viernes, 27 de julio de 2012

Cura para el insomnio.

De repente le asaltaban los recuerdos y todas las calles se oscurecían, las ventanas se cerraban y el ruido desaparecía.
Había sido muy difícil para Julián superar aquella noche, y todavía no había aprendido a vivir con los flashbacks que lo atormentaban en el lugar y el momento menos esperado.
La noche aquella del suceso traumático, Julián salió a pasear su perro, tenía insomnio desde hacía dos semanas y trataba de evitar a toda costa tener que enfrentarse al continuo trasegar de un lado de la cama al otro, su perro era víctima de su desespero, queriendo o no le tocaba acostumbrarse a un paseo a incómodas horas de la madrugada en el que ni ganas de cagar sentía.
Eran más o menos las 3 de la mañana y ambos estaban sentados en una de las bancas de un parque bajo una lámpara titilante, el frío preparador del rocío se filtraba por las aberturas del pijama de lana y al respirar un vaho visible elevaba una bruma fantasmal desde sus narices.
Un aullido en la lejanía despertó los ladridos del compañero canino, ladridos que se convirtieron en llanto y en un impulso irrefrenable de huir. Julián, extrañado por el comportamiento de su perro, más no asustado se quedó divisando el paisaje espectral que se iluminaba y apagaba con la lámpara, unos árboles en la lejanía que se confundían con el negro horizonte, detrás de las casas de ventanas cerradas, unos pequeños arbustos que parecían dormir a lo largo del sendero, una mariposa nocturna gigante y con ojos saltones que se posó sobre la banca justo a su lado, otra mariposa gigante y peluda encima de los arbustos, otra mariposa de pesado vuelo que cruzó su campo de visión y de la nada un ejército de mariposas oscuras con ojos brillantes que parecían mover el aire bajo sus cargadas alas, un torbellino de olores putrefactos bajo sus extremidades velludas.
Centenares de asquerosas figuras voladoras con antenas gruesas que desfilaban frente a sus ojos cargando sobre si el cadáver de un ciervo de cuernos gigantes.
Una imagen que impedía el movimiento y la sensación repentina de ser observado por miles de ojos de mariposas asesinas con la certeza de no poder contarlo jamás.
Una sombra impenetrable que se extendía desde las raíces de los árboles lejanos y el sonido de cuernos rastrillando el suelo junto con el aleteo sincronizado de las alas aterciopeladas que empezaban a rodearlo  hizo caer en cuanta a Julián que ya no tenía salvación. Rezar era inservible, esas criaturas no venían del mismo dios. Con lágrimas brotando de sus ojos y un grito apagado en la garganta se rindió a la muerte más extraña que jamás pudo haber imaginado, iba a ser devorado por mariposas.
Un ladrido tímido acercándose, y un aleteo conjunto cambiando de dirección, un ladrido más fuerte y cercano, un chasquido de dientes rasgando un pesado terciopelo volador y de repente el instinto de autoconservación y la adrenalina invadiendo sus venas. Una carrera hasta su apartamento y la sensación de que todo había sido un mal sueño.
Nunca volvió a ver a su perro, los días siguiente durmió como bebé.