo.
La que recibe los me, del inframundo no regresa.
La que va a la Ciudad Oscura se queda allí.
Implican que Inanna no se ha contentado con su propio dominio sino que quiere también el de Ereshkigal.”
Si, aceptamos esta premisa, el primer verso del poema se hace esclarecedor (Desde el Gran Arriba ella prestó oído al Gran Abajo.Desde el Gran Arriba la diosa prestó oído al Gran Abajo.)
Desde el Gran Arriba Inanna prestó oído al Gran abajo, pues en Sumeria, se usaba la misma palabra para oído y para sabiduría. Su búsqueda, su aventura es entonces movida por el ansia de conocimiento, la diosa del cielo y la tierra, deja todo para bajar al más profundo abismo. Abandona las siete ciudades donde le rinden culto, y junta siete me para vestir:
1.    El shugurra, la corona de la estepa en la cabeza. Insignia del poder y la luz.
2.    Arregló sus rizos oscuros sobre la frente. El bucle en los cabellos es signo de identificación según el diccionario de símbolos de Jean Chevalier. En la traducción de Ángel Ma. Garibay, dice que se puso un velo que cubre el rostro. El velo simboliza el ocultamiento de los secretos
3.    El cetro de lapislázuli. El cetro es un símbolo de poder y de autoridad suprema. El lapislázuli es el símbolo cósmico de la noche estrellada. El cielo a su vez simboliza la trascendencia, el poder y lo sagrado.
4.    Gargantillas de lapislázuli. A menudo los collares tienen un valor de amuleto y propiedades mágicas.
5.    Pectoral de piedras finas. Simboliza el ímpetu valeroso.
6.    Capa. Símbolo de majestad, se le puede ver un simbolismo ascensional y celeste.
7.    Cercos en torno de sus ojos.  El ojo simboliza la conciencia, la percepción intelectual, simboliza la esencia y el conocimiento divino. Inanna resalta sus ojos por lo que resalta su cualidad consciente.
Ataviada de esta manera Inanna llega  las puertas de Irkalla (el inframundo), no sin antes advertir a su fiel mensajero Ninshubur que si no regresa, busque la ayuda de los dioses, además de pedirle que mientras esté en el abismo guarde luto con gemidos y llantos.
Una vez ante las puertas del inframundo, Inanna exige con voz fiera que se le permita la entrada ante el portero Neti. En la versión Akádica del mito Innana/Ishtar amenaza con entrar por su propia fuerza, tumbar la puerta y dejar que los muertos vuelvan a la tierra.
 Vemos entonces una Innana prepotente, altiva, exigiendo entrar en el reino de la inconsciencia presentándose ante sus puertas con todos sus logros y virtudes, con su poder y grandeza.
Neti pone sobre aviso a su Reina Ereshkigal y esta le manda dejar a Inanna entrar por las siete puertas, y desnudarla de cada me en cada puerta. El siete es un número que ha sido asociado en diversas tradiciones con la totalidad del orden moral y la totalidad de las energías del orden espiritual. “Simboliza un ciclo perfecto, una perfección dinámica. Cada período lunar dura siete días… Siete indica el sentido de un cambio después de un ciclo consumado y de una renovación” (diccionario de símbolos de Jean Chevalier) Son numerosos los usos y significaciones del número siete en la cultura. Si aceptamos que el siete significa la consumación de un ciclo y el inicio de otro, podemos entonces afirmar de nuevo que cuando Inanna se presenta ante Neti se encuentra en la cima de su poder, no hay nada más que ella pueda desear pues todo lo tiene, solo queda enfrentarse a la muerte, lo único que resta conocer es el secreto del abismo, aquello totalmente opuesto a su reino y a si misma.
Neti hace pasar a Inanna por la primera puerta y tal como manda Ereshkigal, la hace inclinar, la reina del cielo y la tierra pasa inclinada las puertas del inframundo, en la primera es despojada de su corona, y en cada puerta le son arrebatados todos los atributos de la divinidad, la civilización y la consciencia con los que se vistió. En cada puerta Inanna interroga a su verdugo sobre la razón de tal vejación, lo único que atraviesa junto con Inanna las siete puertas es la duda, el ansia de conocimiento no la abandona jamás.
Inanna desnuda, Inanna únicamente acompañada por la duda, Inanna sin poder, sin conocimiento, sin realeza, sin divinidad entra inclinada ante Ereshkigal, su hermana mayor. Inanna se acerca al trono y es entonces cuando los jueces del inframundo, los Annuna dictan sentencia en su contra, le clavan los ojos de la muerte e Innana se convierte en cadáver, en carne podrida que es colgada de un gancho.
Si Inanna se presenta ante las puertas del inframundo reina del cielo y la tierra, llega ante Ereshkigal como reina de nada, poseedora únicamente de la duda.
Tres días y tres noches después, su fiel sirvienta, clama ante los dioses por su reina, primero va ante Enlil, dios del cielo, quien responde así:
Mi hija anhelaba el Gran Arriba.
Inanna anhelaba el Gran Abajo.
Aquélla quien recibe los me del inframundo no regresa.
Aquélla quien va a la Ciudad Sombría allá se queda.”
Estas palabras nos dejan ver que Inanna recibió los me del inframundo, los poderes sobre la muerte y la inconsciencia, el conocimiento profundo que tanto buscaba, pero que este conocimiento le impide regresar, nadie que tenga poder sobre los muertos puede caminar entre los vivos, esa es la ley de Enlil.
El único dios que presta atención a las plegarias de Ninshubur y la ayuda es Enki, dios de la Sabiduría, el mismo que había regalada en principio los me a Inanna. Enki crea dos seres que no son ni machos ni hembras y los envía junto con el agua de la vida al inframundo para que se ganen el favor de Ereshkigal consolándola en sus dolores de parto. Las criaturas que Enki creó sirven bien a Ereshkigal y esta en cambio les concede llevarse el cuerpo de Inanna que es revivida con el agua de la vida.


Ereshkigal va a parir. Un parto en el reino de los muertos, vida nueva en la muerte, esto nos habla de un entrecruzamiento de poderes como lo afirma Elsa Cross:
“ ¿A quién da a luz Ereshkigal? Según la lógica de los símbolos de este relato, desde luego que a Inanna, quien vuelve a la vida justamente después de Ereshkigal tiene los dolores de parto… lo sorprendente de este mito es cómo la intrusión de Inanna en el inframundo provoca que estos dos poderes entren en una interacción transformadora. Ya no son fuerzas separadas”
Inanna muere, Ereshkigal da a luz, un ciclo termina, un nuevo ciclo comienza, ahora Inanna se ha reencontrado con su aspecto más oscuro, ha intercambiado regalos con su hermana, por fin está completa, es una sola ahora la diosa del cielo, la tierra y el inframundo, ha unido lo que se separó en un principio, es la gran diosa madre que ha atravesado todas las fases y ha vuelto a renacer.
Pero Inanna no puede abandonar el inframundo, pues la regla es que una vez se ha entrado no se puede salir, la única posibilidad es dejar que alguien entre en su lugar, luego de recorrer la tierra elige a su esposo Dumuzi quién no se encontraba acongojado por la muerte de Inanna, pero dictamina que solo estará allá mitad del año y su hermana lo reemplazará la otra mitad, conmovida por los ruegos de esta última. Esta es otra prueba del poder adquirido sobre el inframundo, puede dictar quién entra y quién sale.
El viaje de conocimiento de Inanna la hace despojarse de todo lo que era y renacer como alguien nuevo, con mayor poder y sabiduría.

Comparación con el rapto de Perséfone. 
El mito del rapto de Perséfone tiene dos protagonistas, Deméter y su hija, Perséfone. Ilustra la relación madre e hija y se centra en esta.
Perséfone es una niña cuándo es raptada por Hades mientras se acerca a recoger un narciso. El narciso es usado en las ceremonias de iniciación, pues representa el entumecimiento de la muerte o el sueño, la flor crece en primavera y se le vincula a los ritmos estacionales con sus ciclos muerte-sueño-renacimiento.  Este rapto se puede interpretar como la evolución de niña a mujer que en el mito de Inanna se presenta cuando se enfrenta con la ayuda de su hermano a los demonios que habitan su árbol. El paso de Inanna es un paso anhelado, soñado y esperado, el de Perséfone es traumático, sorpresivo, y lleno de dolor.
Mientras que Inanna se preparó para enfrentarse con su hermana, Perséfone no estaba lista para ver a Hades, ni lo deseaba. En ambos mitos hay alguien que se queda llorándolas y rogando a los dioses por ellas, en el caso de Perséfone es su madre, Deméter.
Deméter es la diosa Griega de la agricultura, protectora del matrimonio y la ley sagrada, portadora de las estaciones y protectora del ciclo de la vida y la muerte.  Deméter es hija de Cronos  y de Rea y por lo tanto hermana de Zeus, con quién tuvo a Perséfone. 
Los gritos de Perséfone mientras era raptada fueron escuchados por su madre, pero lo que acontecía solo fue presenciado por el Sol y la diosa Hécate. Y fue el primero, conmovido por su dolor, quien confesó a Deméter lo que había pasado.
En el relato no se narra nada de lo acontecido en el inframundo, sino que se habla del dolor de Deméter y sus trabajos en la tierra.

Para comprender lo que pasa abajo, debemos echar un vistazo a lo que pasa arriba, si Deméter habita la tierra, la conciencia, y Perséfone el inframundo, la inconsciencia, podemos tomar la historia de Deméter como espejo de la historia de Perséfone.
Es justamente esta naturaleza especular lo que nos permite hacer una comparación con el mito de Inanna; Deméter renuncia a su condición de diosa ante la impotencia de rescatar a su hija, igual que Inanna se despoja de sus atributos divinos ante las puertas del Irkalla. Tal vez entonces, Perséfone también se vea despojada de sus condiciones anteriores, si antes de ser raptada era una doncella, el rapto en si mismo puede simbolizar la pérdida de su virginidad.
El llanto y las lamentaciones que durante nueve días profiere Deméter puede ser espejo del mismo sentimiento de zozobra que embriaga a Perséfone ante la aterradora nueva realidad a la que se ve enfrentada sin buscarlo.
Si Perséfone pierde su libertad, también pierde su libertad Deméter y cuenta a las hijas del rey de Eleusis que fue raptada (igual que Perséfone)  para ser acogida como Nodriza del hijo del rey, es decir como sirvienta, esclava en un reino que no es el suyo. Durante su estancia en Eleusis, Deméter no se alimenta de nada vivo, no bebe el vino que le ofrecen,  ni ocupa el sitial que la esposa del rey le cede. Deméter no quiere ocupar la silla de la reina de Eleusis, demostrando así también el rechazo que muestra Perséfone a ser la reina del inframundo; Perséfone no quiere estar en el reino de los muertos, y al igual que Deméter no busca ser la reina de ese reino desconocido. Poco a poco, gracias a las atenciones de sus anfitriones, Deméter vuelve a reír, y se encarga de preparar al hijo del rey para ser inmortal, tal vez como forma de sustituir a su hija.
Cuando Deméter recupera su forma de diosa, vuelve a sentir nostalgia por su hija, y hace que en la tierra no germine semilla alguna. Deméter decreta la muerte hasta que su hija regrese  a su lado. En el mito Sumerio, las semillas dejan de germinar cuando los jueces del inframundo se llevan a Dumuzi, el esposo de Inanna, consigo; hay ira en Inanna cuando encuentra a su esposo y  en Deméter cuando la apartan de su trabajo de nodriza. 
Zeus, preocupado porque la escasez de alimentos llevaría a los humanos a la extinción, y con ellos a la extinción de los dioses, envía a Hermes, el único que puede entrar y salir del inframundo para que recupere a Perséfone; Hades acepta devolverla no sin antes hacer que esta coma unas semillas de granada, símbolo de fertilidad, obligándola así a volver cada tercio del año, pues quién come en el inframundo debe quedarse allí.  Acá encontramos otro paralelo con el mito sumerio, entre Perséfone y Dumuzi, pues los dos deben volver al inframundo cada cierto tiempo.
Cuando Perséfone regresa con su madre, adquiere un lugar honroso al lado de los dioses inmortales, lugar que no tenía antes, pues se convierte en señora del Inframundo. Deméter deja que la tierra florezca de nuevo y se pone en marcha con su hija vuelta a la vida, hacia la asamblea de los dioses.
Perséfone al igual que Inanna, regresa del inframundo revestida de poder, y en ambos mitos se teje una explicación de las estaciones, pues mientras Perséfone y Dumuzi están en el inframundo, nada germina, y cuando regresan la vida regresa a las plantas y a las semillas.
El mito del rapto de Perséfone, da lugar a los misterios de Eleusis, que eran considerados los ritos de mayor importancia en la antigua Grecia. En estos mitos se tomaba una bebida que probablemente tenía elementos psicodélicos que pudieron haber debilitado la conciencia de los participantes, permitiendo que afloraran formaciones inconscientes, o del “inframundo”, repitiendo en ellos el mito.
Inanna y Perséfone presentan grandes diferencias en sus respectivos descensos, por un lado Inanna ya es madura y poderosa cuando emprende su camino voluntario, mientras que Perséfone es todavía una niña a la que le gusta jugar y recoger flores. Inanna en su descenso va acompañada de la duda y el afán de conocimiento, mientras que Perséfone está llena de aflicción y temor, ambas pierden las condiciones que tenían antes de entrar y ambas regresan a la tierra llenas de poder y honores.

Referencias... 
-       Diane Wolkstein y Samuel Noah Kramer, 1983. “Cantos e Himnos de Sumeria”. Traducción de Ofelia Iszaevich. http://inanna.iszaevich.net/
-       Gabriela Onetto, 2011. “El descenso a los infiernos, el viaje mitológico por excelencia”.  http://revistareplicante.com/el-descenso-a-los-infiernos/
-       The ETCSL project, Faculty of Oriental Studies, University of Oxford, 2003. “The electronic text corpus of Sumerian literature”. http://etcsl.orinst.ox.ac.uk/
-       Cross, Elsa. “El descenso de Inanna: una prefiguración de los misterios”. http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/7009/pdf/70cross.pdf
-       Neumann, Erich (2009). La Gran Madre. Una fenomenología de las creaciones femeninas de lo inconsciente. Traducción Rafael Fernández de Maruri. Colección: Paradigmas. Rústica. 74 ilustraciones y 185 láminas. Madrid: Editorial Trotta.

-       Homero. “Himnos Homéricos”. Colección clásica. Traductor: Antonia García Velásquez. Editorial Akal. Año edición 2000.

miércoles, 3 de julio de 2013

Agh.

Me pides que hable de lo que conozco, de lo que vibra en mi médula, pero no encuentro nada que vibre, ni frío que cale hondo, ni conocimiento certero, solo juegos de fantasmas y espejos, de hubieras, y quizás.
No hay certeza alguna en mis sospechas, no hay conocimiento del que pueda hablar, duda es todo lo que es en mi, preguntas tímidas en los ligamentos. Vivo entre amagos de por qué... y si no eres tú quién me pide seguridad, y si soy yo de nuevo buscando, y si busco por qué busco, y si encuentro... ¿qué?.
Todas mis historias, todas las del resto del mundo, letras, palabras, no encuentro ningún ahora, esperanzas, anhelos, y nostalgias nada más.
Y si...
agh.